El cantante Rubén Blades. | Foto: Getty Images

MÚSICA

Rubén Blades: ¿salsero polémico o músico esencial?

En este análisis, el investigador musical Sergio Santana dilucida el entorno de Rubén Blades.

Sergio Santana Archbold*
1 de enero de 2018

Rubencito, el hijo de San Felipe, en el casco antiguo de Panamá, revolucionó con sus composiciones el universo de la música afrocubana y su nueva presentación: la salsa. Con su manera de reivindicar al ciudadano del común, con sus tristezas y alegrías, este género musical tomó otro matiz, cambió su rumbo y se apropió de la crónica urbana en tiempo de clave, maracas y tambores. Pero Rubencito (nacido el 16 de julio de 1948), más que cantante y compositor, siempre ha sido un hombre inteligente. Tiene, como pocos, sus propias teorías sobre la música que interpreta. Sus opiniones sirvieron y servirán para que la historia de los ritmos latinoamericanos hable y tenga mucho por decir.

Durante su fructífera carrera, Rubén Blades ha sido el salsero más polémico. Se le han criticado muchas veces sus actitudes musicales, actorales, políticas y hasta morales, como si detrás del Caribe camaleón existiera una confusión. Pero en este supuesto desorden ha demostrado que sus trabajos discográficos repercuten en todo el mundo, sirven como medio de información para llegar a las grandes masas con interrogantes, con situaciones que nos motivan a reflexionar sobre la realidad. Esto lo ha convertido en el ‘panameño universal’.

Su música ya habitual y cadenciosa conserva su matiz de eterna fiesta: un espejo con salsa, con palabras de calle. Ahí viene Rubén cantando y, como en los viejos tiempos, “metiendo mano” con su tumbao de intelectual.

Hay que recordar que este ganador de 16 premios Grammy (ocho Latinos y ocho Anglo) también es actor (de cine y televisión), político, padre de familia y en sus ratos libres, pintor de acuarelas, escritor de cuentos y coleccionista de cómics. Con su micrófono y con un mensaje radicalmente diferente ha puesto a bailar a millones de personas desde hace 50 años.

Sin embargo, y por fortuna, la salsa lo mantiene más cerca de los estudios de grabación y de los premios que de los tribunales. Más aferrado a los teatros y a las plazas de conciertos que a las manifestaciones políticas; más concentrado en los pentagramas que en los discursos. Aunque este año avisó que ya no hará más largas giras salseras.

Rubén Blades indaga, crea, transita por esas calles parchadas de sueños y esperanzas, y su inherente crónica musical plena de curiosidad convierte su arte en desafío, en lucha por la identidad latinoamericana, en autobiografía. Es Panamá que se impregna de salsa con satisfacción y trasciende las letras de sus canciones en experiencias cotidianas.

Pasan los años, y sus composiciones con aroma de barrio panameño y del mundo siguen dando vueltas en revoluciones por minuto, camina a la par de sus personajes bautizados en crónicas musicales llevando un mensaje. Sus maracas suman poesía, literatura y mucho ritmo, aun por encima de los títulos profesionales y posgrados, alimentan la vena artística de Rubén. Y no se marchita, sigue atento a las calles con sus fantasmas de carne y hueso. Toda la vida sin afán lo pone en la cuerda floja frente al mañana, vive el presente intenso como si los años no le pesaran. El pasado es experiencia y el futuro esperanza.

Por la esquina de cualquier viejo barrio latinoamericano lo ven pasar, día a día, con Panamá debajo del brazo.

*Investigador musical.