Home

Cultura

Artículo

De izquierda a derecha: Gabriel Pérez-Barreiro y Luis Pérez-Oramas. | Foto: SEMANA

ARTE

Una donación histórica

El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) recibió la mayor donación de arte latinoamericano en su historia. SEMANA habló con el curador jefe y el director de las instituciones que donaron y recibieron las obras.

13 de noviembre de 2016

En octubre una de las instituciones de arte más importantes de América Latina, la Colección Patricia Phelps de Cisneros (CPPC), donó al MoMA 102 obras de 37 artistas de cuatro países latinoamericanos (Argentina, Uruguay, Brasil y Venezuela) que fueron centrales en el desarrollo del movimiento de la abstracción geométrica a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Esta donación es una de las más grandes que ha recibido el museo y la más importante de arte moderno latinoamericano específicamente. Y no solo eso: CPPC abrirá y financiará un centro de investigación de arte latinoamericano que se radicará en el MoMA. Esto podría abrirle una puerta no solo al arte de los países en los que se enfocó la donación, sino también al resto del arte producido en la región, incluyendo el colombiano. Hablamos con Luis Pérez-Oramas, curador de Arte Latinoamericano del MoMA, y con Gabriel Pérez-Barreiro, director de la Colección Cisneros (CPPC), sobre el impacto y las razones de esta donación.

Luis Pérez-Oramas:

Semana.com: Usted fue curador de CPPC antes de serlo en el MoMA. Háblenos un poco de esa organización, y de las particularidades de esa colección.


L. P.: Yo fui invitado a trabajar con Patricia Cisneros cuando vivía en Francia. Estaba dedicado a mi vida académica y planeaba mi regreso a Venezuela, en 1993. Comencé a trabajar como asesor de la colección en 1994. Entonces existía la voluntad de “profesionalizar” la administración de lo que hasta entonces había sido una colección familiar. A partir de 1994 se iniciaron dos procesos: se estableció un plan regulador para un cuerpo de la colección y se inició la contratación de personal calificado –registro, conservación, dirección, componente editorial, fotografía, etc–. Yo contribuí modestamente a articular este plan y a vincularlo conceptualmente con el resto de la colección en colaboración con otros profesionales que fueron convocados posteriormente: Rafael Romero, Ariel Jiménez, Jorge Rivas, Lelia Delgado, Andrés Ortega y otros. Fui curador de la colección moderna, junto a Ariel Jiménez que se integró más tarde, y de la de Paisajes de las Américas, hasta 2003, cuando comencé a trabajar en MoMA.

Semana.com: ¿Fue a través de usted que se hizo la reciente donación?

L. P.: Patricia Cisneros está vinculada a MoMA desde los tempranos años 80 y es parte de su Junta de Directiva. Yo simplemente fui un interlocutor activo, quizá privilegiado, de una larga e intensa conversación que sobre este tema hemos mantenido en el museo desde por lo menos hace 12 años. De las 140 obras donadas, 38 ya lo fueron durante esos años. Pero lo esencial para que esta donación se hiciese efectiva ha sido un diálogo sostenido entre Genn Lowry y Patty Cisneros: un diálogo que inició en 1994, cuando Glenn asumió la dirección del museo.

Semana.com: ¿Podría hablar un poco sobre las particularidades de las obras y artistas que forman parte de la donación?

L. P.: La colección de arte de Patricia Cisneros es muy específica: consiste en tres constelaciones de obras que dan cuenta del desarrollo de ciertos lenguajes en América del Sur, y de las transformaciones y contribuciones que tales lenguajes y obras hicieron a la historia de la abstracción moderna. En ese sentido, se trata de tres regiones seminales o centrales en esa historia: Río de la Plata alrededor del eje Montevideo-Buenos Aires entre 1938 y 1953, Brasil alrededor del eje Sao Paulo-Río de Janeiro entre 1948 y 1970 (aproximadamente) y Venezuela a partir de 1949 hasta la conclusión de la obra de Gego a inicios de los 90. Entran 102 nuevas obras. En total son 37 artistas, de los cuales 21 nunca habían sido representados anteriormente en la colección del museo.

Semana.com: ¿Podría hablarnos, a grandes rasgos, de lo que ya tenía el MoMA de arte latinoamericano? ¿Es esta una donación particularmente significativa para el museo?

L. P.: La colección latinoamericana del MoMA consta de unas 6.000 obras aproximadamente, cuya historia se inicia en 1929 con la fundación del Museo. Tiene dos momentos transformadores: la donación de Abby Aldrich Rockefeller de arte mexicano moderno en 1931 y la reciente donación de Patricia Cisneros. Es la colección de arte moderno latinoamericano más amplia del planeta. Es, también, la primera que en términos de la modernidad se concibe con una ambición continental. Por razones muy complejas que atañen a la ausencia de circuitos de transferencia de información, a la geopolítica de la post-guerra, a las circunstancias políticas de nuestro continente durante la segunda mitad del siglo XX, el legado de nuestros artistas abstractos tardo-modernos sólo comienza a comprenderse sistemáticamente hace unos 20 años, hacia inicios de los años 90. En consecuencia, esta donación concierne a un ámbito de movimientos y tendencias en

Latinoamérica en el que el MoMA había avanzado muy limitadamente. Dicho sea de paso, sin embargo: MoMA adquirió obra de concretos argentinos, brasileños, cubanos, colombianos y venezolanos desde los tempranos años 50 y en ello fue, sin discusión, una institución pionera.

Semana.com: ¿Cómo llegó usted a trabajar en el MoMA?

L. P.: ¡Curiosamente llegué a Nueva York vía São Paulo! En 1998 fui invitado por la XXIV Bienal de São Paulo a organizar una muestra dedicada al gran artista moderno de Venezuela, Armando Reverón, sobre quien he escrito mucho. John Elderfield, entonces curador de pintura en MoMA, "descubre" a Reverón allí y decide iniciar un proyecto de retrospectiva en el MoMA, bajo su dirección curatorial, que tomaría muchos años en concretarse debido a las circunstancias políticas en Venezuela. Entonces me invitó a colaborar con él, desde Caracas. Cuando la posición de Curador adjunto se abrió en 2003, yo ya llevaba tres años trabajando con John desde Caracas. Por cierto, John Elderfield fue luego, desde 2004, cuando asumió la dirección del Departamento de Pintura y Escultura en MoMA, un interlocutor clave en la conversación que vino a dar finamente con esta donación magnífica de Cisneros. En 2007 se creó la posición de Curador de Arte Latinoamericano, gracias a una donación monetaria de Estrellita Brodsky, y desde entonces yo ocupo ese cargo.

Semana.com: ¿Cómo espera que impacte, en el área investigativa, la creación del nuevo Instituto de Investigación Patricia Phelps de Cisneros para el Arte Latinoamericano?

L. P.: El instituto entrará en plena actividad en un año. Está siendo pensado. Absorberá una iniciativa que empezó hace 8 años gracias a un apoyo de la Fundación Mellon, conocida como C-MAP (Contemporary and Modern Perspectives) que tiene por misión constituir tres seminarios permanentes dentro del museo para avanzar conversaciones y estudios sobre regiones históricamente desatendidas por el coleccionismo desde instituciones dominantes, entre ellas el MoMA. Uno de estos grupos, que yo coordino, se ocupa de América Latina y será la base operativa del Instituto. Pero el Instituto permitirá extender en el tiempo y afianzar en profundidad estas conversaciones, a la vez, de cara al mundo fuera del museo y de cara al museo mismo: el objetivo es entender cómo dar cuenta de un mundo cada vez más complejo, cómo ajustar nuestras historias del arte a ese mundo. La donación Cisneros incluye una contribución monetaria significativa para garantizar el funcionamiento de ese instituto. Ello da idea de lo coherente que ha sido Patricia con esta donación. No se trata simplemente de regalar o prometer obras: se trata de cumplir una misión conceptual.

Semana.com: ¿Cómo está organizada el área de arte latinoamericano del MoMA?

L. P.: Las múltiples iniciativas latinoamericanas en MoMA no están centralizadas y dependen de cada uno de los departamentos que las llevan a cabo, cuyos presupuestos son autónomos: Publicaciones, Programa internacional, Educación y Conservación, además de los departamentos curatoriales que adquieren obras y programan exhibiciones. Las adquisiciones son ejecutadas por cada departamento: Film, Arquitectura y Diseño, Dibujo y Gráfica, Pintura y Escultura, Fotografía, Media y Performance, etc. Con la ayuda del Fondo Latinoamericano y el Caribe constituido por coleccionistas que nos ayudan a financiar las adquisiciones latinoamericanas, los departamentos pueden avanzar sus estrategias de adquisición.

Gabriel Pérez-Barreiro, director de la Colección Cisneros (CPPC):

Semana.com: Háblenos un poco de CPPC.

G. P.: La Colección Cisneros es en realidad un conjunto de cinco colecciones que abarcan desde el arte etnográfico, el arte colonial, el arte del siglo XIX, hasta el arte moderno –enfoque de esta donación– y arte contemporáneo. El propósito de ese conjunto de colecciones es dar cuenta, de una manera bastante completa, de lo que ha sido la historia del arte latinoamericano. Una de las características interesantes que tiene es que las colecciones latinoamericanas son, o eran hasta hace poco, eminentemente nacionales: en Brasil se coleccionaba arte brasilero, en Colombia, colombiano, generalmente. Esta tiene la característica, desde hace bastante tiempo, de haber adoptado un modelo comparativo. Se intentó coleccionar arte de varios países latinoamericanos para ponerlos en diálogo y poder hacer una historia comparativa. Las obras constituyen la mitad de la institución en sí. La otra mitad serían las actividades propias de la colección. Es decir que esta institución no es solo un depositario de obras, sino una colección activista. Su misión es afectar la historia del arte, incluir a Latinoamérica en los relatos más canónicos y más centrales de la historia del arte. Además de adquirir las obras y hacerlas circular, hay otra parte igualmente importante que es publicar, hacer actividades filantrópicas, alianzas con instituciones. En pocas palabras, trabajar el conocimiento como un aspecto tan importante como las obras físicas en sí. Se podría decir que se trata de un patrimonio por un lado tangible, y por el otro, intangible.

Semana.com: ¿Cuándo se fundó CPPC?

G. P.: Cuando Patricia Phelps de Cisneros y su esposo Gustavo Cisneros comenzaron a coleccionar arte no tenían el propósito de hacer una colección como la que vemos hoy. La primera obra que compraron como pareja de recién casados fue en 1970, en su luna de miel. Empezaron a coleccionar por gusto, por tradición, no necesariamente con miras a la escala que tiene la colección hoy. Ese proyecto de hacer una colección sistemática, con rigurosa documentación, con su propio personal y programas, es algo que empieza a solidificarse a comienzos de los años 90.


Semana.com: Ya que habla de escala, ¿qué tan grande es esta colección?

G. P.: Solo por poner un ejemplo, la colección etnográfica o Colección Orinoco, es casi de 1500 objetos entre piezas muy pequeñas –como flechas– y otras piezas muy grandes. Esa es solo una de las colecciones. O sea que su patrimonio es bastante amplio.

Semana.com: Cuéntenos un poco sobre usted. ¿Cuáles son sus responsabilidades en CPPC? ¿Hace cuánto trabaja allí y de dónde viene?

G. P.: Yo soy el director y curador en jefe de la colección. Llevo más de ocho años en el cargo, entré en el año 2008. Y mi trabajo es supervisar, por un lado, la parte de la colección en sí: los préstamos, las compras, el cuidado de la colección, la logística. Como es imaginable, es bastante complejo, porque todos los años tenemos varios centenares de obras circulando, y eso implica un monitoreo muy especial. Eso además de que la colección se cuida mucho, y se siente muy orgullosa de la conservación, el enmarcado, la documentación. Por otro lado, mi labor es coordinar todas estas otras actividades que constituyen CPPC: la línea editorial, las diferentes becas que damos, las residencias, las relaciones institucionales, etc. El trabajo básicamente consiste en que esta colección pueda realizar su visión de las muchas maneras en que lo hace. Antes de tener este cargo era curador de arte latinoamericano en la Universidad de Texas, donde realmente empecé a trabajar con la colección, que tenía ya un convenio de larga data con esta universidad, que es a su vez un centro muy importante para el estudio del arte latinoamericano. Por esa relación empecé a trabajar con la colección unos años antes de que me invitaran a asumir la dirección. Digamos que mi background es académico y curatorial.

Semana.com: ¿Por qué CPPC donó estas obras al MoMA? Es decir, específicamente esas obras, y precisamente al MoMA.

G. P.: Siempre se ha pensado en la donación por dos aspectos importantes. El primero es que tanto ella como Gustavo tienen la política de que el coleccionista es en realidad un custodio temporal de una obra: la recibe, la cuida y la pasa a un mejor destino. No es una cosa permanente basada en el acto de poseer, sino de cuidar. Entonces siempre se pensó en qué lugar, después de estar en la colección, estas obras tendrían un mejor hogar; dónde podrían cumplir mejor esa misión que se les dio estando en la colección. El MoMA es la colección de referencia del arte moderno. Es la colección que de alguna manera escribe o traza la historia del arte por su gran acervo, por las actividades, por su importancia. Siempre había sido un sueño que estas obras, al entrar en el museo, pudieran tener el contexto global que se les buscaba. Que un Lygia Clark pudiera estar colgado al lado de un Mondrian. Esos son dos artistas que se relacionan íntimamente. Estando la primera solo en una colección en Latinoamérica sería muy difícil, o se limitaría mucho, la posibilidad de reinterpretación y de impacto sobre esa historia canónica a la que podría pertenecer. Por eso, y desde hace mucho tiempo, se pensó en el MoMA como el lugar ideal. De ahí la creación de un centro de investigación. Su fin es que las obras tengan siempre un contexto intelectual para así facilitar y estimular nuevas lecturas de la historia del arte moderno que incluyan a Latinoamérica como una parte integral y orgánica de la historia. A CPPC nunca le interesó hacer o apoyar un museo de arte latinoamericano, sino un museo de arte moderno en el cual Latinoamérica fuera una parte esencial de la historia.

Semana.com: ¿Y cómo impacta entonces esta donación?

G. P.: Lo que esta donación hace es contar de una manera muy, muy completa el desarrollo, en este caso, de la abstracción geométrica en los cuatro lugares donde el movimiento de abstracción geométrico tuvo un auge fuerte y muy organizado. Esta donación cuenta la línea de esa historia, y a la vez ciertos factores con mucha profundidad. El MoMA tendrá ahora la posibilidad, casi, de hacer mini retrospectivas desde su propia colección, de ciertos artistas como lo son Lygia Clark, Alejandro Otero, Willys de Castro. De varios el MoMA no tendrá solo una obra de cada uno, sino un buen conjunto para que también los curadores del propio museo entiendan el desarrollo de cada artista.

O sea que, si se compara con otras, esta es una donación particularmente grande.
Glenn Lowry, el director del MoMA, dijo que es un regalo transformador (“transformative”). Él ha dicho que esta donación, en el campo del arte latinoamericano, es sin duda la más importante, y dentro de la historia del museo es una de las más importantes.

Semana.com: ¿CPPC tiene en su colección obras de artistas colombianos?

G. P.: A muy temprana edad Patricia viajó a Colombia. Tenía mucho interés en su arte, sobre todo de la época de los años 70 y 80. Además entre Venezuela y Colombia había bastante diálogo en ese entonces. Te doy algunos nombres que recuerde en este momento: Óscar Muñoz, Ramírez-Villamizar, Carlos Rojas. Y no solo abstractos, también están José Antonio Suárez Londoño, Bernardo Ortiz, Lucas Ospina y Natalia Castañeda, para hablar de los más contemporáneos. Esos son algunos. CPPC tiene una colección bastante amplia de autores colombianos.

Semana.com: ¿En qué va a consistir el centro de investigación que se abre tras esta donación?

G. P.: El centro en realidad viene a garantizar un proceso que ya estaba muy activo en el museo. Hace unos años surgió una iniciativa interna que se llama C-MAP, un programa enfocado en tres áreas: Latinoamérica, Japón y Europa oriental. La idea es que el equipo del museo pueda investigar y entender mejor esos contextos, donde se supone que hay una laguna en la colección y en el conocimiento. Lo que viene a hacer el centro nuevo es tomar ese modelo, garantizarlo en el futuro con un presupuesto que no va a estar sujeto al del museo y garantizará que se organicen seminarios, simposios, encuentros, residencias investigativas y artísticas, publicaciones… Toda una amplia gama de actividades a través de las cuales se puede profundizar en la comprensión del arte latinoamericano en un contexto global.

Semana.com: ¿Dónde estará ubicado el instituto y cómo se financiará?

G. P.: Estará ubicado en las instalaciones mismas del MoMA y el dinero provendrá de un fondo de inversión cuyos intereses garantizarán el presupuesto anual del instituto. Es permanente. Es una inversión protegida por la ley que no puede usarse para otro fin.

Puede ver la galería en: La donación al MoMA en imágenes