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| Foto: Daniel Reina

IMPRESOS

La hora de los independientes

La Fiesta del Libro de Medellín demostró que las pequeñas editoriales colombianas ganan espacio en el mercado con propuestas novedosas y autores menos reconocidos.

24 de septiembre de 2016

Hace diez años la industria editorial estaba en pánico. Algunos expertos pronosticaban que los libros impresos desaparecerían a mediano plazo, y el surgimiento del libro digital, junto con la popularidad de internet parecían darles la razón. La tecnología, además, ya estaba cambiando la forma de hacer periodismo, de pagar los servicios y de consumir música, y muchas editoriales tenían miedo de correr con la misma suerte de las tiendas de discos, en crisis por la aparición de la música online.

Pero hoy el panorama es muy diferente al cuadro apocalíptico que muchos pintaron. Los libros impresos pasan por un buen momento y el formato digital no atrapa tantos lectores como se esperaba. Solo en Colombia la industria vendió cerca de 37 millones de ejemplares el año pasado y en las ciudades intermedias abundan las ferias del libro y los eventos dedicados a la lectura. Pero lo más destacado es que en medio de ese panorama un grupo de editoriales pequeñas, hechas con las uñas, han logrado romper las barreras y entrar a los mercados dominados por los grandes grupos editoriales.

“Es un momento de oro. Colombia siempre fue potencia en impresión y no en consumo, pero ahora el mercado colombiano está viviendo un cambio”, cuenta John Naranjo, director de Rey Naranjo, una de las editoriales independientes surgidas a comienzos de esta década en Bogotá. Su sello, como el de Laguna Libros, Tragaluz, Sílaba, Frailejón, Ícono y El Peregrino, entre otros, ha logrado encontrar un espacio importante en la industria colombiana del libro. Tanto que en la Fiesta del Libro y la Cultura, llevada a cabo la semana pasada en Medellín, hubo un pabellón en el que participaron 100 editoriales independientes, de las cuales 38 eran colombianas. Los organizadores estiman que todas vendieron entre 80 y 100 millones de pesos.

A contracorriente

Aunque no hay un dato exacto acerca de cuántas editoriales independientes hay en Colombia, en el sector dicen que son alrededor de 50. La mayoría nacieron a comienzos de este siglo cuando las editoriales más grandes se fusionaron entre ellas. El mapa editorial del continente, que antes mostraba una gran variedad de empresas provenientes de varios países, quedó dominado por dos grandes grupos: Penguin Random House y Planeta.

“Esas grandes editoriales empezaron a trabajar más en función de lo financiero y se concentraron en los grandes autores. De ahí surgieron las independientes, que tomaron a esa generación de escritores que ya no tenían dónde publicar y aprovecharon varios de los temas que las grandes descartaban”, cuenta David Roa, director de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes y fundador de La Madriguera del Conejo, una librería bogotana que vende varios de los títulos publicados por estas empresas.

Algunas de las pequeñas editoriales lograron encontrar la sostenibilidad financiera a punta de tirajes más reducidos –de 300 a 1.500 libros por edición–, autores poco conocidos y ediciones arriesgadas en las que el diseño es parte fundamental para atraer al lector. Frailejón, por ejemplo, le apuesta a los libros con papel importado y encuadernados de forma artesanal con materiales como la tela.

Otras han rescatado géneros que eran marginales en Colombia, como la poesía, el ensayo y la novela gráfica. Esta última, así como el cómic, se beneficia desde 2013 de la Ley del Libro (no eran considerados libros), que le otorga beneficios tributarios, lo que redujo el costo de producirla. Desde entonces han salido publicadas varias historias en ese formato, como la de Los once (Laguna), que trata sobre el holocausto del Palacio de Justicia, o Chico & Rita (Rey Naranjo) sobre el amor de un pianista y una cantante cubana.

Así, las pequeñas editoriales encontraron un nicho de lectores interesados y fieles que están pendientes de sus novedades y de sus catálogos, y que poco a poco ha ido creciendo. La mayoría de ellas, además, les prestan servicios editoriales a otras empresas, lo cual les sirve para recibir más ingresos y financiar la operación. El Peregrino, por ejemplo, asesora eventos culturales, y Laguna, Tragaluz y Sílaba hacen libros o cartillas por encargo.

Todas, además, descubrieron que cada vez que trabajan articuladas impactan mejor el mercado. Destiempo, Jardín, El Peregrino, Laguna Libros, Luna Libros, La Silueta y Editorial Robot, por ejemplo, se unieron y crearon una distribuidora llamada La Diligencia, que desde entonces se encarga de llevar en paquete los productos de 17 editoriales. Así, han forjado una buena relación con las librerías. Tanto las grandes (que tienen presencia a nivel nacional), como las más pequeñas, que cada vez son más en ciudades como Bogotá y Medellín. De hecho, ocho editoriales y cinco librerías hacen parte de ‘La ruta de la independencia’ y comparten los gastos durante algunas ediciones de la feria del libro de Bogotá (Filbo).

Además, como el fenómeno de las editoriales independientes también ha crecido en otras partes del mundo, en algunos casos hacen acuerdos con empresas de Argentina, México y España para llevar los libros al exterior y dejar a mejor precio los derechos de publicación. Ese trabajo ha dado frutos y algunos de los proyectos independientes ya han tenido éxito comercial. Memoria por correspondencia -un libro de Laguna Libros que recopila las cartas que la artista bogotana Emma Reyes le escribió al historiador Germán Arciniegas- se convirtió en fenómeno de ventas que causó sensación en Colombia y llegó a 17 países. Al igual que la novela gráfica Gabo: memorias de una vida mágica, de Rey Naranjo, que llevó la vida del nobel colombiano al cómic.

“Eso ha generado algo muy interesante. Ahora Alfaguara (que hace parte de Penguin Random House) y otros sellos de los grandes grupos editoriales están apostándoles a nuevos autores y nichos que cogieron las editoriales independientes y sacan ediciones con diseño y tipografía arriesgada”, cuenta Juan David Correa, director de la revista Arcadia y uno de los fundadores de El Peregrino. Además otras personas que vieron que sí es posible tener editoriales pequeñas se están arriesgando a crear sus propias empresas. Pero el reto sigue siendo enorme, pues el mercado editorial es duro y no todas las que nacen sobreviven.

Para los editores, sin embargo, la filosofía de este tipo de empresas va más allá de lo comercial. “Nuestro objetivo no es hacernos ricos, ni sacar ‘best sellers’, sino publicar los libros que nos parecen interesantes. Lo hacemos por gusto, porque amamos los libros y valoramos la importancia de este trabajo”, dice Lucía Donadío, editora de Sílaba. Con ella coinciden la mayoría de los dueños y directores de las editoriales, quienes piensan que su trabajo es una propuesta más cultural que económica y que lo más importante es publicar nuevos autores y dar a conocer propuestas que de otro modo el público nunca conocería.

Gracias a eso hoy el mercado editorial colombiano es mucho más diverso y los lectores cada vez tienen más opciones para leer y disfrutar. Parece que, por ahora, el apocalipsis editorial está cada vez más lejos.