Home

Cultura

Artículo

La embarcación de Guillermo Cubillos siempre rondó su mente. La empezó a escribir en los años cuarenta y la terminó en 1967. En realidad, sus abuelos no le contaron la historia. | Foto: Festicumbia

MÚSICA

La leyenda de cómo, por qué y cuándo, José Barros escribió ‘La piragua’

La cumbia insignia sonó por primera vez en 1969, pero José Barros empezó a gestarla desde cuando el compositor, a los 8 años, vio navegar por el Magdalena una canoa al mando de un cachaco vestido de blanco.

24 de agosto de 2019

Nicanor Pérez Cogollo, Próspero Esparragoza y los hermanos José y Adriano Barros tenían la costumbre de juntarse algunas tardes para ir a nadar al río Cesar. Cada tanto veían aparecer una canoa inmensa, con un hombre de sombrero y traje blanco arriba de ella. La movían ocho bogas morenos, color majagua.

Los niños, de entre 8 y 9 años, subían a la embarcación a coger plátanos y yucas, como en una especie de juego de chapoteadas y zambullidas, para luego llevarlos a la casa. Esa imagen de la canoa duró grabada casi dos décadas en la cabeza de uno de ellos, hasta cuando la volvió canción.

José Barros, finalmente, conoció la historia de Cubillos a los 15 años, cuando charló con él en varias ocasiones. Así nació La piragua, una de las 800 composiciones del maestro.

El elegante personaje era Guillermo Cubillos, navegante y comerciante nacido en Chía, Cundinamarca, en 1863, quien, luego de transportar mercancías entre El Banco y La Dorada, decidió radicarse en Chimichagua, Cesar, donde formó su familia. En 1919, el cachaco construyó una embarcación en madera, de más de 10 metros de largo y 3 de ancho, con el fin de llevar productos entre “El Banco, viejo puerto, y las playas de amor en Chimichagua”. Le puso Isabel Helena, en honor a dos de sus hijas.

José Barros, finalmente, conoció la historia de Cubillos a los 15 años, cuando charló con él en varias ocasiones. Así nació La piragua, una de las 800 composiciones del maestro, tal vez de las más consentidas y queridas, que el fin de semana pasado celebró oficialmente su mitad de siglo en el Festival Nacional de la Cumbia, en El Banco, Magdalena, en su edición 35.

“‘La piragua’ es una historia bonita que hace parte de los recuerdos y vivencias de mi papá en su niñez”, dice Veruschka Barros. Ella forma parte de los nueve hijos que tuvo el maestro con sus tres parejas estables: Tulia Molano (la única con la que se casó), Amelia Caraballo y Dora Manzano.

Katiuska Barros, la hija mayor de la última unión amorosa del maestro, y hermana de Veruschka, dice que La piragua nació porque José Barros pensaba que su pueblo no tenía una canción que lo identificara. “Y nada mejor que plasmar esos recuerdos de niñez sobre esa embarcación que llegaba desde Honda por el Magdalena hasta El Banco, llevando mercancías. Cubillos le contó toda su historia como navegante, pero también su vida, cómo se enamoró en Chimichagua, se casó y construyó una nueva chalupa para transportar productos entre ambos pueblos”.

Puede leer: Colombia al Parque 2019 y una programación digna del Bicentenario

Al contrario de lo que se cree, Barros se inspiró en El Banco, pero terminó de escribir la canción en un cafetín de Bogotá, sobre la carrera Séptima.

Música en la cabeza

José Barros pasó su niñez y adolescencia viendo cruzar la chalupa de Cubillos por las aguas del Magdalena y el Cesar. Su padre, José María Barros, de sangre portuguesa, y su madre, Eustasia Palomino, descendiente de indígenas pocabuyes, tuvieron cinco hijos. El progenitor falleció cuando el maestro era muy pequeño, y por eso empezó a trabajar para llevar centavos a la casa. Estudió hasta cuarto de primaria. Fue embolador, vendedor de almojábanas y pescador, y les cantaba a los más pudientes del pueblo en el parque central de El Banco, conocido como Telecom. Poco a poco, de forma empírica, aprendió a tocar guitarra. Compuso su primera canción a los 12 años: La nena, dedicada a un amor de niñez.

A los 17 años partió rumbo a Santa Marta para prestar el servicio militar y, al regresar a El Banco, su alma de aventurero le ganó y emprendió un largo viaje. Empezó en Segovia, Antioquia, donde fue minero, y un año después llegó a Medellín, atraído por el tango. Allí ganó un concurso musical con la canción El minero. También estuvo en Cali y Barrancabermeja.

En los años cuarenta, acompañado solo por su guitarra, llegó a países como Argentina, Perú, México, Chile y Brasil. En tabernas y prostíbulos trabajó cantando sus composiciones. Luego eligió como hogar a Bogotá, donde se percató de la acogida que tenía la música de su terruño.

Iba y venía a la costa para inspirarse en sus paisajes, ríos, mujeres y personajes cotidianos. Así nacieron El gallo tuerto, Las pilanderas, La llorona loca, Navidad negra y El pescador, grandes canciones interpretadas por artistas de la época y exitosas en Latinoamérica.

Pasaron casi dos décadas hasta que la terminó, en 1967. “Me contó que una tarde, cuando estaba sentado en el muelle fluvial de El Banco, recordó con fuerza a Guillermo Cubillos y su piragua. Entonces decidió culminar la escritura y partitura.

La embarcación de Guillermo Cubillos siempre rondó su mente. La empezó a escribir a finales de los años cuarenta, pero no la culminó, tal vez por una premonición oculta que indicaba que aún no era el momento.

Pasaron casi dos décadas hasta que la terminó, en 1967. “Me contó que una tarde, cuando estaba sentado en el muelle fluvial de El Banco, recordó con fuerza a Guillermo Cubillos y su piragua. Entonces decidió culminar la escritura y partitura. Eso la hace más especial, ya que no nació como sus demás composiciones. Fui testigo de su magia creadora: le bastaba con sentarse y empezar a crear, con una rapidez casi que inmediata, la letra y música de sus canciones. Pero con ‘La piragua’ fue distinto, le rondó la cabeza desde niño y pasaron más de 40 años para que la terminara”, dice Veruschka.

Esta banqueña, la hija del medio de los tres que Barros tuvo con Dora Manzano (los otros dos son Katiuska y Boris), recuerda que su padre les contaba a los medios que en 1967 una disquera le solicitó una cumbia, música escuchada con fuerza en el interior, y él les entregó La piragua.

“Mi papá le dijo a la disquera que tenía una cumbia muy bonita. Pero al poco tiempo se la devolvieron. El gerente le respondió que la canción era muy poética y romántica, y que querían algo más pachanguero. Entonces le contestó que no era el tiempo de su canción y que sería en otra oportunidad”.

Le puede interesar: “No creo en la política dentro del arte”, Caetano Veloso

Una de las composiciones más queridas por los colombianos celebró oficialmente su medio siglo en el Festival Nacional de la Cumbia, en El Banco, Magdalena.

La piragua siguió dormitando por un par de años más, hasta que en 1969, hace 50 años, la grabó por primera vez el trío de vallenatos Los Inseparables, en una versión que no le gustó a su compositor. “Él imaginaba la canción de su niñez interpretada por una gran orquesta. A los pocos meses, llegó a manos del gerente de otra disquera, Hernán Restrepo, quien le dijo que sería un éxito mundial. El cantante Gabriel Romero le puso su voz, y dejó totalmente satisfecho a mi papá. Siempre dijo que esta fue su versión favorita”, comentó Veruschka.

Ella nació cuatro años después de la primera difusión de La piragua en la radio. Benito Barros, como lo conocían en El Banco, le dio a conocer desde muy pequeño anécdotas, mitos e historias sobre la obra.

Veruschka desmiente lo que la mayoría de personas piensa sobre el inicio de la canción: ‘me contaron los abuelos que hace tiempo’. “‘A mi no me contaron nada mis abuelos’, les decía a los periodistas. Era una referencia para explicar un recuerdo de su niñez, cuando la conoció en esos chapuzones con sus amigos”.

Sobre si La piragua fue fruto de la interpretación de un sueño caribeño o escrita totalmente en El Banco, añadió: “Le tomó tiempo. La idea se materializó en los sesenta cuando viajaba de Bogotá a El Banco para visitar a sus amigos y retroalimentarse. En esa época fue que, sentado en el muelle, tuvo el recuerdo más vívido de ‘La piragua’ de Cubillos. Pero fue finalmente en un cafetín en Bogotá, sobre la carrera Séptima, donde terminó la canción”.