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| Foto: Foto: Fundación Festival de la Leyenda Vallenata

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Los amigos de Rafael Escalona

Las buenas relaciones públicas del maestro del vallenato le ayudaron a posicionar a la música del Caribe como ícono de toda Colombia.

Luisa Gómez
24 de abril de 2017

Por Luisa Gómez

En un comienzo, solo los campesinos y vaqueros gozaban el vallenato en la llamadas colitas o las fiestas que organizaba la servidumbre en el patio de las casas del Cesar. El género tenía tan mala reputación, que cuando se levantó el Club Valledupar en los años cincuenta, en el prestigioso lugar estaba prohibido tocar la música hecha con acordeón.

Por eso, Rafael Calixto Escalona Martínez tomó por sorpresa a más de uno en su época con el sitial de honor que llegó a ocupar. Mientras la mayoría de los juglares vallenatos murieron sin recibir un solo reconocimiento, Escalona conquistó con sus cantos la popularidad nacional desde muy joven. Para ello ayudó haber sido el primer compositor vallenato que pasó por la escuela.

En efecto, Escalona gestó sus primeros cantos en el Colegio Loperena de Valledupar, donde surgieron de su inspiración El profe Castañeda, La mensajera y La molinera. Y como era un hombre de muchas amistades, no pasó mucho tiempo para que su fama saliera de su natal Patillal y llegara al Valle de Upar.

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Cuando apenas tenía 15 años, un joven de su misma edad, Alberto Fernández Mindiola, a quien conoció en el Loperena, ya cantaba sus canciones en Atánquez, actual corregimiento de Valledupar. “Los acordeoneros iban de pueblo en pueblo, en burro, cantando las canciones que sonaban en La Provincia. Así me aprendí ‘La mensajera’”, cuenta Fernández.

Como el Loperena solo tenía hasta tercero de bachillerato, Escalona continuó sus estudios en el Liceo Celedón de Santa Marta, en el cual nacieron sus composiciones más populares: El testamento, La Maye y El hambre del Liceo. En opinión de Darío Pavajeau, íntimo amigo del compositor, “en Santa Marta Escalona comenzó a hacer amistades con los hijos de los políticos más prestantes del Magdalena Grande”.

En 1954, Discos Tropical se interesó por grabar el primer disco de Escalona que marcó un antes y un después en la música del maestro



Años más tarde, en Barranquilla, en 1946, Alberto Fernández conoció a Julio Bovea. “Hombe, yo vengo de Valledupar y me sé todas las canciones de Escalona”, fue lo primero que dijo Bovea. Solo eso bastó para que una semana más tarde esos temas, interpretados en guitarra por Bovea y sus Vallenatos y cantadas por Alberto Fernández, sonaran en Emisoras Unidas tres veces a la semana, de 7:30 a ocho de la noche.

En 1954, Discos Tropical se interesó por grabar la música de Escalona, interpretada por Bovea y sus Vallenatos. Los cantos vallenatos de Escalona, se llamó ese primer disco, que incluía La casa en el aire, La patillalera, La brasilera, La resentida y otros 14 cantos del compositor de Patillal. Ese disco marcó un antes y un después en la música del maestro y fue un éxito en ventas. “Escalona casi se convierte en un género musical. ‘Cánteme un Escalona’ pedía la gente de la capital, porque no sabían cómo se llamaba esa música”, cuenta Ciro Quiroz, escritor y folclorista.

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Gracias a su música, Escalona empezó a codearse con las altas esferas de la sociedad colombiana, con las que, además, resultó muy bien relacionado. En 1966, Alfredo Riascos Labarcés lo invitó al Palacio de Nariño durante el mandato de Guillermo León Valencia. Por primera vez la música vallenata sonó en la Presidencia de la República. Esa parranda significó la entrada del vallenato, por todo lo alto, a la capital y al resto de Colombia. De ese encuentro quedó un canto: La garra del águila, de Armando Zabaleta.

Tras ese histórico suceso, hay quienes afirman que Rafael Escalona se convirtió en un visitante frecuente de Palacio, pero además, que entabló amistades con todos los presidentes. Le compuso cantos a más de uno, como López es el pollo, dedicado a su amigo de toda la vida, Alfonso López Michelsen; El General, a Gustavo Rojas Pinilla, y El godo decente, a Belisario Betancur. Este último recuerda con cariño al patillalero y afirma: “Escalona fue el gran compositor de la música vallenata y, por lo tanto, el relacionista nacional e internacional más completo de esta”.

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En 1968 nació el departamento del Cesar y no cabe duda de que sus promotores no hubieran tenido éxito si el gobierno central no hubiese conocido la música de esas tierras gracias a Escalona. Ese mismo año nació el Festival de la Leyenda Vallenata y el escenario para hacer su presentación en sociedad fue precisamente el Club Valledupar, ocupado ahora no solo por acordeones, sino también por cajas y guacharacas.

Los años pasaron y la figura de Rafael Escalona se consolidó hasta convertirse en la imagen internacional del vallenato que cruzó todas las barreras. En 1991, los más jóvenes se acercaron a la música de acordeón gracias a la serie televisiva Escalona, que también lanzó a la fama a Carlos Vives.
En 2009, el mismo año en que falleció Rafael Escalona, el Senado declaró su música Patrimonio Cultural y Artístico de la República. Quedó claro que, como afirma Julio Oñate, compositor e historiador, “Rafael Escalona fue el caballero andante que con la espada de sus cantos y el escudo de sus versos, logró encantar a la gente y la puso a escuchar vallenato”.