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"La economía naranja es una novela de ficción": Claudia Morales

Claudia Morales dejó de lado la intensidad de la vida periodística para embarcarse en el mundo de los libros. Cuando se mudó a Armenia y fundó Árbol de Libros, su encantadora librería, jamás se imaginó que pocos años después una pandemia la llevaría a la quiebra.

6 de junio de 2020

SEMANA: ¿Qué la hizo saltar del éxito periodístico a la aventura de abrir una librería? Usted ha dicho que el nacimiento de su hija Isabela tuvo mucho que ver

Claudia Morales: Cuando nació Isabela, que hoy está por cumplir once años, me encontré con el mundo de la literatura infantil. Eso a mí no me había tocado, pues en mi casa mis papás no me leían cuentos para niños. De hecho, yo descubrí la lectura en la biblioteca de mi abuela, pero ahí había textos para adultos. Luego, Isabela entró al jardín infantil de Yolanda Reyes, que tenía una “bebeteca” donde los niños podían ojear los cuentos. Ahí terminé fascinándome con los autores de ese género literario. Entonces pensé que sería lindo tener un lugar así, creado por mí, pero que fuera no un jardín sino una librería para niños. Además de eso, estaba cansada de vivir en Bogotá y algo decepcionada del periodismo, oficio que había sido mi vida, en ese momento, durante 22 años. No estaba feliz con lo que estaba haciendo, y eso es al margen de La Luciérnaga, lugar que adoré hasta el último día, y pensaba que había llegado el momento de tomar distancia de esa obligación diaria que ya no me estaba permitiendo aportarle a la comunidad como yo quería. Me armé de valor, renuncié a La Luciérnaga y duré un año entrenándome para empezar este proyecto. Árbol de Libros abrió sus puertas el 3 de julio del año 2018.

SEMANA: Algo fuerte tuvo que haber pasado para dejar atrás el oficio que ejerció con pasión durante tanto tiempo…

C.M.: Tengo que decir que fue una sensación que se me metió de manera muy fuerte desde hace años. Estando en las regiones me di cuenta de que el periodismo estaba dedicado a contar el relato de lo que pasaba en Bogotá, de las pujas de poder, y no las historias del país profundo. Me empezó a molestar eso de estar pendiente de los tres o cuatro senadores que siempre suenan o de los candidatos a cualquier cosa. Esa relación con las fuentes oficiales que se ha desarrollado en los medios inevitablemente genera presiones políticas que ya no iban más conmigo. No soy una persona de carácter dócil y tenía que buscar algo que sí me llenara, que me hiciera feliz.

SEMANA: Tanto los medios como los libros son sectores que están en crisis desde hace tiempo. ¿No le dio miedo la posibilidad de pasar, como dicen por ahí, de Guatemala a “Guatepeor”?

C.M.: Claro que sentí mucho miedo. Pero esa había sido justamente la emoción que me paralizó durante tanto años y tenía que vencerla. Por supuesto que estar empleado por alguno de los grandes medios da cierta sensación de seguridad y abre puertas. Además te garantiza un sueldo mensual si cumples con tu trabajo. Pero empecé a cuestionar si valía pa pena vivir con esa sensación algo vacía y tuve que abandonar el estado de complacencia. Mi esposo fue clave en todo ese proceso. Me convenció de que tenía que confiar en lo que hasta ahora había construido y me hizo entender que podía volar sola. Cuando pude superar ese miedo, llegaron unos nuevos.

Ahora tenía que enfrentarme al reto de hacer empresa, que en este país es una labor muy solitaria. Pedir préstamos, pagar intereses, cumplir con la nómina, conseguir clientes y tener el cuero para aguantar esa presión. Lo que nunca me imaginé fue que se iba a venir una pandemia encima y que por eso el negocio se iba a quebrar. Pero bueno, arrancamos y aquí estamos.

SEMANA: De alguna manera la librería existe porque existe su hija. ¿Isabela está al tanto del difícil momento que atraviesa el negocio?

C.M.: Ella entiende y tiene claro que su mamá ha sufrido mucho con la quiebra de la librería. En estos 81 días que Isabela lleva encerrada me ha visto llorar en 3 o 4 ocasiones cuando me pongo a pensar si llegó el final de esta aventura. Si es el momento de cerrar. Ella sabe que yo estoy viviendo de un préstamo y de mis ahorros y que gracias a eso pudimos mantener a los dos empleados que tenemos aquí. Isabela me había dicho que en vacaciones de mitad de año quería venir a trabajar y a ayudarme marcando libros, o facturando en la caja. Le dije que no se podía porque los niños tienen que estar encerrados hasta agosto. Eso, saber que no puede venir a ayudarme, le dio muy duro a ella y a mí también.

SEMANA: Los libros no son un negocio fácil. Antes de la pandemia, ¿Arbol de Libros ya había alcanzado la estabilidad financiera?

C.M.: Yo abrí este negocio porque tengo la convicción de que la gente sí lee. El 3 de julio del año 2018 abrimos y el cierre de ese mes de ventas nos dio el equilibrio financiero perfecto para poder pagar todos los gastos de la librería. Los empleados, los servicios, la administración y el arriendo. Eso para mí fue un logro extraordinario. Y desde entonces, hasta el 16 de marzo de este año que fue cuando tuvimos que cerrar por la pandemia, la librería siempre fue un negocio exitoso. Nosotros nunca pasamos un día sin vender libros. Las deudas venían por razones diferentes. Es decir, nosotros ya veníamos cargados de deudas porque para poder armar el negocio teníamos que endeudarnos.

SEMANA: ¿Han pensado en el modelo de las ventas en línea?. Sin coronavirus todo era presencial pero ahora habría que pensar en esa posibilidad…

C.M.: Nosotros no teníamos un catálogo virtual, no habíamos sentido la necesidad. Todo ocurría en la librería. Cómo somos un negocio pequeño, habíamos priorizado otros gastos. Yo siempre he pensado que el gran encanto de una librería es el contacto que uno tiene con la gente. En eso nos habíamos enfocado y la cosa estaba funcionando. Pero claro, la pandemia nos agarró fuera de base.  Aquí no pudo venir nadie hasta hace muy poco tiempo y no tener catálogo virtual nos bajó a cero las ventas de marzo, abril y mayo.

SEMANA: ¿Cuál es la situación financiera de la librería hoy?, ¿Cómo fue volver después de 2 meses y 4 días de cierre?

C.M.: Está quebrada. Cuando tu tienes un negocio quebrado tu único recurso son las ganas y la fuerza de seguir porque plata ya no hay.Desde que volvimos a abrir para atender los pedidos y envíos a todo el país, yo me paso el día entero frente a un computador buscando clientes y respondiendo correos y mensajes de redes sociales. Ahora me inventé una fórmula que son las asesorías por Skype. Eso me ha funcionado muy bien con los clientes que están buscando un servicio especializado o que quieren dar un regalo a un ser querido y no tienen claro qué escoger.Yo me siento con ellos en una llamada virtual, les muestro la librería, conversamos y los asesoro. Con eso he logrado una experiencia muy cercana con la gente, que en últimas es lo que se busca en una librería. Yo misma quedé sorprendida con el éxito que ha tenido ese modelo, y no puedo todavía creer los buenos resultados de ventas que hemos logrado en estos pocos días.

SEMANA: Ese esquema suena bien pues los niños y los abuelos, que son sus principales clientes, van a estar encerrados muchos tiempo.

C.M.: Así es. Si bien el centro comercial abrió el 2 de junio con un aforo del 30 por ciento, no pueden venir niños, no pueden venir viejitos y tampoco familias. Eso quiere decir que este lugar va a estar solo durante mucho tiempo. Creo que tenemos que adaptarnos con mucha tranquilidad a los nuevos tiempos. Porque de otra manera, si no reconocemos que la vida nos cambió, nos va a costar mucho trabajo seguir adelante. En este momento mi principal recurso ha sido descubrir habilidades que ni siquiera sabía que tenía. Como en este momento no tengo plata, no me queda otra que echar mano del ingenio.

SEMANA: El suyo es un negocio pequeño. ¿Ha sentido las ayudas económicas para aliviar la crisis que han sido tan pregonadas por el gobierno?

C.M.: No. Lo único, fue un pequeño alivio en la carga de la seguridad social de los empleados. De resto nada. Di una pelea muy intensa cuando el gobierno publicó el primer decreto ofreciendo el apoyo para la nómina de las empresas. Y la di con la certeza de que yo no me beneficiaría. Yo soy empleada de la librería, mi esposo es el administrador, y tenemos dos personas más que nos ayudan. Con eso seríamos 4 empleados y tendríamos derecho al beneficio del que habla el gobierno. Pero como mi esposo y yo también somos dueños, no pudimos clasificar para las ayudas del Estado. Sabía que no clasificaba, pero me parecía injusto que el gobierno estuviera ofreciendo una ayuda a una cierta categoría de empresarios y hubiera dejado por fuera a los que son la mayoría de empresarios en este país.

SEMANA: ¿Y la economía naranja?. Se supone que impulsar las industrias creativas era una de las principales banderas del gobierno…

C.M.: La economía naranja es una cosa de la que se dicen cosas simpáticas en los foros. Y sí, cosas que suenan bonito. Pero eso en la práctica no ha servido para nada. Creo que si hablas con cualquier persona que trabaje en temas de cultura como editoriales, librerías, teatros, o conciertos, te va a decir lo mismo. La economía naranja es un cuento perfecto para escribir una especie de novela de ficción.

SEMANA: Las cosas han empezado a abrirse poco a poco. ¿Como se ve el futuro de la librería?

C.M.: Ahora es muy difícil hacer cálculos. Este impacto va a durar mucho tiempo y en un país como Colombia la gente priorizará sus gastos y buscará solo lo necesario. Lo que necesite para sobrevivir. Yo sé que en un país como este los libros son un mercado de lujo y eso nos pone en una situación difícil. No me cabe duda de que muchas empresas van a cerrar. Pero nosotros vamos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para seguir adelante.

SEMANA: Ser empresaria no es fácil y menos en medio de una crisis económica mundial. Mirando hacia atrás, ¿Extraña su vida de antes?

C.M.: Para nada. Adoro el periodismo, eso es algo que llevo en las venas y que, en mi caso, siempre seguiré ejerciendo. Solo que ahora lo hago con absoluta libertad y sin estar atada a los afanes de la noticia diaria. Es imposible que yo piense en la vida sin ser periodista. Y, ahora, soy también librera en aprendizaje y eso me llena y me hace feliz.