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Dos discos póstumos, de Jimi Hendrix y John Coltrane, salieron al mercado este año con material que los artistas dejaron incompleto cuando aún estaban vivos.

MÚSICA

Los álbumes póstumos

Una pesquisa en los archivos de las disqueras nos ha permitido, en los últimos meses, escuchar canciones desconocidas de grandes artistas del pasado.

Juan Carlos Garay
7 de julio de 2018

El pasado mes de junio, los amantes del jazz en todo el mundo recibieron una noticia inesperada: fue encontrada una cinta magnetofónica que contenía una sesión de grabación del saxofonista John Coltrane. Hallazgos así son raros y fascinantes. Coltrane falleció hace cinco décadas y muchos creíamos que ya habíamos escuchado toda su producción, que de hecho es bastante numerosa. El descubrimiento sugería que podíamos conocer un lado más del poliedro, quizá un nuevo aspecto de su musicalidad.

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Tanto la familia de Coltrane como los ejecutivos del sello Impulse autorizaron la publicación en tiempo récord, y el disco acaba de ver la luz. Se llama Both Directions At Once y fue grabado en marzo de 1963 por el que se ha llamado el “cuarteto clásico” de Coltrane. Es decir que al saxofonista lo acompañan los mismos músicos con los que grabó el más elogiado de sus álbumes, A Love Supreme. A pocas semanas de su lanzamiento, no se han hecho esperar los comentarios entusiastas. El más bello, quizá, es el de su amigo el saxofonista Sonny Rollins, quien escribió que escuchar esta grabación “es como encontrar una nueva recámara en la Gran Pirámide de Egipto”.

Pero, más allá del entusiasmo por lo inesperado del álbum, ¿cuál es su contenido? El sonido del saxo es Coltrane puro: intenso, de largo aliento, con notas que a veces colindan con el ruido, pero que, en conjunto, tienen una lógica poderosa. Y luego empezamos a oír las diferencias entre una pieza y otra. Una improvisación pausada de casi diez minutos, un par de temas feroces que en lugar de títulos tienen cifras (11383 y 11386, que eran números de registro interno de la disquera), incluso una alusión al compositor húngaro Franz Lehár. Son buenos momentos si se escuchan por separado, pero no alcanzan a tener la cohesión que tenía A Love Supreme. Y entonces se pregunta uno si no sería por eso que la cinta terminó archivada.

El fenómeno de los álbumes póstumos es un arma de doble filo. Parecen estar dirigidos a quienes los anglosajones llaman completistas. Sé que la palabra no existe en español, pero creo que se entiende el sentido: son aquellos coleccionistas obsesionados con tenerlo todo, absolutamente todo, lo que produjo un artista. Así es como aparecen tesoros perdidos, pero también ensayos, divagaciones, ideas inconclusas…

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El pasado mes de marzo, los amantes del rock en todo el mundo recibieron también su dosis: un álbum de Jimi Hendrix llamado Both Sides Of The Sky que contiene grabaciones hechas entre 1968 y 1970, pocos meses antes de su muerte. Se anunció que Eddie Kramer, el ingeniero original, sería el encargado de realzar el sonido a los estándares actuales, y eso sin duda fue un punto a favor. Ha sido muy emotivo verlo en entrevistas contando cómo “escarbamos en los archivos y encontramos estas joyas, este material tan excitante y crudo”. Eso termina siendo el álbum: el retrato de un Hendrix menos pulido, pero más humano.

La pregunta es si nos quedamos solo con aquellos productos terminados o aceptamos también el lado desordenado de nuestros ídolos. El periodista Giovanni Russonello escribió que los álbumes de Impulse (el sello que publicó y sigue publicando la música de Coltrane) “eran proyectos guiados por un concepto y amigables para el comprador”. Las cosas han ido cambiando, sin embargo. Aparte de la presentación, los textos explicativos y el material fotográfico, no es claro que estos sean álbumes en el sentido clásico del término. Pero, en fin, ya no se consume la música en esos términos.