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Nació en La Paila y a los 10 años su familia lo llevó a Londres. A los 33, Óscar Murillo no ha dejado de ser un migrante.

ARTE

Una nueva exposición en Cambridge prueba la vigencia de Óscar Murillo

En la galería Kettle’s Yard, de Cambridge, el colombiano brilla con Violent Amnesia, una exhibición que despliega su nivel artístico. En entrevista con The Financial Times reveló sus temas y motivaciones, y cuenta cómo sorteó la polémica que suscitó su meteórico ascenso.

4 de mayo de 2019

El colombiano Óscar Murillo hubiera podido salir quemado y resentido de la polémica que envolvió al comienzo su creación artística. Hace seis años, los coleccionistas Donald y Mera Rubell enfocaron su atención y su dinero en su trabajo. Desde ese momento, el valor de sus obras pasó del orden de 2.000 y 4.000 dólares a cientos de miles. Una de ellas –Untitled (Drawings off the wall)– alcanzó en 2013, en Nueva York, 401.000 dólares en una subasta.

En 2013, la casa Phillips aspiraba a recaudar 30.000 dólares por su pintura Untitled (Drawings off the wall). La vendieron por 401.000 dólares, lo que ratificó a Murillo como un fenómeno.

El nacido en La Paila, Valle del Cauca, se había convertido en símbolo de un fenómeno común en el arte contemporáneo, en el que algunos marchantes influyentes adquieren su obra a precios bajos, inflan al gestor y multiplican su inversión. Se habló incluso del “Murillo effect”, como si se tratara del primer artista que a corta edad conoció un tremendo éxito impulsado por los coleccionistas. En Colombia también lo discutieron. En radio, revistas, periódicos, algunos reconocieron el éxito de Murillo, mientras que otros saltaron a condenarlo como una fabricación del mercado.

Sin embargo, como confirmó el diario The FinancialTimes (FT), el precio de sus obras se ha mantenido estable con el paso de los años, lo que desvirtúa esas malas lenguas. En una entrevista con el artista, en su estudio en Tottenham, le preguntaron sobre el tema.No me voy a victimizar, pero no creo que esa negatividad haya sido justa”, respondió. Algo es claro: Murillo, de 33 años y radicado en el Reino Unido desde los 10, no se quedó anclado en esa valoración y ha seguido dando vuelo a su particular forma de arte.

Lo prueba la exhibición Violent Amnesia, que hasta el 23 de junio se toma todo Kettle’s Yard, una galería en Cambridge que muchos consideran el espacio más lindo de esa ciudad. En esta, Murillo no solo aprovecha las dos salas de la galería, también se apropia de otros espacios, como la iglesia St. Peter’s y una ventana en Castle Street. El nombre de la exhibición proviene de una obra que creó en un lapso de cuatro años, entre 2014 y 2018, y expone por primera vez.

Murillo ha seguido observando, viajando e incorporando capas a su trabajo, pero no ha abandonado los temas que lo inquietan e inspiran. Entre estos, la experiencia del migrante y el olvido colectivo sirven de base para la obra que titula la exposición. También aborda los efectos de la globalización y una injusticia social que disecciona desde su prisma particular: “Soy consciente de mi propio privilegio. Crecí en Londres, recibí educación –asegura– y eso me hace pensar en las personas que no tuvieron esas posibilidades”. Se lo toma tan en serio que en un vuelo a Sídney, en 2016, decidió destruir su pasaporte británico y botarlo por el retrete del avión. Esto, inspirado en los muchos refugiados que hacen lo mismo para reinventarse en el lugar al que llegan.

Justo después de abrir su exhibición, el premio Turner 2019 lo candidatizó junto con los artistas Lawrence Abu Hamdan, Helen Cammock y Tai Shani. El jurado destacó la manera en la que el valluno empuja los límites de los materiales, especialmente en sus pinturas: “Su trabajo incorpora una variedad de técnicas y medios como pintura, dibujo, ‘performance’, escultura y sonido, partiendo usualmente de materiales reciclados y fragmentos de su estudio. Su obra refleja su propia experiencia como desplazado y las consecuencias duras ligadas a la globalización”. La ceremonia de premiación tendrá lugar el 3 de diciembre en el museo Turner Contemporary, no en el Tate Modern de Londres, como hasta ahora.

En efecto, en su muestra Murillo despliega su gama de métodos y técnicas. En la primera galería presenta un nuevo conjunto de pinturas de su serie Catalyst (Catalizador). Para estas obras, caracterizadas por los azules, rojos y negros intensos, el artista satura un lienzo de pintura y lo cubre con otro. Luego, por medio de un palo de escoba y de todo su cuerpo, transfiere impresiones que quedan en ambas superficies, las cuales, además, Murillo libra al polvo o a sustancias que accidentalmente caigan y se integren orgánicamente al trabajo. “Lo llamé ‘Catalizador’ porque se trata de la acción y de la reacción”, dijo al FT.

En su exposición Violent Amnesia, que va hasta el 23 de junio, Murillo despliega pintura, escultura, performance. Fue nominado al premio Turner.

En la segunda galería presenta más trabajo reciente, Violent Amnesia, y adaptaciones de un formato en el que los lienzos cuelgan como una especie de bandera. En el pasado, Murillo ejecutó sus cuadros en negros monocromáticos (la 56 Bienal de Venecia, en 2015, por ejemplo). Pero para esta exhibición ha incorporado un pastiche de imágenes figurativas a color, como croquis de continentes e imágenes de pájaros. Los considera un contrapunto entre la libertad de movimiento y la experiencia humana de migrar.

En otro espacio, Murillo presenta My Name is Belisario (Me llamo Belisario), una obra en la que su padre narra su experiencia de migrante colombiano en el Reino Unido. La curaduría explica que “Belisario habla español, pero los visitantes pueden escucharlo en inglés, bengalí, árabe o francés, lenguas que se usan en las comunidades de Cambridge”. El trabajo explora cómo la experiencia individual se pierde en una cacofonía de voces y, a la vez, cómo una misma narrativa puede reflejar la realidad de muchas más personas en el Reino Unido y otras partes del mundo. A esto se suma una performance que liga los espacios de la muestra.

Murillo denuncia un sentimiento generalizado de injusticia. “Quiero liberar energía y permitir que exista sin muchas referencias a la política. Quiero pensar mi práctica como una oferta honesta a un gran público que trascienda los gestos simbólicos o performativos”. Y por su mérito, ya es justo reconocerlo.

Los añoviejos, típicos de Colombia, lo inspiraron para una instalación en la iglesia St. Peter’s, justo al lado de Kettle’s Yard, en la que cuestiona el rol del trabajador en el mundo capitalista.