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El colombiano Miguel Ángel Rodríguez juega una bola frente al egipcio Mohamed El Shorbagy, número uno del mundo, al que derrotó ayer en la final del Abierto Británico de Squash. | Foto: Archivo particular

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Sorpresa en el squash: el colombiano Rodríguez venció al número uno del mundo

En un partido de muerte, en la final del legendario Abierto Británico de Squash, el jugador bogotano Miguel Ángel Rodríguez derrotó este domingo 3 a 2 al egipcio Mohamed El Shorbagy, con lo cual pasa a la historia de ese deporte.  

Juan Carlos Iragorri, corresponsal de SEMANA
20 de mayo de 2018

Sucedió este domingo en Hull, en el este de Inglaterra, aunque parecía impensable. Mohamed El Shorbagy, el jugador egipcio que ocupa el puesto número uno en el escalafón mundial de squash, cayó en la final del Abierto Británico de Squash ante el colombiano Miguel Ángel Rodríguez, que hasta ahora se situaba en la casilla 14. Jamás un squashista latinoamericano había llegado a la final de ese torneo mítico, que se puso en marcha en el Reino Unido en 1930 y que por muchos años estuvo dominado por paquistaníes como el memorable Hashim Khan y su célebre sobrino nieto Jahangir, que, en términos futbolísticos, serían como el rey Pelé y Lionel Messi.

El marcador del partido fue 11-7, 6-11, 8-11, 11-2 y 11-9 y los últimos momentos de semejante batalla, que duró nada menos que una hora y cuarenta y dos minutos, se libraron bajo una atmósfera de suspenso, ríos de sudor y grandes emociones. En el cuarto set, El Shorbagy llegó incluso a tirarse al piso completamente agotado, cedió los puntos para tomar aire y buscó distraer a su oponente hablando con el árbitro y pidiendo que trapearan la cancha. En el quinto arriesgó todo y dominó la primera parte. Rodríguez, sin embargo, mantuvo la calma jugándole atrás una y otra vez, sin equivocarse. La gente contuvo la respiración cuando empataron a nueve. Para nadie era un secreto que el egipcio, a quien por su fuerza y capacidad de aguante llaman ‘La bestia de Alejandría’, podía sacar las uñas. Pero no. Rodríguez se impuso con excelente estado físico y la cabeza muy fría.

“Yo creo que la clave fue mi parte mental. Sé que soy capaz de hacer muy bien un ‘drop shot’ o un ‘boast’ (cuando la bola golpea en tres paredes), como los jugadores que comandan el escalafón, pero el asunto aquí es tener el cerebro dispuesto a aguantar este tipo de combates en la cancha”, le dijo Rodríguez a este corresponsal. “Hace varios meses me fijé esto como objetivo, el Abierto Británico,y con la ayuda de mi preparador físico Jorge Guerra, de mis padres y de Maxim Weither, un canadiense radicado en Colombia que me ayudó con la mente, lo logré. Hoy estuve todo el tiempo calmado”.

Rodríguez, de 32 años, venía de dos lesiones en el tobillo en los años 2015 y 2016. “Algunos pensaron que estaba acabado”, dice. Pero a base de entrenar juiciosamente salió adelante. Tanto que su nivel a lo largo del torneo alcanzó cotas muy elevadas. Venció al talentosísimo egipcio Ramy Ashour, una especie de Maradona en el squash. Trituró a un par de paisanos de Ashour, Omar Mosaad primero y Alí Farag, número dos del mundo, después. Y en la semifinal venció al alemán Raphael Kandra, un hueso duro de roer.

Haber resultado victorioso en el Abierto Británico de Squash, el campeonato más tradicional es esta disciplina y uno de los siete ‘grand slams’ de este deporte, equivale, como bien dice Rodríguez, “a ganarse el Wimbledon en el tenis”, con sus Bjorn Borgs, sus Pete Sampras y sus Roger Federer ahí metidos, o como llevarse a casa la copa de la Champions League, algo que han conseguido, entre otros, el Real Madrid, el Bayern Múnich, el Barcelona y el Juventus de Turín.

Miguel Ángel Rodríguez vuelve el martes a Bogotá y viaja casi enseguida a Guatemala. Prepara ya el torneo de Dubái, donde anualmente se dan cita los ocho mejores jugadores del mundo. Con la gesta de este domingo, debe subir al puesto 6 o 7 del escalafón, algo que no habría podido hacer tampoco sin el respaldo y el esfuerzo de Constanza Forero, su madre, que lo ha preparado físicamente por años, y de Ángel Rodríguez, su padre, uno de los mejores jugadores colombianos de los años 80 y 90 y uno de los entrenadores más consistentes de Colombia.