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El protagonista del crecimiento
Desde la pandemia, el entretenimiento ha crecido siete veces más que el promedio de la economía, convirtiéndose en la rama de mayor expansión.
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El entretenimiento ha acompañado el desarrollo de la humanidad. Las pinturas rupestres de Altamira y Lascaux, de más de 15.000 años, y las flautas de hueso de 35.000, prueban que la creatividad ha sido parte esencial de nuestras sociedades desde su origen. No obstante, durante mucho tiempo se concibió como un opuesto al progreso: mientras el desarrollo se vinculaba al trabajo y la productividad, el entretenimiento se reducía a un simple espacio de ocio sin valor. Hoy, la realidad en Colombia muestra lo contrario: lejos de ser un antagonista, se ha convertido en un verdadero protagonista del crecimiento.
Las cifras hablan por sí solas. Desde la pandemia, el sector ha crecido siete veces más que el promedio de la economía, convirtiéndose en la rama de mayor expansión. Hoy representa más del 4 por ciento del PIB, superando a sectores tradicionales como la construcción y el minero-energético. El sector emplea a dos millones de personas, casi una décima parte de la fuerza laboral.
Su inherente diversidad, además, irradia beneficios en múltiples frentes. En la música, Colombia se consolidó como exportador de estrellas globales: J Balvin, Maluma, Karol G y Shakira encabezan listas internacionales y convirtieron al reguetón, el vallenato y la cumbia en pasaporte de identidad nacional. En cine y televisión, el país atrae rodajes internacionales y produce más de 70 largometrajes al año. La industria deportiva moviliza millones en transmisiones y patrocinios, mientras festivales como Rock al Parque, Cordillera o Estéreo Picnic, junto con celebraciones como el Carnaval de Barranquilla, generan impactos que superan cientos de miles de millones. Ferias como ArtBo y distritos creativos —San Felipe— han abierto espacios a artistas y atraído visitantes nacionales e internacionales.
El crecimiento no se limita a lo tradicional. Aunque los espectáculos en vivo acaparan la atención, gran parte del dinamismo proviene de las apuestas: los juegos de azar crecen más de 50 por ciento al año y hoy representan casi la mitad del sector. También el mundo digital abrió nuevas fronteras. Plataformas como Netflix o Disney+ han convertido a Colombia en centro regional de producción audiovisual. La economía de los creadores multiplica oportunidades: millones de jóvenes producen contenido en YouTube o TikTok, con ingresos que en muchos casos superan los de la televisión abierta.
Varias razones explican este auge: incentivos tributarios y marcos regulatorios que fortalecieron el sector; acceso a internet superior al 80 por ciento, que democratiza consumo y producción cultural; el cambio de hábitos tras la pandemia, que duplicó el gasto en recreación y cultura hasta representar hoy el 10 por ciento del consumo de los hogares; y el éxito internacional de artistas, que abrió puertas a nuevas generaciones respaldadas en una diversidad cultural única.
Sin embargo, para que este dinamismo sea sostenible, hay que superar retos considerables. Una gran parte de las actividades y los trabajadores se mantienen en la informalidad. La infraestructura sigue limitada y concentrada en pocas ciudades, lo que exige inversión público-privada en escenarios competitivos capaces de atraer audiencias nacionales e internacionales. Además, es fundamental ampliar la información estadística para diseñar políticas efectivas que fortalezcan el sector.
Colombia ha convertido el entretenimiento en marca país, estrategia de desarrollo y motivo de orgullo. El desafío ahora es garantizar que este crecimiento sea sostenible y permita consolidarse como potencia no solo económica, sino también cultural y social. Solo así el entretenimiento —ese espacio tantas veces visto como obstáculo del progreso— será también garantía de futuro.