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Camilo Cuervo (Foto para columna)

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Lo peor de la reforma a la salud es la sorprendente indiferencia de la sociedad civil

Un puñado de congresistas, bañados en mermelada y motivados por sus intereses, aprobaron la nefasta reforma a la salud, acabando, de un tajo, con 30 años de evidentes y reconocidos avances sociales y en contra de más de 50 millones de ciudadanos que confiaban en ellos.

Camilo Cuervo Díaz
7 de diciembre de 2023

El martes 5 de diciembre de 2023 pasará a la historia como el “martes negro”. Claramente, fue un día luctuoso para los colombianos, en especial para los más débiles y los que más necesitan: los enfermos crónicos de todos los niveles y de todos los estratos sociales.

Un puñado de congresistas, bañados en mermelada y motivados por sus intereses, aprobaron la nefasta reforma a la salud, acabando, de un tajo, con 30 años de evidentes y reconocidos avances sociales, y en contra de más de 50 millones de ciudadanos que confiaban en ellos.

Podría utilizar estas páginas para escribir libros enteros sobre las muchísimas falencias de un proyecto de ley que resume, en poco más de 100 artículos, el decálogo ideológico y fanático de un gobierno que, quizá ganó unas elecciones con una escasa mayoría, pero no tiene patente de corso para destruir el país, sus instituciones y poner en riesgo a millones de colombianos que todos los días acceden al actual sistema de salud con calidad, oportunidad y a unos costos sorprendentemente bajos.

Esta semana le dieron un golpe mortal a un sistema mixto, con altísima inversión privada, cobertura universal, suministro ilimitado de tratamientos médicos y una calidad científica mundialmente reconocida.

Eso, precisamente eso, fue lo que se eliminó en la Cámara de Representantes ante los ojos incrédulos de los técnicos, de los académicos, de las sociedades médicas y de los colectivos de pacientes. Es verdad que se trata de un sistema que requiere mejoras, en especial en cobertura en territorios apartados del país, pero no podíamos permitir, inermes, su destrucción.

Ahora bien, si acabar con el sistema de salud es muy triste y sumamente grave para el país, lo que más duele es la indiferencia de la sociedad civil. Parafraseando a Martin Luther King, “al final, no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio pasmoso de nuestros amigos”.

Es sorprendente cómo, ante tanta insensatez, ante el tamaño de la hecatombe que se nos viene, nadie haya tenido la voluntad política y la fuerza necesaria para unir a la sociedad civil, protestar pacíficamente, detener todas nuestras actividades y exigirle al Congreso que archivara el adefesio que ayer se aprobó.

Existen contadas excepciones en la cruzada fallida en la defensa de la salud de los colombianos. Debe resaltarse el trabajo juicioso de verdaderos gladiadores, como sucede con los representantes a la Cámara Andrés Forero del Centro Democrático, Catherine Juvinao del Partido Verde, Carolina Arbeláez de Cambio Radical y Jennifer Pedraza del Partido Dignidad, quienes, desde orillas ideológicas radicalmente distintas, se unieron para defender a los colombianos.

A pesar de haber sido derrotados, su lucha y sus cientos de constancias son la base de las batallas que se darán en los siguientes debates en el Senado y en la Corte Constitucional, instituciones en las que tenemos que confiar en el momento en que el camino se ha llenado de espinas y amenazas.

Pues bien, rememorando el histórico movimiento civil que se denominó “No más Farc”, que en febrero de 2008 convocó a millones de colombianos a marchar pacíficamente para exigirle a un grupo armado que no destruyera el país, hoy es necesario que alguien, quizás todos, lideremos una protesta similar que enarbole las banderas de “No a la destrucción del sistema de salud”.

No se trata de convocar a la ruina del país con bloqueos criminales; se trata de exigirle, con decencia y contundencia, al Gobierno Petro y al Congreso que replanteen su accionar, archiven la reforma y se sienten a redactar un proyecto que construya sobre lo construido, pero que no ponga en riesgo la vida de los colombianos.

No podemos limitarnos a arremeter en contra de un proyecto de ley, también debemos concentrarnos en defender el actual sistema de aseguramiento, porque es evidente que este Gobierno lo está marchitando a pasos agigantados para generar una “crisis explícita” y forzar una reforma por la puerta de atrás, como ya lo reconocen cínicamente muchos de los funcionarios y exfuncionarios del Ministerio de Salud, incluyendo a los ministros que han liderado esa cartera en este Gobierno.

A pesar de todo, existe esperanza. Los invito a admirar la vehemencia con la que Jerome Sanabria, una estudiante de derecho de 17 años, en redes sociales, se ha enfrentado al presidente Petro y a varios de los congresistas que lo apoyan para defender la salud de los colombianos. Ya quisieran muchos políticos redomados tener ese valor civil, esa claridad de mente y esa facilidad de palabra para sentar una voz de protesta y motivar a otros a levantarse ante la ignominia.

Por ahora, desde estas sencillas palabras, hago un llamado a todos los que creemos en la institucionalidad, en la democracia y en los movimientos pacíficos de protesta, para que dejemos de lado tanta indiferencia y de una vez por todas nos organicemos para defendernos como nación. Las protestas no pueden quedarse en chiflidos y en gritar estribillos inanes en estadios y conciertos; llegó el momento de actuar.

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