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GUILLERMO VALENCIA
Raúl Ávila Forero - Foto: DIANA REY MELO

Riesgos globales que se aproximan en este 2023

La palabra clave en materia de riesgos mundiales viene siendo la ‘policrisis’ o una tendencia a la crisis compuesta, en la que diversos tipos de crisis interactúan de tal manera que su impacto global supera con creces la suma de cada parte. Ya no se habla del covid-19 en sí, sino de los riesgos inflacionarios, geoeconómicos y medioambientales como los más trascendentales y controversiales para este nuevo año.

Por: Raúl Ávila Forero

De cara a este nuevo año que inicia, el Foro Económico Mundial (FEM) ha consolidado un nuevo conjunto de riesgos que se manifestarían a lo largo de 2023, y algunos a los que el mundo podría enfrentarse en la próxima década. Hasta el año pasado se hablaba, especialmente de una recuperación económica un tanto divergente derivada del covid-19, para lo que se requería una colaboración conjunta entre naciones y organizaciones multilaterales para hacerle frente a los desafíos. Pero casi nadie habría anticipado las secuelas de esta pandemia y el alcance de la inestabilidad que se desarrollaría por la nueva guerra en Europa.

Así, se podría estar hablando de una crisis compuesta que vendría siendo, ahora, el marco para los nuevos riesgos recopilados en el informe sobre Riesgos Globales 2023 del FEM a partir de la Encuesta Mundial de Percepción de Riesgos 2022-2023 y la Encuesta de Opinión Ejecutiva. Por supuesto, no es raro encontrar una lista de riesgos lo suficientemente familiares o conocidos como para tener la percepción de que no son históricamente una novedad.

En primera medida, la amenaza más grave a la que el mundo se enfrentará durante los próximos dos años (si no es un poco más) será la crisis del coste de vida, mientras que a largo plazo la incapacidad para mitigar el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y el colapso de los ecosistemas dominarían como los principales riesgos en los próximos 10 años.

Desde ya se está percibiendo la consecuencia de una crisis global del costo de vida, ampliando cada vez más su impacto sobre las economías al afectar más y más medios de subsistencia de una población mucho más amplia. Esto va a desestabilizar a muchas economías a nivel mundial, en donde las economías emergentes serán las más vulnerables al enfrentar múltiples crisis relacionadas como la deuda, el cambio climático y la seguridad alimentaria. Y en los mercados altamente dependiente de las importaciones, se podría avecinar una crisis humanitaria gracias a las continuas presiones del lado de la oferta que no parecen dar marcha atrás.

En el corto plazo, los otros dos riesgos que seguirían son los desastres naturales y fenómenos climáticos extremos y la confrontación geoeconómica. Del primero, es inquietante saber que el impacto de estos efectos afecta desproporcionadamente a los países de medianos y bajos ingresos, identificándose como unos de los cinco riesgos principales en 25 países para varios estados costeros de América Latina y África.

En medio de una mayor exposición a inundaciones, olas de calor y sequías se prevé una mayor necesidad de consolidación de recursos entre el sector público y privado para dar con compensaciones emergentes que puedan hacer frente a dichos eventos; algo de que por sí no es nada fácil a nivel regional.

De parte de las confrontaciones geoeconómicas se espera que permanezca en gran medida de naturaleza económica en el corto plazo, incluyéndose allí las sanciones, guerras comerciales y control de inversiones.

Ante las vulnerabilidades destacadas por la pandemia, y después por la guerra, la política económica en economías avanzadas se dirige hacia objetivos geopolíticos intentando construir la “autosuficiencia” y trabajando en pro de una soberanía entre las potencias rivales a través de las cadenas de suministro globales onshoring (relocalizando ciertos procesos de negocio en una zona de bajos costos pero dentro de las fronteras del país) y friendshoring (diversificación de las cadenas de suministro entre socios confiables - o hasta posibles aliados – para disminuir el riesgo).

Asimismo, se menciona el desajuste entre las políticas monetarias y fiscales en varias economías del mundo, lo que desembocaría mayores problemas de liquidez y endeudamiento a una escala global. Es más que perceptible que el impacto sería devastador para los países de ingresos medianos y bajos dado que esto contribuye al aumento de la pobreza, del hambre, de la violencia y de una mayor inestabilidad política.

Para Colombia, según la consultora de riesgos Colombia Risk Analysis, el panorama será negativo bajo un móvil de temor a una posible recesión. Algunos de los puntos que merecen especial atención es la devaluación del peso frente al dólar, el aumento de la productividad y la generación de empleo, mientras que para el segundo semestre la administración nacional estaría en el ojo del huracán debido a las elecciones territoriales que aumentará la incertidumbre electoral y sumará al malestar social.

En cuanto al cambio climático, se esperaría que pronto se supere la temporada invernal, pero habría que poner atención al fenómeno del niño (temperaturas extremas y sequías) que podrían afectar el bienestar de las comunidades que dependen del agro y, por supuesto, la seguridad alimentaria. Y si se evalúa la agenda a largo plazo, el desafío es extenso cuando se le adiciona la problemática de la deforestación, la erosión costera y afectaciones a la biodiversidad.

A medida que mundial y nacionalmente se va entrando a una era de bajo crecimiento, baja inversión y baja cooperación, la policrisis parece extenderse cada vez más puesto que suma también crisis energéticas, de deuda, de salud y hasta de ciberseguridad. Lo importante es poder abordar las crisis actuales sin restar valor a las de largo plazo, pero ante un panorama global tan erosionado las expectativas van hacia la perpetuidad de círculos viciosos y acciones un tanto miopes desde la política pública mundial.