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DOCENTES

Las infracciones que más cometen los profesores universitarios

El centro de estudios DeJusticia acaba de publicar una investigación en la que se pone en duda la integridad académica de algunos docentes de instituciones de educación superior.

5 de julio de 2017

Simón Bolívar dijo alguna vez que “el objeto más noble que puede ocupar el hombre es ilustrar a sus semejantes”. Y no se equivocó: ser docente es una de las labores más honorables, exigentes y sacrificadas que existen, pues en sus manos está la ardua tarea de formar a las generaciones que vienen. Debido a esto la responsabilidad es considerable.

Después de los padres, nada influye más en el carácter y desarrollo de un menor de edad que un buen profesor. De ahí la importancia de que sean ejemplo de integridad, concluye la investigación ‘Academia y ciudadanía‘ elaborada por el centro de estudios jurídicos y sociales DeJusticia.

Sin embargo, el problema de este ideal es que no siempre es así. Algunos de ellos - “no son la mayoría, ni las faltas que cometen suelen ser las más graves”, aclara el estudio- evaden impuestos, plagian, manipulan información e incluso desvían recursos destinados a proyectos de investigación para beneficio personal. “El estudiante reproduce mejor el comportamiento de quienes lo educan, que las consignas que estos tratan de inculcar. Es por eso que la deshonestidad de los profesores es un lastre para la educación y la integridad académica, una oportunidad para dejar una huella entre quienes se forman en el aula”, recoge la publicación.

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La investigación se realizó con una muestra de 605 profesores universitarios de nueve instituciones de educación superior de Antioquia (Universidad Nacional de Medellín, Universidad de Medellín, Universidad Católica de Oriente, Universidad Cooperativa de Colombia, Institución Universitaria de Envigado, Colegio Mayor de Antioquia, Ceipa, Corporación Universitaria Lasallista y Eafit) a los que se les preguntó por las faltas que cometen y la frecuencia con las que las realizan  tanto en el ámbito académico como privado con el objetivo de delimitar la relación entre la integridad de los maestros al interior de las instituciones y su cultura ciudadana.

Así, se estableció que las faltas más comunes que reconocieron cometer los docentes son la de ser descuidados con la manera de vestirse (18 %), evadir impuestos comprando en el mercado negro (15 %), llegar a dictar clase tarde en repetidas ocasiones (1%) y tratar con distancia y severidad a los alumnos (1%). En promedio, solo el 40% de los encuestados le asignaron el máximo nivel de gravedad a estas cuatro infracciones.

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En un segundo grupo se determinaron las siguientes conductas: quedarse las vueltas de manera deliberada cuando eran superiores (2,1 %), sobornar a un policía (2,5 %), excluir asistentes de investigación de la coautoría de artículos en los que trabajaron (1,6 %), reseñar textos o hipótesis de manera sesgada  o tendenciosa (1,9 %), aparentar estar enfermo para evadir responsabilidades académicas (2,3 %), manipular información para con el propósito de sustentar ciertos resultados de una investigación (1 %) incluir textos o fragmentos sin citar la fuente (2,7 %) e incorporar a personas como coautores cuando no lo fueron (5,4 %). Entre el 1,5 % y el 5,4 % de los docentes encuestados reconocieron haberlas cometido en el último año.

Las faltas consideradas de mayor gravedad por el 86 % de los encuestados y que cometieron el 1 % de los profesores son la invención, la manipulación y la desviación de recursos de investigación para beneficio personal. También se incluyen dentro de este grupo ciertos comportamientos como colarse en el transporte público sin pagar (0,8 %), intercambiar la nota de un estudiante a cambio de un favor recibido o por recibir (0,5 %), incluir información falsa en la hoja de vida (0,3 %) y dictar clases bajo los efectos del alcohol o de una sustancia psicoactiva (0,3 %).  

Las conductas menos reportadas fueron la de pagar a alguien para que escriba un texto, suministrar información personal falsa para postularse a un trabajo (0,3 %) e incluir información falsa en la hoja de vida (0.3 %). 

Para los autores de la investigación, llama la atención el fenómeno de la “autojustificación” que “genera un círculo vicioso”. Por medio de este, los encuestados justificaron sus actos y disminuyeron la percepción de la gravedad de los mismos. “Si esto le sucede a cada persona en el futuro, se va justificando la falta hasta que se hace común, algo que nos parece natural, como sobornar a un policía cuando nos para por exceso de velocidad”, indican.

De hecho, al ser preguntados, el 15 % señaló que el plagio lo cometen más del 50 % de sus colegas del país y más del 25 % de ellos indicó estar seguros que más de la mitad de sus compañeros de profesión evadieron impuestos comprando en el mercado negro o sobornaron a un policía en el último semestre.

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Otro punto que sorprende es el de la normalización de los “carruseles de las publicaciones” o, lo que es lo mismo, incluir en una publicación a un autor que no trabajó en el documento. El promedio de esta conducta es de 5,4 %, aunque en algunas universidades asciende hasta el 15 %. Este afán por publicar, apunta la investigación, es una preocupación constante de los profesores, ya sea porque da puntos dentro del escalafón (el 27 % incurrió en este acto con este fin), es un requisito para no ser despedido, está atado a una bonificación u otra razón ligada al sistema de incentivos que fija cada universidad.

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DeJusticia también reveló que el hecho de pertenecer al sector público o privado no influye en la frecuencia de las faltas. Lo que sí tiene una influencia es el hecho de que la institución esté o no acreditada en alta calidad. Mientras que las que ostentan este reconocimiento solo el 18 % de los profesores reconoce haber cometido alguna falta a la integridad académica, en las no acreditadas la cifra asciende al 28 %.

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