| Foto: Secretaría Distrital de Educación

OPINIÓN

Bogotá, no olvide la calidad en la educación

El espíritu de María Victoria Angulo, la nueva secretaria de Educación distrital, es construir sobre lo construido. No obstante, la pregunta es si la nueva administración está abordando los principales ‘cuellos de botella’ de la calidad educativa.

Julián De Zubiría Samper (*)
16 de febrero de 2016

La Fundación Compartir nos invitó el pasado viernes a dialogar y escuchar de primera mano el enfoque de María Victoria Angulo, la nueva secretaria de Educación. Acudimos rectores, académicos, funcionarios, representantes de ONG, del sector público y privado.  Debo reconocer que llegué con cierta prevención ya que algunas declaraciones del alcalde electo han vuelto a confirmar que las actitudes autoritarias –vengan de donde vengan– pueden llegar a destruir ciudades.

Mi primera grata sorpresa fue percibir un espíritu diferente al que he advertido en una Alcaldía que inició abordando temas cruciales para la ciudad, como el del metro y el de los humedales, como si estuviéramos fundando la ciudad en 1538. Tratar de convencer a la ciudadanía de echar cemento en una reserva ecológica es una idea que sólo defienden los constructores más irresponsables. Afortunadamente, el espíritu de la nueva secretaria es otro: “Vamos a seguir avanzando. Bogotá ha consolidado el derecho a la educación y sería lamentable dar marcha atrás en educación inicial, cobertura, gratuidad, jornada extendida o competencias ciudadanas”. Según análisis presentados por expertos mundiales de la Unesco –y no por Petro–, Bogotá es ejemplo internacional en la consolidación del derecho a la educación. Todo indica que estos programas cruciales tendrán continuidad. La ciudadanía debe estar vigilante para que así sea. Así mismo, se percibe un espíritu de trabajo más colegiado y consensuado entre los diversos actores. ¡Bien por esa!

Pese a ello, se percibe un excesivo optimismo de la nueva y de la saliente administración en lo que a evaluación de calidad se refiere que no está bien soportado en las cifras. Pese a duplicar el presupuesto en educación y a contar con las mejores condiciones humanas, económicas y materiales, de los 100 mejores colegios públicos del país sólo cuatro están en Bogotá. Así mismo, en las pruebas SABER de competencias ciudadanas de 2014, el mejor colegio público de la capital aparece en el lugar 410. No parecen cifras para ver con optimismo la calidad de la educación en el Distrito (y no hago referencia a las de comprensión lectura, que son muchísimo más preocupantes).

La educación está contribuyendo a elevar las inequidades sociales. Y si eso no lo resuelve la nueva administración, de poco servirá duplicar el presupuesto, ya que el fin último de la educación es ampliar la democracia y elevar la movilidad social.

Hasta ahora, la nueva secretaria no está abordando los principales cuellos de botella de la calidad de la educación. Estos son los tres argumentos que originan mi relativo pesimismo en este aspecto:

Primero: sin cualificar la formación docente no es viable mejorar la calidad de la educación. Resulta que la administración de Petro tomó una ruta equivocada: becar para estudios de postgrado a 5.300 docentes, cuando todos los estudios en Colombia y América Latina concluyen que las maestrías, si bien sirven a los profesores, no ayudan a mejorar la calidad de la educación básica. Lo que aprenden en la universidad no les ayuda a ser mejores en el aula. La invitación a la nueva secretaria es a que retorne al exitoso modelo de formación implementado por el ex secretario de educación, Abel Rodríguez, abandonado en la pasada administración: maestros que acompañan a los docentes in situ, constituir los llamados equipos de calidad. Es cien veces más barato que las maestrías e impacta cien mil veces más en la calidad.

Segundo: mientras los niños sigan viendo 15 asignaturas fragmentadas y desarticuladas no podrán desarrollar competencias para convivir, pensar e interpretar. El programa de ciclos de la administración de Abel Rodríguez y el entonces rector de la Universidad Distrital, Francisco Cajiao, tenía la enorme ventaja de poner a trabajar en equipo a los docentes y a repensar parcialmente los contenidos escolares.

El Ministerio de Educación lleva año y medio inmerso en una revisión curricular y escogió un mal camino al poner a un grupo de “expertos” a hacerla, ya que fueron “expertos del Ministerio” quienes elaboraron el modelo fragmentado, informativo y desarticulado que hoy domina la educación.

Tercero: la ampliación de la jornada escolar en Bogotá y en el país no tendrá los resultados que tuvo en Chile, por una razón muy sencilla: allá primero hicieron la reforma curricular estructural y enfocaron todo el trabajo en las competencias de pensar e interpretar. En Colombia estamos haciendo lo contrario: llevamos a los niños a la jornada completa y después pensamos qué hacer con ellos y cómo articular al Proyecto Educativo Institucional a ese tiempo extendido. ¡Estamos “ensillando sin tener todavía los caballos”!

Mejorar la calidad de la educación pública en Bogotá sigue siendo el mayor reto al que se enfrenta la nueva secretaría de Educación. Ojalá no crean que se logrará repartiendo computadores y tablets. Sólo alcanzaremos ese objetivo interviniendo los factores estructurales y profundizando en los exitosos programas de las pasadas administraciones.

(*) Fundador y director del Instituto Alberto Merani. También es consultor de Naciones Unidas en educación para Colombia. Twitter: @juliandezubiria