POLÍTICA

Política de la incertidumbre para la contienda 2018

A un año exacto de la segunda vuelta presidencial no hay claridad en las reglas de juego y ni los partidos, ni los candidatos, ni los analistas, tienen claro lo que pueda pasar.

17 de junio de 2017

La campaña por lograr la Presidencia en 2018 ha sido vista en los círculos académicos y políticos como una campaña anticipada. Nunca en la historia reciente del país, las encuestas habían medido a tantos aspirantes sin aportar certezas sobre quiénes son los favoritos. Y aunque algunos suelen salir en los primeros lugares, las sumas y restas entre la imagen positiva y la negativa de la mayoría de ellos, hacen que aún sea muy temprano para prever quién tiene mayores posibilidades de ganar.

A las dificultades para especular cuáles son los más opcionados, se suman otros factores que hacen que esta campaña esté llena de incertidumbre. La crisis absoluta de la credibilidad en la política, el exagerado número de candidatos, el poco juego de los partidos tradicionales, y la falta de certezas sobre el trámite de la reforma política, inciden en que los candidatos no tengan claridad ni sobre los temas ni sobre la mecánica.

De las pocas cosas que se saben, es que cualquiera de los que está en el sonajero tiene difícil ganar en primera vuelta y que por tanto, las coaliciones serán parte fundamental de la contienda. Pero ni en el fondo ni en la forma, las alianzas que se perfilan son claras. En el caso de la coalición que ayudó a elegir a Juan Manuel Santos y que ha logrado mantenerse por siete años de gobierno, esta no será determinante en la nueva elección. “Una cosa es la Unidad Nacional que funcionó como un relojito en la segunda vuelta de 2014 y otra es la Unidad por la Paz. Mientras la primera dejará de existir, la segunda podría mantenerse en caso de que salvaguardar la paz sea un tema de la campaña”, asegura el senador Armando Benedetti, presidente de La U.

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Su partido, y alrededor del cual se organizó la Unidad Nacional, es uno de los más afectados por la incertidumbre. A pesar de que es la mayor fuerza parlamentaria, con más del 15 por ciento de la votación en el Senado y del 22 por ciento en la Cámara, en la colectividad hay una división entre dos sectores. Uno, del que hacen parte la mitad de los senadores y representantes, que creen que la presencia del partido en el Congreso dependerá de la posibilidad de acercarse al uribismo o a Cambio Radical y que sienten que, con los bajísimos niveles de popularidad presidencial, la defensa de la paz no es electoralmente rentable. Y otro, que cree que La U debe tener un candidato propio que siga defendiendo la paz como obra de gobierno y haga parte de una coalición más amplia que llegue con fuerza a la primera vuelta.

La diversidad de las visiones internas es tal, que incluso están quienes le han planteado al presidente liquidar el partido y dejar en libertad a sus congresistas para apoyar a quien quieran. Pero en los círculos cercanos al presidente esta tesis no convence, pues creen que en ese caso la mayoría de parlamentarios se desplazaría al uribismo.

Hasta el momento en La U suenan dos precandidatos, que representan proyectos diferentes. El exministro Juan Carlos Pinzón, que ha mostrado poco entusiasmo frente al proceso de paz y quien preferiría que el partido llegara solo a primera vuelta o que, en cualquier caso, no hiciera alianzas con sectores liberales o de izquierda. Y por otro lado, el senador Roy Barreras, quien quiere participar en una interpartidista en marzo con otros sectores pro paz, para así ajustar una coalición que permita competir con la derecha en primera vuelta. En teoría, Roy cuenta con las mayorías y con el apoyo de varios allegados al presidente, a quienes les molesta que Pinzón no apoye con mayor vehemencia al gobierno. La decisión sobre cómo elegir candidato debería tomarse en una asamblea que tendría lugar en agosto y que también se necesita para definir directivas.

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Quienes hacen parte del Partido Liberal, en cambio, comparten la convicción de que este debe tener candidato propio. Hasta el momento suenan como aspirantes Juan Fernando Cristo, Juan Manuel Galán, Luis Fernando Velasco y Humberto de la Calle. Entre todos, tampoco hay unidad de criterio sobre cómo debe ser la escogencia. Velasco asegura que el partido debe posicionar un candidato pronto y escogerlo o bien mediante una encuesta que avale la convención partidista de septiembre, o por una consulta interna en noviembre. Por su parte, Galán y Cristo quisieran competir abiertamente en una consulta de candidatos a efectuarse con el que sea el aspirante de La U y eventualmente con Clara López, para escoger un solo candidato de coalición y en representación de la paz. De la Calle ha guardado silencio sobre la mecánica. Si bien tiene el respaldo del expresidente César Gaviria, quien próximamente asumirá la jefatura de la colectividad, varios de sus asesores le dijeron a SEMANA que no descarta inscribirse por firmas. Por si fuera poco el año pasado, un grupo de liberales demandó los estatutos de la colectividad. “Por cuenta de eso, en el partido el tema es que más que la incertidumbre sobre las reglas, hay una ausencia de ellas”, asegura Velasco.

En la orilla de los conservadores también hay dudas. Hay un grupo mayoritario de parlamentarios que quiere acompañar al gobierno hasta el final, liderado por las directivas, y otro –con fortaleza en la Cámara– que siente que hay que irse moviendo hacia la derecha. En términos de candidaturas el partido también está en una encrucijada pues, por ahora, la única aspirante por esa colectividad sería Marta Lucía Ramírez; el exprocurador Alejandro Ordóñez se lanzará por firmas y Luis Alfredo Ramos prefiere el aval del Centro Democrático. “Al estar solo Marta Lucía en el sonajero, no tiene sentido que hagamos una consulta. El tema es que ella tiene bases, pero ha maltratado a nuestros parlamentarios tildándolos de mermelados y manzanillos. Esa es nuestra ambigüedad”, asegura un senador conservador. La falta de definiciones es tal, que por ahora ni se tiene prevista una convención para resolver asuntos internos, ni tampoco hay decisiones sobre si el partido debe llegar con candidato único a primera vuelta o esperar una coalición de derecha.

En el terreno de la alianza de los verdes con el Polo Democrático, hay un menor margen de inseguridad sobre las reglas de juego. Pero no todo está definido. Mientras Claudia López y Antonio Navarro podrían definir a través de una encuesta o una consulta interna cuál de los dos sería candidato, no es claro qué mecanismo utilizarán para definir cómo harán después para competir con Jorge Enrique Robledo y Sergio Fajardo por una sola postulación. Algunos dicen que podría ser una consulta de candidatos el día de las parlamentarias, y otros que podría ser una decisión de consenso. Todo depende, para empezar, de que logren ponerse de acuerdo en bases programáticas.

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En la centro derecha tampoco hay nada claro. No es fácil saber con quién podría aliarse Cambiio Radical para que su jefe, Germán Vargas, acumule apoyos de cara a una segunda vuelta. Y en el Centro Democrático ni siquiera hay acuerdos sobre cómo elegir un candidato.

En la otra orilla juega la candidatura de Clara López. Es casi seguro que ella estaría la coalición con los liberales y La U, si esta se da, y con otros sectores progresistas entre los que estarían Piedad Córdoba y la UP. Sin embargo, hay algo que aún falta definir en materia de coaliciones: según establece la ley, cuando se inscribe una candidatura por un movimiento significativo de ciudadanos (firmas), también debe inscribirse su fórmula vicepresidencial. Como estas fórmulas son definitivas en las negociaciones de último momento, no es claro si entre la primera y segunda vuelta –cuando suelen darse las coaliciones– el Consejo Nacional Electoral permitirá modificarlas.

La existencia de un número exagerado de precandidatos –más de 20– y la falta de claridad acerca de cuáles son las posturas políticas más rentables, son otras dos razones de indecisión política. El plebiscito demostró que en temas tan cruciales como la paz en Colombia no existen consensos, por lo cual muchos candidatos evitan posturas radicales con el ánimo de buscar votos en todas partes.

Por si no fuera suficiente, a todo lo anterior se suma la indefinición sobre la reforma política que radicó el gobierno hace un mes y que contempla temas cruciales como la financiación de las campañas y el impulso a la lista cerrada. Con el paso de los días el entusiasmo del gobierno y los parlamentarios frente a esta reforma ha ido en declive, y no es claro cuáles reglas de juego saldrán después de su trámite. Un elemento más que le quita validez a la futurología presidencial y hace que para prever lo que podrá pasar en 2018 se necesite una bola de cristal.