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A las exequias de Maximino Torres solo pudieron asistir dos hijas y tres nietos suyos.

FUNERALES

Morir en tiempos de pandemia

La muerte de Maximino Torres, de 88 años, en Bogotá, y su funeral muestran el viacrucis que los familiares pasaron en medio de las medidas de confinamiento y distanciamiento social. Un dolor que se suma al de su fallecimiento. Reportaje gráfico de Esteban Vega La-Rotta

9 de mayo de 2020

Morir en esta época es aún más trágico. Maximino Torres, de 88 años, había llegado hacía seis meses a Bogotá en ambulancia desde Florencia (Caquetá) luego de sufrir un infarto. En enero, un accidente cerebrovascular afectó su movilidad y su capacidad para deglutir, y el pasado 3 de abril se atoró con dos pastillas y murió. No hubo nada qué hacer, ninguna ambulancia qué llamar ni ningún hospital al cual llevarlo. Medicina Legal solo entregó el cadáver hasta el martes 7 de abril, cuando se aseguró de que Torres no estaba infectado por el coronavirus.

Sus exequias fueron el 8 de abril en una sede de la Funeraria Los Olivos. Para evitar el contagio por la covid-19, solo cinco familiares pudieron despedir a su ser querido, una regla difícil de cumplir para esta familia de cerca de 70 miembros. Los Torres tuvieron que despedir a su abuelito a través de una videollamada entrecortada. La ceremonia, que usualmente dura una hora, tardó solo diez minutos; los asistentes, dos hijas y tres nietos, debieron ubicarse a metros de distancia. Pero lo más triste fue que debieron cremar su cuerpo; en otras circunstancias, el plan hubiese sido llevarlo hasta Florencia y enterrarlo junto a Marina Lily, su gran amor. El coronavirus no los dejó.