POESÍA
Cinco poemas de Camila Charry Noriega
Estos poemas hacen parte de ‘Arde Babel’, una antología de la poeta bogotana publicada en la colección ‘Un libro por centavos’ de la Universidad Externado de Colombia, cuyo cuidado y selección estuvo a cargo del también poeta de la colección Juan Manuel Roca.
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Arde Babel
Por eso escarban durante la noche
pasan la manos sobre las piedras ciegas;
buscan la herida inicial,
el signo que eleve
y coagule tanto abismo, tanta altura desbordada.
Nada cuesta más que a la luz
suturar lo que el fuego ha devorado.
Escarban como si en lo hondo
bien arriba
habitara el sosiego o su réplica.
Revelación
Éramos tres y la calle,
pronunciábamos entre el vino
aquello que nos hace humanos:
el amor, la muerte, el tiempo.
De esquina a esquina
como si ese breve espacio fuera el mundo
y la ebriedad un útero oscuro,
nos mirábamos incrédulos
advirtiendo en el otro
la revelación de esa voluntad voraz,
fortuita
que lo mueve todo.
Se intuye el mundo en lo hondo que se esfuma
desde lo que tiembla vertiginoso en la palabra
lenta e incapaz de acercarse a esa vorágine.
Las calles del ebrio
en perpetua fuga
se caminan hacia el fondo y calladas.
Cuando sobrevienen la vigilia
la resaca, el hartazgo,
probamos otra vez
encajar como una vértebra
en el esqueleto del mundo.
Fuego de los días
De espera en espera consumimos nuestra vida.
Epicuro
Por acá todo es casi fuego a diario,
el perro olfatea en la cocina
las cenizas de la luz;
eso es la desaparición
la ausencia de la lengua sobre el pan,
los ojos que desean lo que se hunde
en el misterio del mundo.
Yo no sé si es bueno nombrar,
yo no sé,
pero a veces
cuando amenaza el fuego lo más elemental,
uno se pregunta si de esa manera debe ser todo.
En la cocina
la tetera canta exasperada
y el olor a hierro quemado es el único vestigio
de un agua seca y reseca,
inexistente
entre el fondo negro de la olla.
Otro día es un cigarro que encuentra entre silbidos
el blanco corazón de la colilla que se ahoga,
allí el fuego es pasado,
certeza limpia.
Así también pasa con el cuerpo
y uno sigue preguntándose
qué lo quemará:
una enfermedad en los pulmones,
un carcinoma,
un balazo, una traición.
Quién sabe qué extraño fuego
acabe esta espera.
Meditación
Aquí fumando,
mal hábito deseado,
el letargo es contingencia.
Estirar la mano entre el humo y el cenicero,
amputar la ceniza y de la incisión
extirpar el signo.
Los malos hábitos
se aprenden a escondidas,
mirar bajo el vestido de una monja,
en el vino encontrar la salvación
y ante el gesto generoso de los hombres
confirmar la inexistencia de Dios.
Pertenece al artificio,
a la civilización,
el escándalo.
Por acá, solo el humo que fluye,
la pena del fósforo que no atina
al cuajo.
Cuánta carne sobre la tierra.
Cuántos coágulos.
Secretos
Yo guardo secretos, madre,
que me matan.
Esta fugacidad
es una manera de nombrarlos:
tanto deseo de todo
y la nada ya tan dentro.
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