Especial de Navidad

Navidad y negociaciones: ¿qué pedirle al Niño Dios a los 47 años?

Con el humor de siempre, nuestro columnista invitado, Nicolás Samper, compartió sus deseos y peticiones para esta Navidad.

Por Nicolás Samper
4 de diciembre de 2024, 8:55 p. m.
Especial Navidad
Especial Navidad | Foto: Erika - stock.adobe.com

Querido Niño Dios:

Cada año me siento por estos días, desde que tengo uso de razón –y tú eres testigo de que no es hace tanto tiempo, por ahí desde 2010– para ver cómo negociamos esto del buen comportamiento con los premios que merezco. Entonces ya, a mis 47 años, cascado y medio canoso, sin vesícula y con una incipiente barriga tipo arveja que me ha llevado a estar ya encolumnado en la categoría sénior de la vida, te pido por favor que esto no se convierta en una negociación decembrina para aumentar el salario mínimo, que es un poco la carta del Niño Dios de los trabajadores.

No: te pido algo más de clemencia conmigo o que, de plano, me avises si las recompensas en realidad las he ganado por mi esfuerzo o si por los méritos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto, nos entregamos a vos, Niño omnipotente, me darás algunas gabelas pequeñas vía decreto.

Nicolás Samper
Nicolás Samper | Foto: Gabriela Alvarado

Siempre, en mi infancia, cuando estaba haciendo este ejercicio de redactar esta misiva, aparecía la historia del tío Hernando, contada por la nada tenue voz de mi bella madre que, como si fuera una especie de Pegasus, sabía todo lo bueno y lo malo que había hecho yo hasta ese momento. ¿Te acuerdas de mi tío abuelo Hernando? Ese, el que era medio vago y borrachín y que cuando era niño –cuenta la leyenda familiar– era tal vez el niño más inmamable de la comarca, cosa que no cambió en la adolescencia y tampoco en la adultez, tiempos en los que además hubo muchas habladurías sobre su orientación sexual en una época en la que ese asunto era tanto o más condenatorio que una funada en Twitter.

Cansón, grosero, desjuiciado, altanero y pésimo en los estudios, se la pasó dedicando su vida al ocio y a malgastar las monedas que su padre le dejó en herencia para morir pobre y errabundo. Y creo que eso se debió a que un día dejó de escribirte. Y el relato siempre era el mismo: que el chino jodón ese, esa oveja negra insoportable, le había acabado la paciencia a su padre, un viudo que perdió a su esposa en el parto de su cuarto hijo (mi tía abuela Elvira) y que se veía a gatas y mochas para darles educación de primera a sus vástagos.

A Hernando le importaba poco el esfuerzo de su padre, que lo amenazó con que el Niño Dios castigaría un día tanto desacato. Él, impávido, seguía haciendo de las suyas. Llegó Navidad y mientras sus hermanos abrieron regalos como triciclos, bicicletas, balones de fútbol, muñecas que podían hablar mientras hacían pipí y popó –como uno cuando se encierra con el celular a ver Tik Tok sentado en la taza– a Hernando lo esperó una bolsa gigante al lado de su cama. Al abrirla quedó untado de tizne y vergüenza: el talego estaba lleno de carbón. ¡Aquel mito era cierto! O al menos en mi familia ocurrió.

Por eso te seguiré escribiendo casi que, en forma de cábala, para mostrarte el balance P&G de mi vida durante este año fiscal y para que no me ocurra, como al tío Hernando, eso de encontrarse en la cabecera de la cama tizones renegridos. Mucho no te puedo pedir, la verdad, porque has sido generoso conmigo, pero ya que estamos en confianza, más bien te exigiría cosas imposibles, esas que yo sé que no están bajo mi égida, así me comporte como una carmelita descalza: te pido que cuando llueva, sea en los embalses. Me tiene mamado eso de aguantar chaparrones y ver que se desocupan los embalses y si eso no se logra, te pido una totuma un poco más grande para los baños mañaneros y unos velones para tiempos opacos.

Te pido que las asambleas de copropietarios se demoren solamente media hora y ya; si eso no se logra, te pido que pueda volver a ser parte de una asamblea de copropietarios; te pido que un día el torneo de fútbol nacional tenga 16 equipos máximo, dos descensos a los de peor campaña y que gane el que más puntos haga; como eso no se va a lograr, te pido que por lo menos el reglamento quede bien escrito y que se acaben los corners en corto.

Y que me quites la incipiente barriga, por favor. Y aquí no hay concesiones de ninguna índole.