
Opinión
Cuando la sostenibilidad no llega al alma de la organización
Las empresas hablan de bienestar y propósito, pero siguen premiando la obediencia y castigando la diferencia. En esta columna, una reflexión sobre cómo la sostenibilidad solo es posible cuando se vive con coherencia, empatía y humanidad dentro de las empresas.
En el tablero corporativo, la palabra sostenibilidad ya es omnipresente. Está en las presentaciones, en los reportes y en los discursos de cada comité. Sin embargo, detrás de ese lenguaje sofisticado se oculta un vacío más difícil de admitir: la distancia entre lo que se predica y lo que se practica.
Muchas organizaciones hablan de bienestar y liderazgo consciente, pero mantienen culturas internas donde la envidia, el ego y la política pesan más que el propósito. En esos entornos, ser aliado te hace visible; ser contradictor, sospechoso. Así, el liderazgo deja de inspirar para convertirse en un ejercicio de supervivencia emocional.
La sostenibilidad no puede florecer en ambientes donde se teme decir la verdad. Se nos llena la boca hablando de retención de talento y salario emocional, pero seguimos creyendo que pagar a tiempo basta. Confundimos incentivos con compromiso y bienestar con beneficios. El resultado: equipos agotados, liderazgos desconectados y culturas que se miden en reportes, pero no se sienten en los pasillos.
El mayor riesgo para las empresas no es el cambio climático ni la regulación ESG: es la incoherencia interna. Esa que destruye la confianza, desactiva el compromiso y convierte los valores institucionales en frases decorativas.
Porque ninguna estrategia de sostenibilidad puede prosperar donde las relaciones laborales son transaccionales, los líderes gestionan desde el miedo y las conversaciones difíciles se evitan en nombre de la ‘armonía’.
El verdadero desafío hoy no es reportar más indicadores, sino desintoxicar la cultura. Reconocer que la sostenibilidad empieza cuando las personas pueden ser auténticas, cuando disentir no te convierte en enemigo y cuando el poder se usa para construir, no para silenciar.
Las empresas compiten por atraer talento, pero pocas se preguntan si realmente están preparadas para merecerlo. La sostenibilidad humana —esa que no cabe en los indicadores— nace de los liderazgos que admiten sus errores, de los equipos que se escuchan sin miedo y de los espacios donde la verdad no es una amenaza, sino el punto de partida. Hoy, la sostenibilidad más urgente no es ambiental ni social, sino emocional. Y hasta que las organizaciones no entiendan que cuidar a las personas no es un gasto, sino su forma más avanzada de estrategia, seguiremos reciclando los mismos errores cada año.
Mariana García Herrera, directora Ejecutiva Fundación Challenger.
