
Opinión
El arte de crear experiencias: la estrategia oculta de la Navidad en un centro comercial
Una campaña de Navidad no es una producción escenográfica: es una declaración de valores. Es la convicción de que la magia existe cuando las personas trabajan con propósito. Detrás de cada fotografía, de cada risa infantil, de cada familia, hay meses de esfuerzo colectivo.
En Colombia, la Navidad se vive en los espacios donde las familias buscan reencontrarse. Sin embargo, pocas veces se cuenta la historia que hay detrás de esas experiencias memorables que cada año iluminan los centros comerciales, las ciudades y el corazón de millones de personas. Lo que los visitantes ven -un árbol gigantesco, estaciones mágicas, shows musicales y símbolos que evocan tradición y esperanza- es solo la punta del iceberg de un trabajo silencioso, disciplinado y profundamente humano.
La Navidad en un centro comercial se construye con mucho más que luces y decoraciones. Se construye con personas. Detrás de Navidad en la Aldea Titán, nuestra campaña 2025, por ejemplo, existe un equipo de más de 200 personas que durante meses ha dedicado su talento, sensibilidad y creatividad a diseñar una experiencia inmersiva y multisensorial, pensada para sorprender, conmover y reunir a miles de familias bogotanas. La magia de cada espacio, con sus estaciones interactivas, espectáculos musicales, zonas instagrameables y atracciones inéditas son el resultado de jornadas intensas de planeación, lluvia de ideas, pruebas, desaciertos, mejoras constantes y una pasión incansable por servir y crear momentos grandiosos.
La Navidad es, quizás, la temporada más exigente para quienes trabajamos en la industria de centros comerciales. No se trata solo de ofrecer entretenimiento; se trata de generar emociones auténticas. Cada detalle exige precisión y sensibilidad: desde el diseño de las estaciones y la programación de actividades, hasta la creación de espacios que conecten con las familias con el espíritu navideño. Lograrlo implica trasnochadas, reuniones interminables, cientos de decisiones estratégicas y una coordinación impecable entre áreas que, en temporada alta, funcionan como un reloj: mercadeo, operaciones, seguridad, mantenimiento, logística, proveedores, aliados, artistas y colaboradores.
Este año decidimos trascender lo estético para tocar el alma. Inauguramos la temporada a mediados de noviembre con un acto profundamente simbólico: iluminar, no el cielo con pirotecnia, sino el corazón de 1.000 niños en condición de vulnerabilidad, gracias a la donación de regalos gestionada junto con la Fundación El alma no tiene color y con la participación de más de 30 fundaciones. Ese día, los pasillos del centro comercial se convirtieron en una pasarela natural donde niños, jóvenes, reinas, modelos, actores, empresarios y colaboradores caminamos unidos, todos vestidos de blanco, como un recordatorio de que la verdadera luz de la Navidad nace de los actos de generosidad.
Organizar una jornada como esta requiere una logística minuciosa: transporte de las fundaciones, seguridad especializada, diseño del recorrido, un equipo emocionalmente preparado para acompañar a los niños, coordinación con artistas invitados, y un grupo humano que, con entrega absoluta, hace posible que cada pequeño reciba un regalo cargado de significado. Detrás de cada sonrisa hubo manos empacando, articulando, anticipando contingencias y resolviendo dificultades con resiliencia.
La preparación de una temporada navideña es, en realidad, una gran coreografía donde cada área es una pieza fundamental. La creatividad sin ejecución es solo una idea. La ejecución sin propósito es solo una operación. Por eso, el éxito de cada campaña radica en lograr que la estrategia, la innovación, la sensibilidad artística, el servicio y la logística trabajen en perfecta armonía. Desde la conceptualización de una atracción tecnológica como Balloon experience, hasta el minucioso diseño de la agenda cultural y de entretenimiento que acompañará a las familias durante semanas, todo pasa por decenas de manos profesionales que dejan parte de su alma en el proceso.
También es importante reconocer a las marcas y aliados comerciales que se suman a este esfuerzo. Su compromiso permite fortalecer la oferta, enriquecer la experiencia y, sobre todo, demostrar que el sector privado también puede transformar realidades cuando trabaja con empatía, visión y colaboración.
Hoy, cuando miles de visitantes recorren emocionados cada rincón del centro comercial, el equipo de Titán Plaza observa en silencio. Nos llena de orgullo saber que detrás de cada fotografía, de cada risa infantil, de cada familia que se reencuentra, hay meses de esfuerzo colectivo. Porque una campaña de Navidad no es una producción escenográfica: es una declaración de valores. Es la convicción de que la magia existe cuando las personas trabajan con propósito.
Esta Navidad, más que un proyecto, fue un acto de amor. Un recordatorio de que quienes trabajamos en experiencias debemos honrar la confianza de las familias con dedicación y autenticidad. Y de que, cuando un equipo se une con pasión, creatividad y espíritu de servicio, los resultados solo pueden ser grandiosos.
Yazmín Lombana Romero, gerente Titán Plaza Centro Comercial
