
Opinión
El verdadero motor del emprendimiento no es el dinero, es tu fuerza interior
En esta columna, una visión sobre las fuerzas internas que impulsan a los emprendedores a sostener sus proyectos más allá del capital o la suerte. Una mirada íntima y poderosa sobre el liderazgo emocional, la autoconfianza y el propósito como pilares del éxito.
Desde siempre he escuchado a muchas personas decir que emprender es cuestión de suerte, de un golpe de inspiración o de contar con el capital adecuado. Hoy, después de casi dos décadas liderando mi propia firma, puedo afirmar con certeza que emprender no es un asunto de azar, sino una decisión emocional y profundamente humana.
Cuando fundé mi primera empresa hace 19 años, no tenía todas las respuestas ni un manual que me dijera cómo hacerlo. Lo que sí tenía era una fe inmensa, una convicción firme, buena experiencia laboral, sólidos conocimientos y un propósito claro: servir a otros desde el desarrollo humano. Con el tiempo descubrí que lo que realmente sostiene a un emprendedor no son las estrategias ni los números, sino los “autos”: esas fuerzas internas que nos impulsan desde dentro -la autonomía, la autogestión, la autodisciplina, la autoformación, la autoconfianza y el autoempoderamiento-.
Auto viene del griego autós, que significa: sí mismo. En un mundo donde solemos esperar la aprobación externa, este prefijo representa un recordatorio poderoso: nadie vendrá a salvarte ni a darte permiso para cumplir tus sueños. Emprender es, en esencia, un acto de autogobierno. Es decirte: soy responsable de mi camino, de mis decisiones y de mi crecimiento. Es usar, de forma deliberada, el libre albedrío.
En Colombia, según cifras del Global Entrepreneurship Monitor (GEM), más del 60 por ciento de las personas sueñan con emprender, pero solo una de cada cuatro lo intenta. ¿Por qué? Porque la mayoría espera tener “todo bajo control”: el dinero, el modelo de negocio, los clientes, el socio perfecto o incluso el éxito asegurado antes de dar el primer paso. Y eso, simplemente, nunca pasa.
Emprender no se trata de tener certezas, sino de cultivar la confianza para avanzar incluso cuando el camino no está claro. Como me gusta decirlo: no hay emprendimiento sin autoconfianza.
Los “autos” del liderazgo
He acompañado a cientos de líderes empresariales en sus procesos, y he comprobado que quienes prosperan no son necesariamente los más talentosos o los más arriesgados, sino los más constantes y disciplinados.
- Autonomía: tomar decisiones sin depender de la aprobación de los demás.
- Autogestión: cumplir los compromisos sin que nadie supervise.
- Autoformación: mantenerte aprendiendo todo el tiempo, con humildad y gusto.
- Autoestima: reconocer tu valor y sentirte suficiente durante el camino.
- Autodisciplina: sostener los hábitos incluso cuando la motivación baja.
- Autoobservación: mirarte sin juicio, aprender del error y ajustar el rumbo.
Cada uno de estos ‘autos’ es un motor. Cuando todos funcionan en sincronía, el emprendimiento fluye; pero cuando uno falla, todo se resiente. Por eso afirmo que emprender es, antes que nada, un ejercicio de madurez emocional.
A menudo creemos que las emociones no tienen cabida en el mundo de los negocios, pero ocurre justamente lo contrario: son el combustible que nos sostiene. Los emprendedores que perseveran lo hacen porque tienen una visión emocionalmente anclada. Las emociones que más fortalecen ese camino son la fe, la claridad, la constancia y la esperanza. Pero hay cuatro que, en mi experiencia, proyectan el futuro:
- Optimismo, para ver oportunidades donde otros ven crisis.
- Ambición, para no conformarse con lo mínimo y buscar siempre ser mejor.
- Pasión, para transformar el trabajo en vocación con vitalidad y convicción.
- Entusiasmo, para contagiar a otros y abrir nuevas posibilidades.
Estas emociones no se compran ni se improvisan: se construyen día a día, con hábitos, coherencia y propósito.
Fueron mi guía cuando, durante la pandemia. Entendí que a pesar de la incertidumbre debía reinventarme y desafiarme una vez más, fue cuando creé Luchy Academy, una línea de negocio enfocada en la formación emocional, el coaching y el bienestar integral, que hoy se ha convertido en uno de mis mayores logros. No solo por los resultados, sino porque representa mi evolución como profesional y como líder.
Ha sido un camino de enseñanzas y exigencias, acompañado por la autoformación constante, que es un acto de amor propio. Cada curso, cada libro, cada experiencia me ha ayudado a “afilar el hacha”, como suelo decir. Porque el éxito no está en llegar, sino en mantenerse, incluso a pesar del miedo a fallar.
Sé que no todos tenemos esa chispa emprendedora, pero sí podemos aprender a vivir desde el auto: desde la autonomía, la fe, la autoconfianza y la acción. Todas son necesarias para alcanzar el éxito personal. Porque emprender no es solo crear una empresa; es atreverse a construir una vida con propósito.
Si has querido emprender pero te da miedo, o sigues esperando que llegue el momento perfecto, te lo digo con convicción: ese momento no existe. Confía en ti y ponlo en marcha. El camino, aunque incierto, se vuelve profundamente significativo.
Como dijo Muhammad Yunus:
“El emprendedor no se define por el tamaño de su negocio,
sino por el tamaño de su propósito”.
Luchy Mejía, master coach – Experta en Emociones y CEO Potencial Humano Integral y LuchyAcademy
