
Opinión
¿Puede un líder confiar en su intuición? La ciencia dice que sí
En esta columna, una reflexión sobre sí la intuición puede —y debe— convertirse en una herramienta válida para la toma de decisiones de los líderes, apoyándose en evidencia científica y en los riesgos del ego y los sesgos cognitivos.
Hoy por hoy, la ciencia sigue sustentando, a través de diversos experimentos, el debate sobre si la vida y las buenas decisiones son cuestión de suerte, intuición o deliberación. Tanto así, que llegamos a creer que existen personas “mágicas” que nos ayudan a decidir. La ciencia ha definido al ser humano como un ser complejo, único y extraordinario. Así lo expresan los profesores del IESE, Javier Zamora y Pedro Herrera, quienes afirman que, por más avances que existan en las investigaciones de machine learning e inteligencia artificial, aún persisten grandes limitaciones en razonamiento, abstracción y singularidad. Por tanto, manejar una negociación compleja con inteligencia artificial está todavía lejos de ser una realidad.
Por ello, recomiendo explorar la “inteligencia intuitiva”, nombre del libro de Malcolm Gladwell, quien demuestra, con soporte científico e investigaciones de la Universidad de Washington, entre otras, que “las decisiones adoptadas a toda prisa pueden ser tan buenas como las más prudentes y deliberadas”.
Entonces, si la inteligencia intuitiva es conocida por todos, ¿por qué a veces sentimos en el cuerpo que el instinto nos traiciona? Aunque suene simple, como dirían los budistas, es el ego. Somos incapaces de poner en duda nuestras creencias, afirmaciones, intereses y emociones; y si deseamos que algo ocurra, ya estamos contaminando nuestra capacidad de intuir. En el caso de un líder o negociador, vale la pena retomar las palabras del gran Einstein, representante de la inteligencia intuitiva y el pensamiento sistémico, quien señalaba:
“Un ser humano es una parte del todo, llamado por nosotros ‘Universo’, una parte limitada en tiempo y en espacio. Él se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sensaciones como algo separado del resto: una especie de ilusión óptica de su conciencia. Esta ilusión es una especie de prisión para nosotros, que nos restringe a nuestros deseos personales y al afecto por unas cuantas personas cercanas a nosotros. Nuestra tarea debe ser liberarnos de esta prisión al ampliar nuestro círculo de compasión para abrazar a todas las criaturas vivientes y a toda la naturaleza en su belleza. Nadie es capaz de lograr esto por completo, pero el esfuerzo por tal logro es, en sí mismo, parte de la liberación y una base para la seguridad interna”.
Si fuéramos capaces de soltar el ego y los intereses individuales, podríamos decidir con intuición de manera más rápida, porque estaríamos conectados con el sistema y comprenderíamos que la verdad es la suma de múltiples verdades y posturas. Esto nos permitiría desarrollar la inteligencia intuitiva y tomar decisiones en poco tiempo. Para ello, debemos ser conscientes de la intuición y perfeccionar el arte de identificar los pocos factores que realmente importan entre una gran cantidad de variables, controlando los juicios rápidos y las primeras impresiones generadas por los sesgos cognitivos.
Estos sesgos, explicados hoy desde la neurociencia, han sido estudiados por Unai Vicente, profesor de la Universidad de Barcelona, quien señala en una publicación de 2019 que “la corteza medial posterior del prefrontal (mpPFC) le otorga un valor mayor a aquellas informaciones (opiniones, juicios, ideas) que coinciden con las que previamente el participante había adquirido. En otras palabras, nuestro cerebro calibra el peso de una nueva información de forma mucho más positiva si coincide con una que ya teníamos. El sesgo funciona, fundamentalmente, a través de una distorsión valorativa sobre la información. Aquellas informaciones que confirman nuestras adquisiciones previas reciben un mayor aporte atencional y, por lo tanto, influyen más en nuestra percepción de la realidad, que está afectada por nuestras creencias”.
La invitación es a aprovechar la intuición para decidir, sin miedos ni juicios: la ciencia y los conceptos científicos nos respaldan. Eso sí, siempre y cuando hayamos desarrollado autoconocimiento para “descontaminar” la intuición, controlando los juicios rápidos y las primeras impresiones derivadas de los sesgos cognitivos.
Espero que, como líderes, seamos capaces de ampliar nuestro círculo de compasión y abrazar sin polaridad, pues todo a nuestro alrededor es un ciclo, y los ciclos tienden a acoplarse entre sí porque, como propone el matemático Steven Strogatz: ¡vibremos alto!
Diana Carolina Lesmes, jefe administrativa de Hidrocarburos de Ecopetrol
