Entrevista
“Esa alianza se fortaleció”: experto revela en SEMANA detalles del eje de Rusia e Irán con Venezuela, Nicaragua y Cuba
El analista político y profesor de la Universidad Nacional, Carlos Patiño, estrena el libro La guerra global invisible, donde retrata cómo el conflicto entre Rusia y Ucrania puede ser determinante para el futuro del planeta.
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SEMANA: ¿Cuáles son los planteamientos que se postulan en La guerra global invisible sobre el futuro de la geopolítica a partir de la guerra en Ucrania?
Carlos Patiño: Hay dos elementos clave para entender por qué la guerra de Ucrania es tan importante, por qué ha durado tanto y por qué no hay una resolución a la vista. Es una de esas pocas guerras que logran encadenar una serie de fenómenos importantes y, en este caso, uno en especial: la confrontación de dos bloques de países.
De un lado, Rusia, que comete un crimen de agresión internacional contra Ucrania, respaldada por Corea del Norte, China, Irán y otros doce países, entre ellos Siria, hasta diciembre de 2014, antes de la caída de Bashar al-Assad. Del otro lado, Ucrania, respaldada por la Unión Europea, la Otan y entre 34 y 40 democracias del mundo. A partir de ese choque se ha producido un encadenamiento de conflictos globales.
Por eso, el presidente Zelenski y sus asesores insisten en que lo que se disputa no es una guerra regional, sino una revisión completa del orden internacional establecido tras la Segunda Guerra Mundial en 1945.
SEMANA: En el libro se plantea la idea de una paz imperial entre Trump y Putin. ¿Cómo entender ese concepto y qué podría significar para Ucrania?
C.P.: La paz imperial es la que Donald Trump propuso desde el principio, y que Vladímir Putin recibió con entusiasmo: una negociación directa entre Estados Unidos y Rusia, sin la participación de Ucrania. Eso fue evidente durante el primer semestre del segundo gobierno de Trump y alcanzó un momento crucial con la cumbre del 14 de agosto en Alaska entre Trump y Putin. Allí Rusia volvió a exigir lo mismo que desde el inicio: una rendición incondicional de Ucrania, el reconocimiento de la entrega de todos los territorios que reclama, no solo los que ocupa, y, en últimas, poner en entredicho el futuro de Ucrania como Estado soberano.
Desde la perspectiva de esa paz imperial, Ucrania queda sin muchas opciones. Solo dos: integrarse a la Otan, lo que le daría garantías defensivas frente a futuras agresiones rusas, o alcanzar autonomía militar plena. Pero precisamente esa autonomía es una de las exigencias de Rusia: que Ucrania no pueda desarrollar capacidad militar independiente, ni contar con asistencia técnica o tecnológica para producir sus propios equipos.

SEMANA: También se habla de la participación de Corea del Norte, Irán y China en el conflicto en Ucrania. ¿Es una intervención indirecta o directa?
C.P.: No es indirecta, es completamente directa. Corea del Norte actúa como un Estado beligerante, casi como un Estado federado de Rusia: suministra municiones, tropas, información y apoyo militar. China, por su parte, ha entregado tecnologías de uso dual, tanto civiles como militares, y hay evidencia de que también ha suministrado equipos militares, municiones, información y respaldo diplomático y económico.
Es una alianza consolidada que se mostró claramente en la reunión de la Organización de Cooperación de Shanghái y en el desfile militar del 3 de septiembre en China. Esa cohesión contrasta con la crisis de liderazgo en Occidente bajo Donald Trump, que ha generado tensiones con los aliados tradicionales de Estados Unidos.
SEMANA: ¿En qué lugar queda América Latina en este conflicto?
C.P.: América Latina se ha caracterizado por una paradoja: su irrelevancia global. La región no tiene un rol fuerte ni directo en la escena internacional. Algunos países han guardado silencio o han minimizado la importancia de la defensa del derecho internacional, a pesar de que históricamente ha sido central para la región. Además, se ha generado confusión por el encadenamiento con otros conflictos, como el de Gaza.
México y Brasil son los casos más visibles: México, desde el gobierno de López Obrador, se declaró neutral frente a los conflictos internacionales; Brasil, en cambio, ha intentado mediar, pero favoreciendo la posición rusa, lo cual ha sido muy mal recibido por Ucrania porque implica, en la práctica, sacrificarla.

SEMANA: ¿Qué papel tienen regímenes como los de Venezuela, Cuba o Nicaragua, que se han mostrado tan cercanos a Rusia?
C.P.: Desde el inicio del gobierno de Putin, Cuba, Nicaragua y Venezuela han sido parte del triángulo estratégico de Rusia en América Latina. Esa alianza se fortaleció en las últimas dos décadas, especialmente con Hugo Chávez.
El papel de Rusia en Venezuela es evidente, como también lo es el de Irán. Lo mismo ocurre con China, en Cuba y Venezuela. Son vínculos muy estrechos que colocan a estos países, aunque geográficamente distantes, como piezas clave en la estrategia global de Rusia.
SEMANA: ¿Cuál es la gran diferencia entre la forma en que Biden manejó la guerra y cómo lo hace Trump?
C.P.: Hay diferencias fundamentales. La primera: aunque el gobierno de Biden tardó en entregar armamento y en asumir un apoyo más decidido, finalmente ofreció un respaldo fuerte y sin ambigüedades a Ucrania y a la Otan. Trump, en cambio, ha favorecido a Rusia, ha puesto en duda la entrega de armamento y ha condicionado el apoyo a transacciones económicas: que los países europeos compren armas a Estados Unidos para luego transferirlas a Ucrania. También ha cuestionado el suministro de inteligencia, que ha sido crucial para la defensa ucraniana. La segunda diferencia: Biden ofreció apoyo diplomático sostenido a Ucrania y a la Otan. Con Trump hemos visto dudas e incluso momentos en los que se ha puesto en entredicho ese respaldo.

SEMANA: ¿Qué lecciones deja este conflicto para otros escenarios como Oriente Medio o Taiwán?
C.P.: La lección más importante que genera la guerra en Ucrania es que en realidad hay un vínculo estrecho entre un entramado global de conflictos y que ese entramado global de conflictos implica tener mucho más claro lo que sucede con los diversos riesgos geopolíticos.
Y esto para decir que en realidad es necesaria una lectura realista de cómo se mueven los conflictos, cuáles son los efectos mucho más directos o más de fondo frente a esos conflictos y cuáles son los mecanismos que suelen afectarlos.
SEMANA: En la Asamblea de las Naciones Unidas vimos a Trump cambiar un poco su postura frente a Ucrania, diciendo que podría vencer a Rusia militarmente. ¿A qué se debe?
C.P.: Para los analistas ucranianos no hay nada nuevo: fue más una declaración coyuntural tras su reunión con Zelenski. No genera credibilidad; más bien, escepticismo. Todo indica que se trató de una presión indirecta sobre Rusia, no de un cambio real de política. Esa impresión fue confirmada por el vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, al señalar que persisten distancias en la relación entre Moscú y Washington.
SEMANA: El presidente Petro aseguró en la ONU: “El socialismo de Stalin debió de volverse global y no estatal”. ¿Quién fue José Stalin y qué significó para la humanidad?
C.P.: José Stalin fue el gobernante de la Unión Soviética, después de la muerte de Vladímir Lenin, y fue el enemigo a muerte de León Trotsky, a quien Lenin había escogido como su sucesor.
Estuvo al frente del gobierno de la Unión Soviética entre 1925 y 1953. Fue responsable, por un lado, de consolidar definitivamente al Estado soviético como el gran imperio socialista del siglo XX; pero, al mismo tiempo, encabezó una de las etapas más represivas de la historia contemporánea. Entre sus políticas más duras estuvo la creación de los campos de trabajo forzado del gulag, donde fueron internados opositores políticos, entre ellos anarquistas, liberales, conservadores y cualquiera que fuera considerado enemigo del régimen. También se le atribuye la responsabilidad de la gran hambruna en Ucrania durante la década de 1930.

SEMANA: ¿Qué le espera a la guerra en Ucrania en el corto plazo? ¿Habrá algún acuerdo o entendimiento de Kiev con el Kremlin?
C.P.: Por ahora no se vislumbra una salida diplomática. La guerra continuará y se ha convertido en una de las más importantes del último siglo y medio, además de referencia para conflictos futuros en Oriente Medio, África, Taiwán o Corea del Norte.