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Donald Trump lució apocado el martes durante su reunión con el líder chino Xi Jinping. Fotos: AP y AFP

ESTADOS UNIDOS

Bofetadas para Trump

Mientras Trump mostraba su falta de solidez internacional en China, los votantes le pasaron factura en las elecciones regionales por el Rusiagate, los ataques a las minorías y su irresponsabilidad en las relaciones exteriores.

11 de noviembre de 2017

Las elecciones locales celebradas el martes en varios estados norteamericanos trajeron un rosario de noticias desagradables para Donald Trump. En Nueva York, el alcalde demócrata, Bill de Blasio, logró la reelección con el 66 por ciento de los votos. En Montana, un refugiado liberiano se convirtió en alcalde de la capital, Helena. En el estado de Washington, Seattle eligió a una lesbiana. En Kansas, Topeka tendrá por primera vez una alcaldesa latina. Y en Nueva Jersey, un miembro de la minoría sij gobernará a Hoboken.

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Pero el estado de Virginia dio las grandes sorpresas. Allí, los demócratas les quitaron 15 curules a los republicanos en la Asamblea Estatal y todo apunta a que van a controlarla por primera vez en 20 años. Y entre los nuevos congresistas hay varias sorpresas, como Danica Roem, la primera transgénero en ocupar un cargo legislativo en Estados Unidos, que además derrotó a un ultraconservador conocido por sus posiciones homófobas. A su vez, los demócratas retomaron el poder de la Fiscalía y se impusieron en la dura competencia por la Gobernación, que se saldó a favor de su candidato, Ralph Northam, un veterano del Ejército. Pese a su falta de carisma, este le sacó casi diez puntos a su contrincante, el republicano Ed Gillespie, artífice de su propia derrota al basar su campaña en aspectos clave del trumpismo. Es decir, el miedo a la inmigración, la defensa de las estatuas de los dirigentes confederados, el racismo y la exaltación de los valores tradicionales de los blancos.

En efecto, el gran derrotado de estas elecciones fue el presidente. Durante los días previos a las elecciones, este apoyó a Gillespie de todas las maneras posibles. Pero tras su fracaso, trató de desmarcarse con un trino desde Corea del Sur, donde estuvo el martes dentro de la gira oficial de 12 días por cinco países de Asia, que termina este lunes en Filipinas. Ese viaje había generado enormes expectativas por cuenta de la crisis de Corea del Norte y sobre todo porque se trata de su primera visita a China, donde se esperaba que Trump abordara temas como el ciberespionaje, la manipulación del yuan o las supuestas trampas comerciales de Beijing.

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Pero el magnate se apocó frente a la pompa y el fasto con el que lo recibió el presidente chino, Xi Jinping, quien desplegó una alfombra roja en la Ciudad Prohibida, pero no le hizo ninguna concesión. Trump, por su parte, ‘olvidó’ las acusaciones incendiarias que formuló contra China durante la campaña presidencial, dijo que sus predecesores en la Casa Blanca eran los culpables del éxito comercial chino, y se despidió con un desconcertante “Yo amo a China”. Y, sin embargo, la falta de coherencia y los papelones que el magnate ha hecho en el extranjero son apenas dos de las razones por las que un número creciente de norteamericanos apoya a cualquier candidato que se oponga a lo que él significa.

En efecto, desde que se posesionó hace exactamente un año, Trump ha gobernado exclusivamente para los blancos que lo eligieron. Por un lado, excluyó a las mujeres de su gabinete, humilló a los transexuales al echarlos del Ejército por Twitter, trató a los refugiados como terroristas en potencia, y durante meses ha hecho todo lo posible por sacar a los musulmanes y a los latinos del país. Por el otro, ha ensalzado la supremacía blanca y ha exacerbado el debate sobre el porte de armas, incluso en los momentos más dolorosos. Así lo hizo el lunes después de que un exaviador de la Fuerza Aérea mató a sangre fría a 26 personas en una iglesia de Kansas con un rifle semiautomático. Con más control en la venta de armas, dijo el magnate, “habría habido cientos de muertos”.

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Del mismo modo, su gobierno se ha convertido en un nido de conflictos de interés, pues el magnate, sus familiares y algunos miembros de su gabinete se han aprovechado de sus cargos para enriquecerse sin importarles los escándalos que esa ilegalidad ha generado. El lunes su secretario de Comercio, Wilbur Ross, protagonizó el último, pues según los Paradise Papers tiene vínculos comerciales con una empresa naviera estrechamente ligada a los gobiernos de Venezuela y sobre todo de Rusia. Es decir, el país que urdió una trama para llevar a Trump al poder. Todo justo cuando las pesquisas por la posible colusión de su campaña con el Kremlin avanzan peligrosamente.

Hoy la gran pregunta es si la paliza electoral que sus políticas recibieron el lunes es flor de un día o un síntoma de lo que vendrá en las elecciones de medio mandato en 2018 cuando estarán en juego todos los escaños del Senado, un tercio de los de la Cámara y 39 Gobernaciones. Por ahora, a muchos republicanos los tiene pensando la suerte que corrió Gillespie por abrazar las políticas de Trump.n