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A Álvaro Uribe se le fue la mano

El expresidente arremetió contra el gobierno en una cumbre internacional en Atenas. Pero una cosa es desprestigiar al gobierno y otra desprestigiar al país.

10 de junio de 2017

La Cumbre Concordia es un foro que promueve la colaboración entre gobiernos y entidades públicas y privadas para crear oportunidades que mejoren el futuro de las naciones. Este está integrado por 4.500 participantes, 600 ejecutivos de alto nivel y más de 50 jefes de Estado, uno de los cuales es el expresidente Álvaro Uribe.

En la reunión de la semana pasada tenía como tema los Objetivos de Desarrollo Sostenible del Milenio. En representación de Colombia, además de Uribe, estaba el embajador en Reino Unido, Néstor Osorio. Este había sido invitado porque cuando era embajador ante las Naciones Unidas, fue presidente del Consejo Económico y Social (Ecosoc), que es el órgano que promueve el desarrollo económico y social internacional.

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Cuando le llegó el turno, Osorio hizo su intervención informativa y didáctica ajustándose a la agenda. Señaló, entre otras cosas, que Colombia incluyó los objetivos de desarrollo en el Plan Nacional de Desarrollo, y dijo que el país incluyó dos metas adicionales para el posconflicto. Afirmó también que el sector privado será clave para la sostenibilidad. Su intervención fue estrictamente técnica y no se mencionó el proceso de paz colombiano. 

 Uribe le pidió al moderador que una vez terminaran las presentaciones lo dejara hablar de primero. Hasta ahí la cosa parecía normal. Pero cuando comenzó su intervención, en lugar de centrarse en el tema del foro, procedió a despacharse contra el gobierno de Juan Manuel Santos. El libreto fue más o menos el de siempre: la impunidad para las Farc; el aumento del narcotráfico en los últimos cuatro años; el exagerado nivel de impuestos y de corrupción; y un supuesto aumento del 236 por ciento en casos de extorsión en el último año.

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Cuál no sería el asombro de los asistentes cuando les tocó escuchar ese memorial de agravios, que se entiende en Colombia, pero no en Atenas. Como se trataba de un foro sobre sostenibilidad, la oposición al gobierno colombiano quedaba totalmente fuera de contexto. Las docenas de expresidentes de países y de empresas que integran Concordia no tienen conocimiento de la minucia política de Colombia, y por lo tanto les quedaba difícil entender que una persona con el rango de expresidente hablara como el jefe de la oposición. 

 El expresidente Álvaro Uribe definitivamente es el jefe de la oposición y el más efectivo en esta actividad de que se tenga memoria. Pero sin duda en esta ocasión se equivocó. Independientemente del debate sobre la validez de sus planteamientos, un discurso que puede ser considerado legítimo en Colombia, no lo es en un escenario internacional. Durante su gobierno él mismo estigmatizó a sus críticos en el exterior diferenciándolos de sus críticos en el país. El caso de Piedad Córdoba fue el más famoso. A ella se le fue la mano pues lo llamó “mafioso, paramilitar y asesino” y pidió que lo tumbaran. Uribe en ese momento respondió que denigrar del país en el exterior era una traición a la patria.

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 A pesar de las diferencias entre los dos casos, que él incurriera en un comportamiento parecido en forma tan pública generó polémica. Y esta no solo tuvo lugar entre sus enemigos políticos, como era de esperarse, sino entre muchos de sus seguidores. Todos comparten las posiciones de Uribe, pero muchos creen que la ropa sucia se lava en casa. Sobre todo cuando lo que está de por medio es la promoción del país para atraer inversión extrajera. 

 Dado el peso y el prestigio que el expresidente Álvaro Uribe tiene internacionalmente, este tipo de actuaciones no puede ser considerado neutral. Como jefe de la oposición él tiene todo el derecho a desprestigiar al gobierno, pero no tiene el derecho de desprestigiar al país. Una cosa es ser antisantista en el Capitolio y otra en el Partenón.