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En la estación de Policía de Chambacú, en pleno centro de Cartagena, hay de forma permanente más de 20 policías. Allí ocurrió la violación masiva.
En la estación de Policía de Chambacú, en pleno centro de Cartagena, hay de forma permanente más de 20 policías. Allí ocurrió la violación masiva. | Foto: Ruby Villareal

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Defensoría reclama respuestas por violación masiva en estación de Policía de Chambacú, en Cartagena

Durante seis, diez detenidos fueron violados, secuestrados y torturado en el centro de detención de la estación de Policía de Chambacú. Hubo complicidad de los uniformados, no hay otra explicación.

19 de septiembre de 2022

No se trataba de un secreto, a la Procuraduría, a la misma Policía, y hasta a Naciones Unidas había llegado la denuncia de las seis horas de infierno que vivieron 10 detenidos en la estación de policía de Chambacú, en Cartagena, quienes fueron secuestrados, torturados y violados sexualmente en las barbas de la Policía. Incluso, se señala que este hecho no se pudo haber dado sin complicidad de las autoridades, no pudo haber otra forma.

Por eso la Defensoría del Pueblo, emitió un comunicado en el que señalan que la entidad “denunció ante las autoridades competentes que 10 detenidos por delitos sexuales, recluidos en la Estación de Policía de Chambacú, en Cartagena, fueron presuntamente víctimas de violaciones por parte de otras personas privadas de la libertad”.

En un papelito que les pudo entregar un detenido a sus familiares, pide auxilio por las violaciones y torturas. Ruega que lo saquen del lugar.
En un papelito que les pudo entregar un detenido a sus familiares, pide auxilio por las violaciones y torturas. Ruega que lo saquen del lugar. | Foto: suministradas por víctimas

Señalan en este comunicado que “desde la Regional Bolívar, la Defensoría del Pueblo denunció los hechos, que habrían ocurrido el pasado 30 de agosto, ante el comandante de la Policía Nacional y al comandante de la Policía Metropolitana de Cartagena, haciéndoles un llamado para que inicien las respectivas acciones por las posibles omisiones del servicio en la Estación de Policía de Chambacú, debido a que los hechos ocurrieron a las 11 am y solo hasta las 5 pm se habrían percatado de la situación”.

Y es verdad, desde Cartagena, el Defensor regional de Bolívar, José Hilario Bossio, fue uno de los primeros en denunciar esta salvajada. Lo puso en conocimiento de las autoridades y además advirtió que no hay justificación alguna. Poniendo sobre la mesa la problemática de fondo: el hacinamiento.

Solo en el centro de detención temporal de Chambacú, se habla de un hacinamiento superior al 200%, incluso Bossio contó que en un evento del pasado gobierno, el entonces ministro de Justicia, Wilson Ruiz, entregó 300 nuevos cupos carcelarios a la ciudad de Cartagena, pero no pasó de un anunció porque estos nunca se hicieron realidad.

Pese a que el defensor regional Bossio hizo el llamado, tan pronto se supo de la barbarie que se vivió en la cárcel. Desde la Defensoría en Bogotá solo parece que se dieron cuenta cuando la denuncia fue publicada por SEMANA.

Al conocerse la denuncia, llegaron tanquetas y hombres de la Policía, que sacaron colchonetas, cobijas y otros elementos de los detenidos. Eliminaron las pruebas.
Al conocerse la denuncia, llegaron tanquetas y hombres de la Policía, que sacaron colchonetas, cobijas y otros elementos de los detenidos. Eliminaron las pruebas. | Foto: suministradas por víctimas

En el comunicado enviado el domingo señalan que “la Defensoría del Pueblo le solicitó a la seccional Bolívar de la Fiscalía General de la Nación celeridad en las investigaciones y al alcalde de Cartagena buscar los mecanismos para que no se sigan vulnerando los derechos de las personas privadas de la libertad que se encuentran hacinadas en estos establecimientos penitenciarios”.

Finalmente, la Defensoría del Pueblo le solicita a la Secretaría del Interior del Distrito de Cartagena el trasladado de las 10 personas privadas de la libertad que fueron víctimas de presunta violencia sexual para garantizar su vida e integridad, mientras se adelantan las investigaciones respectivas.

Lo que pasó

En medio de un hacinamiento impresionante, y en las barbas o con complicidad de la Policía, se presentó una ‘fiesta’ de barbarie tras las rejas de la estación de Policía de Chambacú, en Cartagena. Se trató de una violación masiva de diez de los detenidos, que fueron acorralados y secuestrados durante seis largas horas, en las que los torturaron, golpearon y abusaron sexualmente.

No hay forma de que esta aterradora ‘fiesta’ se hubiera dado sin la complicidad de los policías que custodian el centro de reclusión temporal. Incluso, ya hay denuncias ante los organismos judiciales y disciplinarios, y hasta en Naciones Unidas, pues no solo permitieron que ese 30 agosto se presentaran los hechos, sino que luego de que se hizo público se habría montado un simulacro de motín que terminó borrando las pruebas de lo ocurrido.

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Los relatos son espeluznantes. A primeras horas de la mañana, el ya caluroso ambiente de este centro de detención, en el que la temperatura promedio supera los 35 grados centígrados y está atiborrado de delincuentes de todo tipo, se empezaba a calentar. Pero no se trataba de una sensación térmica. Los plumas o convictos que mandan la parada en el lugar comenzaron a reunirse, algo planeaban.

Parecía que iba a empezar una de esas fiestas que realizan los detenidos en las barbas de la Policía. Y así se inició. Sobre las ocho de la mañana, entró licor de contrabando, dos garrafas de ron y una bolsa plástica llena de variadas drogas: perico, marihuana y pastillas. Era una fiesta reservada para los que mandaban en el sitio, que, según testimonios, son miembros del Clan del Golfo, liderados por alias Cabeza, que están a la espera de que les definan su situación judicial.

De un momento a otro comenzó la barbarie. Los plumas señalaron, uno a uno, a diez de los detenidos, los mandaron a la parte de atrás del centro de detención, donde hay dos celdas provisionales. Nadie decía nada. Como sucede en las cárceles, el silencio es la ley. Allá los arrumaron.

Con cuchillos, palos, hojas de cuchillas para afeitar y hasta cucharas afiladas que usan como armas mortales, empezaron a golpearlos y torturarlos. Eran 16 los hombres que cometían los hechos. La descripción es pavorosa. A cada uno lo pusieron a practicar sexo oral; si se resistía, lo golpeaban y lo cortaban con las improvisadas armas. Además, les quitaron los celulares y les vaciaron las cuentas.

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Al mediodía hubo una pequeña pausa, era la hora del almuerzo. La madre de uno de los detenidos le fue a llevar la comida y reclamó que quería verlo, no aceptó negativas y hasta hizo un escándalo que obligó a los miembros de la guardia a trasladarlo hasta la reja. Con 35 grados centígrados, el hombre llegó con un saco de capucha y una gorra, no se dejaba ver la cara. Aunque hubo sospechas, no pasó nada, y el detenido no dijo una sola palabra de lo que estaba pasando. El motivo, contó después, era que sin que nadie pudiera ver le tenían un cuchillo puesto en las costillas para que no musitara palabra.

Luego de esa interrupción, la ‘fiesta’ continuó. El trago y las drogas hacían su efecto, pasaron del sexo oral a las violaciones. Un recluso, ya entrado en años, se negaba y forcejeaba para que no lo obligaran a esos vejámenes, pero recibió un castigo. Lo violaron con un palo de escoba y lo dejaron tirado en el piso, ensangrentado.

Las seis horas de terror pudieron extenderse, pero la suerte asomó con algo de piedad. Uno de los detenidos tenía una audiencia de su caso, así que tan pronto tuvo conexión advirtió al juez y a la Fiscalía lo que estaba sucediendo, poniendo fin a la barbarie. Pero con una orden: que apuntaran en la minuta claramente, sin omitir detalle, todo lo que ocurrió.