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Así vota Bogotá

Ningún candidato puede llegar a la presidencia sin el apoyo de la capital. Una investigación analiza en detalle el mapa electoral de la capital y cómo se configuran las preferencias políticas de sus habitantes.

4 de noviembre de 2017

Bogotá está en la mira de todas las campañas, pues su potencial electoral llega a 5 millones de votos, el más alto de todo el país. Y aunque se ha dicho que sus electores son mayoritariamente de opinión, apuntan a la centroizquierda y van en contravía de las tendencias nacionales, en realidad tienen una forma de votar más compleja. La ciudad es tan diversa y tan grande, que esas tendencias aparecen a nivel local y barrial, y no se pueden extrapolar.

Vea aquí el mapa

Para entender el comportamiento electoral de los bogotanos, la firma Cifras & Conceptos hizo un estudio con la técnica de microtargeting. A partir del análisis de las 10 últimas elecciones, desde 2010, identificó las preferencias según su puesto de votación. Hizo lo anterior después de encontrar que en diez de los 642 puestos de la ciudad se concentra el 10 por ciento de los electores. Pero, sobre todo, que 100 puestos se portan de forma consistente: en ellos, en más de 4 elecciones ha ganado el mismo partido con más del 20 por ciento.

El estudio arroja conclusiones a partir del análisis de los resultados de cada puesto de votación, la filiación partidista de los bogotanos, y la influencia de ediles y políticos locales en cada zona. Sus resultados permiten a los candidatos identificar los puestos de votación en los que tienen mayores probabilidades de ganar y conocer las expectativas políticas de los habitantes de distintas zonas.

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Exceptuando a La U, cuya votación reciente se distribuye de manera irregular en toda la ciudad y ha estado impulsada por la participación de Juan Manuel Santos como candidato en cuatro de las diez últimas elecciones, el resto de los partidos tienen nichos identificables en distintos barrios y localidades.

El liberalismo pasa por un momento difícil en la capital. Si bien hasta mediados de los noventa tuvo una fuerte presencia y la ciudad fue bastión de vertientes como el Nuevo Liberalismo, el trapo rojo perdió influencia con la apertura democrática que significó la Constitución de 1991 que llevó a la aparición de movimientos independientes y nuevos partidos. En las votaciones para Alcaldía eso se reflejó en el triunfo de alcaldes suprapartidistas como Antanas Mockus y Enrique Peñalosa, y de mandatarios de izquierda como Lucho Garzón, Samuel Moreno y Gustavo Petro. En el Concejo, el Partido Liberal pasó de ser mayoritario a tener 6 de los 40 cabildantes. Su poder se concentra en barrios de nivel socioeconómico bajo, que además de aportar poca votación, dependen de las maquinarias. Los puestos de mayor votación liberal quedan en las localidades de Ciudad Bolívar y San Cristóbal, en el sur.

Una zona tradicional de votación liberal fue hasta hace poco Chapinero, donde a pesar de que coexisten todos los estratos, se concentra una parte importante de la población más rica. Puestos de votación del borde oriental de esa localidad, adyacentes a la carrera séptima, poco a poco han ido moviendo sus preferencias hacia el Partido Verde. Eso tiene varias explicaciones. La población de esa localidad es más joven que la del resto de la ciudad, lo cual implica mayor identificación con banderas verdes como la defensa de la agenda ambiental, la lucha contra la corrupción y la inclusión social de poblaciones como la LGBTI. En Chapinero, además, por los altos costos de la tierra priman los espacios pequeños en los que viven estudiantes, profesionales, solteros y separados, cuya concepción del mundo tiende a ser más liberal que la de aquellas personas con familias convencionales, que viven en casas más grandes.

Otra localidad tradicionalmente liberal, Ciudad Kenneddy –la más grande de Bogotá–, hoy en día reparte sus votos entre Cambio Radical, el Polo Democrático y el movimiento Progresistas, de Gustavo Petro.

El otro partido tradicional, el Conservador, está a punto de desaparecer en la capital, donde solo sigue teniendo influencia en los barrios más apartados y deprimidos de Ciudad Bolívar, en puestos en los que votan personas mayores. En el resto de la ciudad, La U –cuando era el partido de Álvaro Uribe– y más recientemente el Centro Democrático han capturado las preferencias conservadoras. Esta última colectividad tiene mayor influencia, entre otras zonas, en el norte de la ciudad, donde hay una clase media recién consolidada, con alta capacidad adquisitiva, que vive cerca a centros comerciales. De hecho, sus mayores votaciones aparecen en puestos aledaños a Unicentro, Cedritos y Bulevar Niza. Esa población considera que la seguridad es la prioridad, quiere conservar lo que ha logrado y está integrada en parte importante por comerciantes formales e informales. De hecho, en otras zonas comerciales, como San Victorino, también el Centro Democrático tiene alta favorabilidad.

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Además de Alianza Verde, Cambio Radical también ha recogido votos del liberalismo. La colectividad de Germán Vargas Lleras tiene origen liberal y por eso recoge votos en zonas del occidente donde anteriormente tenían fuerza las toldas rojas. No obstante, al ubicarse a la derecha del espectro político también captura votantes en zonas conservadoras. Algunas de clase media, que a diferencia de las uribistas son menos comerciales y más residenciales, y otras de clase alta –como Santa Ana Oriental– en las que figuras con opinión como Carlos Fernando Galán o Rodrigo Lara son reconocidas. En zonas populares del suroccidente, Cambio Radical tiene una fuerte red política de ediles y alcaldes locales.

En el caso del Polo Democrático, es evidente su fortaleza en sectores populares de Chapinero y en otros del occidente de la ciudad en los que las administraciones de ese partido invirtieron en infraestructura y servicios. En el centro también le va bien. Sorprende la altísima votación que obtiene este partido en los puestos aledaños a la Alcaldía, que se explica porque muchos funcionarios que hacen parte de la burocracia distrital han inscrito su cédula en esa zona. El partido se pelea las áreas de influencia con el movimiento de Gustavo Petro, lo que demuestra que el electorado no siempre hace la diferencia entre el Polo y Progresistas.

La investigación adelantada por Cifras & Conceptos ratifica también que hay mesas con muchos votos, pero que no necesariamente tienen una mayor participación política. Los puestos de mayor número son Unicentro, el Colegio Agustiniano de Suba y las Margaritas (Cedritos), que suelen aportar más de 20.000 sufragios en cada elección. Sin embargo, en esos puestos la abstención es alta y contrasta con la de otros como Ciudad Salitre, Mazurén (autopista Norte) y Rafael Núñez; en Teusaquillo, votan más del 77 por ciento de los inscritos. La mayor participación aparece en puestos de clase media, cercanos a conjuntos cerrados. “En estos conjuntos hay evidencia de que el trabajo político puede ser más organizado”, asegura César Caballero, presidente de la encuestadora.

Finalmente, al detenerse en los puestos de votación el estudio ratifica que en Bogotá el mayor número de electores se encuentra en estratos tres y cuatro. Porque mientras los estratos uno y dos sienten que están tan mal que ningún político puede contribuir a su calidad de vida, y los estratos altos sienten que ya no necesitan de la política, los sectores que están a punto de consolidarse como clase media aún dependen del funcionamiento del Estado. Para ellos, lo que se defina en la esfera pública en salud, educación, empleo y servicios básicos sigue siendo importante.

La investigación de Caballero va más allá de entender las lógicas políticas bogotanas y permite a los candidatos focalizar sus campañas. Una curul del Senado se logra, en promedio, con 70.000 votos. Para un candidato reconocido que quiera obtener su mayoría de votación en Bogotá, el análisis de las mesas le serviría para saber dónde tiene que hacer campaña. Y en una contienda presidencial, los candidatos también pueden saber dónde deben ganarle a sus contendores. Pero más que los cálculos, el estudio muestra que en las grandes ciudades los votos no solo dependen de las campañas y de las redes políticas. También los definen factores como la posición económica, las tradiciones barriales, la demografía, los usos del suelo y el valor de la tierra.