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ENTREVISTA

"No hay que estar en la indigencia para ser reparadas por violencia intrafamiliar"

Mientras la magistrada Stella Conto hablaba fuerte en el Consejo de Estado, atravesaba por un difícil proceso de divorcio que comenzó hace siete años y terminó esta semana en la Corte Suprema. En entrevista con SEMANA habla de cómo llegó a vivir en contravía de sus ideales.

27 de julio de 2017

SEMANA: ¿Cómo la cara visible de la defensa de los derechos de las mujeres en la justicia terminó llegando hasta las últimas instancias para defender sus propios derechos?

Stella Conto: Eso está relacionado. Precisamente, mi lucha a favor de las mujeres y contra la discriminación, la violencia de género está íntimamente relacionada con mi vida. De ahí que sea tan importante que las mujeres lleguen a estos cargos y que tengan voz. Nosotras tenemos una sensibilidad particular para la violencia y la discriminación de género; esa sensibildiad la tengo porque sé qué es eso.

"Fui educada para sacar adelante un hogar a costa de todos los sacrificios porque hay que ser buena, sumisa y obediente"

SEMANA: ¿Qué pasó en su vida personal que la llevó a este pleito de divorcio?

S.C.: Mi vida personal es una vida común, parecida a la que viven las mujeres en Colombia y en los países en donde hay violencia y discriminación de género. Una mujer que fue educada para sacar adelante su hogar a costa de todos los sacrificios porque hay que ser una mujer buena, sumisa y obediente para poder responder a una sociedad que pone esa regla. Académicamente siempre me destaqué, y fue mi actividad académica la que me fue llevando por unos senderos en los que necesariamente terminé confrontando mi vida personal con mis convicciones. Llega un momento en que te das cuenta que vives en contravía de lo que piensas, y eso implica un gran rompimiento interior. Tuve un proceso sicológico exitoso en el que colaboré muchísimo, y descubrí que ese era mi problema: vivía en contravía con lo que pregonaba. Mi vida familiar era otra. Había pensado que hasta que mi hija menor no tuviera 18 años no iba a generar rompimiento definitivo y que lo iba a soportar. Lo he soportado tantos años, me casé en 1978 y la decisión la tomé hace apenas siete años, cuando la niña tenía 12. Pero la situación se fue haciendo cada vez más difícil.

Inicialmente mi intención fue informarle al señor que ya no más, que no se toleraba más. De ahí me demoré un tiempo en iniciar el proceso de divorcio porque me daba temor. Temor de las reacciones de una persona agresiva, que entre otras cosas me advirtió que no me iba a dejar divorciar. Que yo no le importaba pero sus hijos sí. Hasta que por fin me decidí y lo hice con la convicción de que mi proceso de divorcio no iba a ser como cualquiera, sino que iba a hacer respetar mis derechos y que iba a luchar hasta el final.

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SEMANA: La amenazó en algún momento con hacer uso de su poder para restarle derechos?

S.C.:
Desde el momento en que decidí divorciarme no volvió a cumplir con ninguna de las responsabilidades familiares. Esto hizo parte de mi carga. Tuve que pagar todo, inclusive los servicios públicos que él usaba. Cuando decidí que me divorciaba no volvió a cumplir con ninguna obligación. 

SEMANA: ¿Cree que para usted siendo magistrada fue más fácil avanzar en su proceso de divorcio que para otras mujeres?

S.C.: Fue más fácil pero no por mi calidad de magistrada, sino porque yo empecé el proceso empoderada. Estaba segura de mí misma. Pero el proceso pudo ser más difícil que para una mujer común y corriente porque había cierta prevención de no dar la impresión de que me estaban favoreciendo. Los procesos de divorcio son difíciles, tienen una carga emocional muy fuerte y eso hace que esa clase de procesos no sean fáciles para nadie. De ahí que las mujeres lo primero que hacen cuando se los proponen es conciliar y salir corriendo, con tal de librarse de esto no importa las condiciones.

SEMANA: No solo no la favorecieron sino que usted termina poniendo la tutela contra los magistrados y la jueza de familia que resolvieron su caso...

S.C.: La jueza 11 de familia me decretó el divorcio por grave incumplimiento de los deberes de padre porque la carga económica la asumí yo, teniendo él ingresos. No quedaba otra alternativa que reconocer la realidad que era demasiado evidente. Sin embargo, me negó la causal de maltrato, me dijo que el maltrato era mutuo, simplemente con el argumento de que cuando hay esos problemas de familia al maltrato es de los dos. Y que definitivamente no tenía derecho a la indemnización porque el Código Civil la trae como indemnización alimentaria; el argumento es que no tengo necesidad de alimentos y por tanto no tengo por qué ser indemnizada.

Esa es la relación tan importante que la Sala Civil viene a romper, para explicarles a los jueces que una cosa es la obligación alimentaria y otra cosa es el derecho a ser reparado. Mi abogado apela la decisión del juez y vamos al tribunal. Allí me dicen que está probado el maltrato y la sentencia es muy bonita, se acoge las normas internacionales y a la jurisprudencia de la Corte. Sin embargo, dice que de todas maneras no tengo que ser reparada porque el Código Civil prevé una reparación por alimentos y que yo no necesito alimentos. La única alternativa que me quedaba era la acción de tutela ante la Sala Civil para decirle que aplique las convenciones internacionales.

"Tuve que pagar todo, inclusive los servicios públicos que él usaba"

SEMANA: Es común que los jueces y abogados digan que porque trabaja no necesita cuota de alimentos ¿Cuál es el rompimiento que hace la Corte?

S.C.: Que reconoce el daño por el maltrato, el incumplimiento de las obligaciones y la condición de víctima, lo cual es independiente a si la persona tiene o no tiene ingresos. Las víctimas no necesariamente tienen que ser vulnerables económicamente, y el daño puede ser infinitamente superior en un caso donde haya recursos. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. No solo debe haber indemnización a víctimas cuando están en circunstancias de vulneración económica. Eso es otro problema. Claro que hay que ayudarlas pero no quiere decir que sean las únicas víctimas. Y no porque no se pueda valorar el daño desistimos -una herida puede que jamás se cicatrice-,  pero es la única manera que tenemos de reparar y que las personas víctimas dejen de ser víctimas.

SEMANA: ¿Cómo fue ese momento en el que usted pone sus ideales por encima sus emociones y sentimientos?

S.C.: Eso es un proceso que va con la vida de uno. Es una cosa que la tuve desde niña, desde el colegio. Era líder, siempre fui la presidenta del curso y a mis amigas les decía que iba a trabajar en algo que me sirviera para defender a las mujeres. Desde niña, después en la universidad, actividades académicas, mi paso por la Corte Constitucional, el litigio también me ayudó a convivir con los sufrimientos de mis clientes. Y verme impotente para ayudarles más, principalmente porque no se dejaban, y no se dejaban porque no podían. Es que una mujer en esta situación está en debilidad que es difícil exigirle más.

SEMANA: Si a usted con un alto perfil académico le pasa, le puede pasar a cualquiera...

S.C.: Claro. Estoy convencida. Y no me olvido de lo que yo viví y de lo que viven las mujeres por el hecho de llegar a ser magistrada. Desde que llegué al Consejo de Estado me vinculé a la Comisión de Género. Empecé a trabajar y a aportar. Lo hago por mí, por mis hijas y para construir un país distinto. Es que la violencia de género es una violencia dura que afecta mucho la relación familiar, produce sufrimiento. Las mujeres tenemos que llegar a estos cargos porque la sensibilidad que tenemos para enfrentar esta situación no la tiene nadie.

SEMANA.: Hubo un debate reciente en la Corte Constitucional en donde la conclusión, dijeron muchos, es que los infieles no pueden divorciarse. En esta discusión se defendió la libertad de poder elegir pero quedó la sensación que se perdió...

S.C.: Una cosa es la libertad y otra la responsabilidad. Cierto, las personas son libres de unirse y de separarse. Pero el matrimonio y la unión libre son uniones responsables. El que asume las obligaciones tiene que responder por el cumplimiento y eso no es problema de libertad. Entre más libre el hombre es más responsable. Así que el argumento de que como somos libres no respondemos por nada, no es un argumento muy difícil de sostener.

En el tema de fidelidad hay unos compromisos con las uniones. Ahora, se pueden romper pero hay maneras de romperlos. Hay maneras de romper un vínculo sin necesidad de herir al otro, o de incrementar el sufrimiento del otro con deslealtad. Los infieles sí se pueden divorciar. Lo que pasa es que cuando hay dificultades en la pareja, el divorcio se puede invocar, ya sea de común acuerdo o por la vía contenciosa. Pero eso no quiere decir que la gente no tenga que ser responsable por los incumplimientos. Una unión responsable tiene que tener consecuencias.

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SEMANA: Esa misma Corte, meses atrás incluyó violencia económica, ¿en su caso el tema económico fue un objeto de manipulación de su expareja? 

S.C.: La Corte lo que hace es dar una interpretación lógica y constitucional al Código Civil porque el maltrato en general impacta en todos los campos. Puede ser afectivo y económico. El maltrato económico se utiliza muchísimo y no solo porque la pareja no tenga sino porque cuando tiene hay que conseguir que la persona gaste más para que deje de tener. Que llegue a un incremento de gastos tal que lo haga caer en la insolvencia.

"Por el hecho de ser magistrada, no me olvido de lo que yo viví y de lo que viven las mujeres"

SEMANA: Usted trabaja, pero muchas mujeres en Colombia no llegan a tener ni estudios por dedicarse a su familia...

S.C.: Eso es una gran injusticia con la mujer. Esas mujeres necesitan el amparo estatal. Es uno de los objetivos interesantes de la comunidad internacional, que ya se tendrán que cumplir en el 2030, es reconocer el trabajo invisible de la mujer. Está dirigido a valorar el trabajo del hogar, que es más que un trabajo doméstico. La mujer hace más que tareas domésticas. Ese es un aspecto importante y en la relación conyugal se nota mucho, que se cree que ella está obligada a hacer ese tipo de tareas, pero cuando hay un rompimiento, que no tiene derecho a nada. Uno oye a los señores decir, ella no ha trabajado, el único que ha trabajado soy yo.

SEMANA: En este sentido ¿Cuál es la importancia de este fallo?

S.C.: Mucha. La Sala Civil hace un llamado a los jueces de familia para que integren el Código Civil, con la Constitución y las convenciones internacionales. Que se pongan al día. De manera que no ocurran respuestas como la que se me dio a mí en el pasado: que estoy maltratada pero estoy trabajando. Una cosa que no tiene qué ver con la otra. Lo dije en mi tutela: para que a las mujeres nos reparen ¿tenemos que estar en la indigencia? Entonces no debí estudiar ni trabajar para ver si me reparan... Las víctimas tenemos la obligación de mitigar el daño y sobreponernos, la resiliencia es un reto y hay que hacerlo. Pero no podemos castigar al que lo logra. He estudiado y he trabajado y estoy donde estoy porque lo he conseguido con trabajo y dedicación. Lo importante es que sin ir ante la Corte Constitucional, la justicia ordinaria les dice a sus jueces: tienen que aplicar las normas internacionales y luchar contra la violencia de género.

SEMANA: Se presentó al Congreso un proyecto que busca dejar de perseguir penalmente la inasistencia alimentaria ¿qué opina?

S.C.: El Gobierno y el Congreso tienen que recapacitar. No se pueden suspender las consecuencias penales de la inasistencia alimentaria. Son muchos los casos que la única alternativa es la cárcel, no porque se vayan a la cárcel sino por el hecho de presentarse a la Fiscalía obliga a las personas que no están cumpliendo, a cumplir. Yo creo que en las cárceles hay muy pocas personas por obligaciones alimentarias. No creo que el problema del hacinamiento tenga que ver con la inasistencia. Lo digo no porque conozca estadísticas sino porque soy juez de la reparación y tenemos mochos casos de privaciones injustas de la libertad. Jamás hemos tenido un caso de un hombre o una mujer que pida que la indemnicen porque lo tuvieron injustamente preso por el incumplimiento de una obligación alimentaria. Nunca.

Entiendo que el Ministro quiere acabar un poco con la hacinamiento, pero no creo que se necesite despenalizar la inasistencia alimentaria.

Más que las cárceles es posible que se quieran descongestionar la Fiscalía. Ahí sí, porque son tantos los casos de inasistencia que es posible que la Fiscalía se sienta agobiada. Cárcel por alimentos debe ser contados los casos. Ordinariamente con la citación a la Fiscalía concilia y pagan, algo pagan. Puedo contarlo porque yo litigué, y hay casos en los que definitivamente no hay nada más qué hacer.

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SEMANA: ¿Qué hacer entonces con un tema que puede desbordar la capacidad institucional y que afecta las entrañas de la sociedad?

S.C.: Hay que hacer de todo. Lo primero que tiene que aceptar el Gobierno es que el problema existe y no minimizarlo. No vamos a descongestionar las cárceles minimizando. El problema es muy grave y es una forma de violencia en contra de las mujeres, pero particularmente en contra de los niños. Desde la educación, no puede ser que padres traigan a los hijos al mundo y no sean capaces de darles alimentos. Para él sí tiene. Uno sale molesto de las audiencias donde el juez pregunta, ¿cuánto gana el señor? -el salario mínimo. Entonces retiene el 50% del salario. Y ¿cuántos hijos tiene? -5 o más. Entonces ordena darle $20.000 pesos a cada uno. Uno apenas le pregunta al fiscal ¿cuánto vale el desayuno del niño mañana? ¿por qué la mamá del niño sí puede darle desayuno? ¿por qué la mujer sí tiene trabajo?

SEMANA: Me imagino hoy se cierra un capítulo personal y profesional. ¿Qué mensaje envía?

S.C.: No hay que rendirse ante la violencia y la discriminación. A las mujeres que lograron superarlo o no han llegado a estas circunstancias y que tienen posibilidades de influir, solidaridad.