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La canciller María Ángela Holguín, el jefe negociador Humberto de la Calle y el ministro de Defensa Luis Carlos Villegas. | Foto: Fotomontaje SEMANA

DECLARACIÓN

Santos rechaza renuncia a De la Calle; lo pone a negociar con el uribismo

El presidente le encomendó al jefe de los diálogos liderar una misión muy difícil: acercarse al Centro Democrático. En esa nueva 'mesa' estarán María Ángela Holguin, Luis Carlos Villegas, Iván Duque, Óscar Iván Zuluaga y Carlos Holmes Trujillo.

3 de octubre de 2016

Quizá no había una persona más catastrofista frente a un eventual triunfo del No que Humberto de la Calle. El jefe negociador había dicho varias veces que si ese escenario se convertía en realidad, sería un “un desastre nacional” frente al cual él tendría inevitablemente que "agachar la cabeza". 

“¿Nos volvemos a sentar en la Mesa? ¿Regresamos a Cuba? ¿Renegociar? De ganar el No, se destruye el apoyo internacional al proceso de paz. El No es una extensión de la incertidumbre, el acuerdo final es el mejor acuerdo posible, a pesar de sus defectos. El Acuerdo Final es la certidumbre de que habrá un cambio en Colombia”, explicó hace apenas un mes cuando esto no era más que una hipótesis. 

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Por eso, muchos consideraron lógica su reacción de la mañana del lunes. En un sentido pronunciamiento, el jefe del equipo negociador ofreció su cabeza. "Los errores que hayamos cometido son de mi exclusiva responsabilidad. Asumo plenamente mi responsabilidad política", aseguró. 

En un país en donde nadie asume responsabilidades su gesto fue considerado un acto de grandeza. Con excepción de los promotores del No, como el exprocurador Alejandro Ordóñez, pocos colombianos consideran que los resultados del domingo sean culpa de Humberto de la Calle.

En ese sentido, la respuesta del presidente en la tarde del lunes fue interpretada como una gran movida política. Santos no sólo no le aceptó la renuncia, sino que le encomendó la misión más mportante que tiene ahora el Gobierno: salvar el proceso. Así, su jefe no sólo lo ratificó en su puesto como jefe negociador del diálogo del Gobierno con las FARC, sino que le puso el reto de montar un potro muy bravo: el uribismo.

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En las crisis el presidente Juan Manuel Santos suele dar sorpresas y después de la derrota de la refrendación del acuerdo final, no podía ser diferente. De la defensa pasó a la ofensiva al cogerle la caña al diálogo que le propuso la víspera el expresidente Álvaro Uribe y anunció su equipo negociador para las conversaciones con los voceros del No: De la Calle; el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, y la canciller, María Ángela Holguín.

En su segunda declaración pública después de conocer el batatazo del domingo, Santos reiteró que en estos momentos el país necesita unidad para "dejar atrás las rencillas, los odios y la polarización que tanto daño nos hace".

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Acto seguido, celebró la designación de tres voceros del Centro Democrático para “llevar a feliz término el proceso de paz”. Aunque el presidente no los mencionó por nombre propio, y el partido opositor no se apareció por la Casa de Nariño en una jornada de discusiones con diversas fuerzas políticas, más temprano los precandidatos Iván Duque, Óscar Iván Zuluaga y Carlos Holmes Trujillo habían firmado un comunicado en el que se ofrecieron para entablar ese diálogo.

Santos fue cuidadoso para señalar que se debe actuar con prontitud y poner límites de tiempo a ese diálogo, “pues la incertidumbre y la falta de claridad sobre lo que sigue ponen en riesgo todo lo que hasta ahora se ha construido".

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En medio del esfuerzo de la coalición de Gobierno por rescatar el acuerdo de paz, una de las prioridades es acelerar cualquier acercamiento con los promotores del No antes de que el limbo político deteriore la voluntad de las dos partes que se sentaron en La Habana. De la Calle, que tanta paciencia exhibió durante esos cuatro años de negociaciones, tiene ahora la misión de evitar cualquier dilación.

Lo que viene es más complejo de lo que parece. Primero porque la posibilidad de ese pacto nacional con el uribismo solo tendría futuro frente a enormes concesiones de las FARC y el Gobierno en los Acuerdos de la Habana. Ante las tesis que maneja el Centro Democrático, ceder es casi imposible. 

Uribe tiene muy claro lo que quiere: renegociar los acuerdos a su medida. En su discurso del domingo fue claro en que busca un pacto sin “impunidad”, con austeridad económica, confianza para la inversión y hasta espacio para el debate de familia. Salvo el último punto, lo demás hace parte del espíritu de los diálogos. 

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El Uribe del domingo, apenas recibió los resultados, era mucho más conciliador que el de lunes, cuando quizá ya había dimensionado mejor el peso de su triunfo en las urnas. El expresidente decidió no asistir a la cumbre que había sido convocada por Santos a las 10 de la mañana y prefirió dar su discurso en su casa, el Senado de la República. 

Desde allí dijo que siempre tuvo "voluntad de diálogo" y le mandó una pulla a De la Calle al asegurar que habían intentado acercarse, pero él "nunca los escuchó". De sus palabras se puede dar por descontado que el jefe negociador tendrá que hacer un díficil recorrrido en medio de un camino de espinas. 

Uribe no sólo designó tres de sus pesos pesados: Iván Duque, Carlos Holmes Trujillo y Óscar Iván Zuluaga, sino que exigió que a ese grupo se sumaran los líderes del Partido Conservador que habían estado con el No, el expresidente Andrés Pastrana y la excandidata Martha Lucía Ramírez. No falta explicar lo díficil que será convencer a esa ‘gallada‘ de opositores, más si están juntos y se reconocen como vencedores.

Así, lo que viene para De la Calle puede ser igual de díficil que los cuatro años de negociaciones de La Habana, y el problema es que ahora hay menos tiempo.