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JAIME GARZON 1960 - 1999

13 de septiembre de 1999

Jaime Garzón era como un niño. Tenía los sueños grandes, como los niños, y la
aplastante realidad de Colombia no los había recortado sino que, por el contrario, los había
hecho más fuertes. Como los niños, Jaime Garzón opinaba abiertamente, con la verdad sin tapujos,
a mansalva, sin medir jamás las consecuencias. Y al igual que a los niños, toda injusticia lo
afectaba. No había una causa que no mereciera su pasión ilimitada, su trabajo constante y su poder de
convocatoria. Sus amigos aprendieron a entender que Garzón, como los profetas, no era
susceptible de ser llamado al orden. Cuando las cosas se ponían graves lo buscaban en El Patio y
le hablaban: "Hombre Garzón, hay que cuidarse. Hombre Garzón, usted es un bárbaro. Hombre,
Garzón...". Pero él, como todos los buenos, tenía convicción y esa convicción estaba acompañada de
intensidad apasionada. De manera que miraba a sus amigos con gratitud pero no les hacía caso.Es
posible que a Jaime Garzón lo haya matado la soledad, como a Galán. Porque poco a poco Garzón
se fue convirtiendo en el eje de la conciencia crítica de la vida colombiana, a la manera colombiana, es
decir, con malicia y buen humor. El iba más allá que todos los demás y llamaba a las cosas con
nombre propio. El se burlaba de todos y a todos los desnudaba sin piedad. El no calculaba. Pero
sobre todo, él creía que era posible hacer las cosas y despreciaba a quienes se daban por vencidos
y a quienes creían que la cosa no era con ellos. El viernes pasado no mataron a los personajes de
Jaime Garzón sino a Jaime Garzón. Porque el humorista era apenas un elemento de su personalidad
y aunque sus personajes hacen parte hoy del inconsciente colectivo colombiano como ninguno otro
desde Cien años de soledad, los asesinos no buscaban al humorista. Iban por el pacificador.El hombre
del medioEn los últimos tiempos Garzón jugó un papel fundamental en la búsqueda de la paz. En no
pocas oportunidades se montó en un jeep y ascendió a las regiones donde impera el régimen de las
Farc para hablar con un comandante y buscar la liberación de alguien conocido, o conocido de un
conocido, o apenas de alguien cuyos familiares lo habían buscado porque sabían que Jaime Garzón
jamás decía que no. También opinó con frecuencia sobre el proceso de paz, y sus opiniones eran,
también con frecuencia, urticantes para sectores radicales. Podía latigar, a la vez, a la guerrilla y al
gobierno. En su última salida sobre el tema del proceso de paz entre el gobierno y las Farc Garzón
había dicho, de manera sin duda punzante para algunos, que el último obstáculo era inexistente y
que la Comisión de Verificación debía estar integrada por los alcaldes. "Para eso fueron elegidos",
dijo, "para controlar lo que sucede en sus respectivos municipios". Eran sus opiniones y se podía estar
en desacuerdo con ellas como lo estaban, casi siempre, muchos de sus amigos y conocidos. Pero
él las expresaba con la libertad de quien no se siente amenazado por nada, no porque no supiera que
lo estaba sino porque ni siquiera amenazándolo era posible hacerlo menos libre. A diferencia de tantos
colombianos que viven en el miedo, Garzón se fortalecía con el miedo, se hacía aún más irreverente y
se arraigaba aún más en sus convicciones. Pero era en el tema del proceso de paz con el Ejército
de Liberación Nacional donde las habilidades de Jaime Garzón como negociador eran indudables.
Tenía suficientes contactos tanto entre la dirigencia 'elena' como en el establecimiento
colombiano, de modo que bastaba con que pusiera en marcha una iniciativa para que los callejones
sin salida se volvieran avenidas. La última prueba de su capacidad de convocatoria la dio hace unas
semanas cuando logró reunir a un grupo de personalidades del mundo político, los medios de
comunicación, la academia y la empresa para firmar una carta dirigida al gobierno y a la comandancia
del ELN con el objeto de buscar la liberación de los secuestrados y destrabar el proceso de paz.
Garzón conocía una regla fundamental del arte de la negociación: la necesidad de contar con un tercero
a quien hacerle concesiones imposibles de otorgar a la contraparte por razones de desgaste político.
Y jugaba su papel de generador de terceros componedores con maestría. En múltiples oportunidades
Garzón pensó en dejar de lado su profesión de humorista político. A veces lo asaltaba la
preocupación de no ser tomado en serio o de no poder desempeñar papeles distintos a los que le
habían garantizado la entrada amable a millones de hogares colombianos. Pero gozaba su profesión
como nadie y sabía, también, que su capacidad de influenciar a la opinión pública era fundamental para
sus oficios por la paz en Colombia. El crimen perfectoEs posible que el crimen de Jaime Garzón sea,
como la mayoría de los crímenes en Colombia, un misterio insoluble. Los primeros señalados
como autores intelectuales y materiales se apresuraron a expedir un comunicado en el que
negaron su participación en el hecho. Garzón había sido amenazado recientemente por los
paramilitares dirigidos por Carlos Castaño, quienes se encuentran en una campaña masiva de
amenazar a quienes ellos consideran que pueden ser cercanos a la guerrilla. El viernes Castaño negó
haber impartido esa orden.Por su parte no faltan quienes dicen que detrás de este asesinato estarían
las Farc y que podrían haber golpeado de esa manera precisamente porque existía la amenaza de
Castaño. Hacerlo y hacer aparecer la acción como proveniente de los paras acarrearía obvias
consecuencias en contra de Castaño y aparentemente traería réditos políticos a la guerrilla.Pero
esa teoría no parece sostenerse en la medida en que el principal afectado de este asesinato es el
proceso de paz, en particular el que podría iniciarse con el ELN. Garzón era un actor demasiado
importante para el proceso de paz en general como para que un sector de la guerrilla tomara la
decisión de eliminarlo.Existe también la posibilidad, que estaba siendo analizada por los
investigadores, de que alguno de los sectores protagonistas del conflicto armado hubiese decidido
'pescar en río revuelto' al saber de la amenaza de Castaño en contra de Garzón. Al cierre de esta
edición, por ejemplo, la especulación abarcaba otras organizaciones criminales, como los grupos
paramilitares de Cundinamarca y algunos sectores de ultraderecha no relacionados con las
autodefensas.Según los expertos, el crimen de Garzón fue un crimen perfecto. "Se llevó a cabo en una
calle no residencial, de madrugada, lo realizaron dos sicarios en moto que no utilizaron la tradicional
Mini Uzi sino un revólver 38 porque sabían que esa arma no deja vainillas en el piso. Y lo hicieron
desde una moto que tenía la placa tapada, o sea que no era robada", dijo a SEMANA una fuente de la
Fiscalía. Por estas señales pareciera que no se trata de un hecho corriente en la macabra historia
criminal de Colombia.

Final ¿A quién le conviene el crimen? ¿Quién podría querer asesinar a Jaime Garzón? ¿Por qué
asesinar a un colombiano que dedicaba buena parte de su tiempo a enseñarles a sus compatriotas
a reírse de sí mismos y a la vez a tomarse en serio? Sin duda detrás del crimen estarían los que
consideran que quien no se encuentra de su lado está en contra suya. El asesinato de Garzón es un
paso dramático hacia la degradación del conflicto en Colombia. Es cierto que el tránsito hacia un
enfrentamiento entre radicales de izquierda y de derecha involucra cada vez más a la población civil.
Pero ese lugar común no deja ver lo que resulta aún más terrible: el conflicto involucra cada vez más a
los que buscan la paz.Jaime Garzón fue tan importante en la vida nacional que la mayoría de los
colombianos, incluyendo por supuesto a los niños, recordará durante años el momento en el que
se enteró de la noticia y revivirá las imágenes de la televisión: el jeep Cherokee, la manta sobre el
parabrisas delantero, la sigla del CTI en las chaquetas de los agentes, el letrero de la panadería. A las
emisoras de radio, a las cámaras y los estudios de los noticieros de televisión y, sobre todo, a la
sede de Radionet, hacia donde se dirigía Jaime Garzón, se volcaron miles de ciudadanos que querían
expresar su solidaridad, su rabia y su inmensa tristeza. En sus Cuadernos, Leonardo da Vinci decía
que la vida está hecha de la muerte de otros. Quizás esa rabia sirva para comprender que ni
siquiera la fuerza irresistible de un soñador perseverante como Jaime Garzón es suficiente para
detener la marcha de la guerra en Colombia. Quizás lleve a que algunos asuman, con su ejemplo, una
vida de mayor entrega y compromiso. Es lo que habría querido Garzón para el Edificio Colombia, que
ha perdido ahora a su mejor inquilino.

Las facetas de Garzón

César Gaviria
"Garzón fue, ante todo, un hombre que penetró a Colombia con su particular inteligencia, agudeza y
humor. Y eso sirvió enormemente como instrumento para descubrir una buena parte de las verdades
y los mitos de nuestra realidad. La irreverencia de Jaime contribuyó a quitar algo de esa pompa que
rodea nuestra vida y a ubicar en su verdadero contexto las motivaciones de los protagonistas de
nuestro devenir. Me tocó también, en particular en la Presidencia, conocer al Garzón comprometido
en la solución de los problemas de Colombia: su compromiso diario con el PNR, con la Constitución
de 1991, con la traducción de la Constitución a las lenguas indígenas. Fueron esas las facetas
de un hombre excepcional e irremplazable".

La esperanza de Garzón
Myles Frechette
"Uno de los aspectos que más recuerdo de Colombia es a Jaime Garzón. El les ayudaba a los
colombianos a seguir con sus vidas y a reírse. Tenía un sentido del humor casi adolescente y decía
cosas impertinentes que me hacían morir de la risa. Recuerdo que en marzo de este año estuve
en Bogotá y me entrevistó Heriberto de la Calle. Con su genialidad para cambiar de personalidad a
una persona humilde, la primera pregunta que me hizo fue: '¿Le trajo las rodilleras al presidente
Pastrana?'. Siempre me hacía preguntas sobre Estados Unidos que me quitaban el aliento.
"Colombia ha perdido un genio y a una persona que les daba un buen ejemplo a todos los
colombianos".

El palo de Garzón
Ernesto Samper Pizano"Fui víctima de Garzón, especialmente en el programa Quac, pero la verdad es
que hacía un humor muy objetivo porque le daba 'palo' a todo el mundo. Satirizaba a mis adversarios y
no era un humorista sesgado. Mi personaje favorito, por su ingenio y sus consejos, era la cocinera de
Palacio, Dioselina Tibaná. Porque, en el fondo, no hay mucha diferencia entre gobernar y cocinar. Lo
que varían son los ingredientes. Teníamos muy buena relación personal. Cuando estaba en el gobierno
hablábamos con alguna frecuencia. A veces iba a Palacio a tomar tinto y a hacer espionaje para sus
programas. Asesinaron una forma de buscar la paz a través del humor, una manera amable de
conseguir el objetivo de la paz".

El coraje de Garzón
Andrés Pastrana"Jaime Garzón simbolizaba el alma de lo que somos los colombianos: irreverentes,
emprendedores, con buen humor, dados a la reflexión pero también al coraje. Era un hombre que por sí
mismo valía muchísimo, como un luchador por la tolerancia, por los derechos humanos y la libertad de
conciencia. Era solidario con los que sufrían el drama del secuestro y amigo de las causas de los
grupos más marginados de la sociedad. Los colombianos sentimos que hemos perdido a un
símbolo entrañable, a un amigo de la casa, y que con su risa se nos han ido también Dioselina
Tibaná, el celador del Edificio Colombia, el presentador de Quac y sobre todo ese simpático
lustrabotas Heriberto de la Calle, que nos desarmaba con su preguntas, pero también con su
ternura".Garzón, el libertario El subdirector de noticias de 'RCN' , uno de sus amigos más cercanos,
hace una semblanza de Jaime Garzón
Por Alvaro García
Jaime Garzón sabía que, en el tiempo que le tocó vivir, de repente, una de las pocas virtudes
incontrovertibles de un hombre es la capacidad para, literalmente, comenzar la vida cada día. Por eso
se dedicó a observar las cosas pequeñas, aquellas que _aparentemente_ no tienen significado pero
que, en últimas, explican el porqué de los acontecimientos más difíciles de comprender. Garzón
advertía gestos que para el común de la gente eran imperceptibles. Pensaba mucho y explotaba
con graciosas verdades, casi siempre contundentes, inmensas y sólidas. Ahí, en los detalles, estaba el
inconfundible encanto de su sentido del humor.Garzón vivió de afán. Rápido. Como si supiera que el
tiempo no le iba a alcanzar. Tal vez por eso, cuando tenía poco más de tres años, ya sabía leer. Su
mamá le enseñó a formar palabras y frases en su humilde casa de La Perseverancia. Cuando sus
profesoras se percataron de semejante adelanto lo pusieron de ejemplo ante los demás niños. El lo
gozó. El pequeño Jaime mostró un voraz apetito de sabiduría que mantuvo intacto durante sus 39 años
de vida. Estudió derecho en la Nacional, ciencias políticas en la Javeriana, adelantó estudios de
física y matemáticas. Siempre con la intención de explicarse lo fundamental. Sin embargo los libros y
la academia no pudieron darle razón de los mendigos que se atravesaban en su camino todos los
días, del hambre que percibía a su alrededor, de la soberbia de los poderosos, de las injusticias.
Corría el año de 1978, acababa de cumplir 18 años y en la Nacional hizo contacto con un guerrillero
del ELN. Garzón pensó entonces que la solución podría estar en el monte y se incorporó al frente
José Solano Sepúlveda. Pocos días después llegó al sur de Bolívar, a la Serranía de San Lucas. Su
destreza para el manejo de las armas era nula. Su desempeño como estratega militar, un desastre.
Entonces Garzón se convirtió en una especie de inocente y despistado trovador guerrillero. Una
noche, viendo televisión en un cambuche en compañía de Gabino, pasó la serie infantil Heidi. Jaime
empezó a cantar "abuelito dime tú...". El jefe guerrillero se quedó mirándolo y le dijo: "...lo que pasa
con usted es que se cree la niña de los montes". Desde ese instante su nombre de combate fue Heidi.
Nunca participó en operaciones militares y la misión más importante que cumplió fue cuidar el dinero
del grupo. La plata estaba enterrada y su trabajo consistía en sacarla a asolear dos veces al día para
evitar que los billetes se pudrieran por la humedad.
Durante esas semanas en el monte entendió que el asunto no se resolvía echando plomo. Después de
cuatro meses se retiró de la guerrilla, dejó claros sus motivos y regresó a La Perseverancia, en el
corazón de su Bogotá. Fue nombrado alcalde de Sumapaz por el entonces alcalde Pastrana y,
destituido por él. El día de su asesinato debía posesionarse simbólicamente y recibir la
indemnización del caso, porque años después se comprobó que los motivos de su sanción no fueron
ciertos.
A Pastrana le habían dicho que Garzón había montado un prostíbulo. Jaime, al enterarse de la
acusación, dijo que las únicas putas de la zona eran "las putas Farc". De todas maneras Garzón,
como siempre, había cumplido con su deber: construyó el centro de salud, puso a funcionar la
escuela y pavimentó la única calle del pueblo.
Garzón era un enamorado del diálogo. Murió pensando que ese era el camino hacia la paz. En casa de
su mujer, 'La Tuti', durante varios años, los días jueves, sentó a su mesa a personajes de la vida
nacional totalmente distanciados por asuntos de política, ideología o negocios. Por ejemplo, una
noche puso frente a frente a Antonio Navarro Wolf y a Jaime Castro. El primero _ante el silencio de la
concurrencia_ relató minuciosamente cómo el M-l9 planeó y ejecutó el atentado que por poco le cuesta
la vida al ex alcalde, a su nuevo compañero de tertulia. Esa noche los dos tomaron del mismo whisky y
comieron de los mismos raviolis. A propósito, Carlos Lleras de la Fuente aseguraba que en casa de
Garzón sólo se podía comer pasta: "Si ponen cuchillos se matan".
Jaime Garzón fue tierno, soñador, libertario, enamorado, rumbero, gozón. Tuvo un velero, una bandera
de Colombia en su carro, pétalos de flores para las mujeres que amó hasta el delirio, un pequeño rincón
para encontrarse con sus amigos, una mamá que lo adoraba. No quiso tener hijos porque _según él_
no valía la pena repetir su propia historia.