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“Lejos quedaron los tiempos en que el sector empresarial velaba únicamente por sus propios intereses”.

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Los pilares del desarrollo y el liderazgo en Colombia

Las empresas en el país tienen una historia marcada por grandes retos y dificultades; la más reciente, la pandemia de la covid-19, ha sido una prueba y una demostración de unión y esfuerzo de un sector que quiere seguir aportándole a Colombia. Una reflexión de Fabián Hernández, presidente CEO de Telefónica Movistar Colombia.

19 de diciembre de 2020

La covid-19 ha afectado nuestras vidas en todos los niveles. La emergencia causada por el coronavirus es quizás uno de los mayores retos que ha tenido que enfrentar la humanidad en su conjunto, y las empresas no han sido ajenas a sus graves consecuencias. Sin embargo, el sector privado se ha adaptado de manera rápida a las nuevas realidades impuestas por el virus, y no ha renunciado en ningún momento a su papel histórico como dinamizador de la economía y sostén del bienestar de los colombianos.

La historia de las compañías en nuestro país se ha caracterizado por una larga tradición de desafíos, dificultades y, también hay que decirlo, de satisfacciones. Si en el siglo XIX una empresa colombiana quería importar mercancías o deseaba exportar sus productos, tenía que superar primero la difícil geografía de la nación. Colombia era entonces una nación de regiones mal comunicadas entre sí, conectadas por trochas que solo podían recorrerse a lomo de mula, y en las que, además, era frecuente que los exhaustos animales se perdieran o despeñaran cargados con la mercancía y la vida de los arrieros. El contacto con el exterior no era mucho más alentador, dependía de una ardua travesía por el río Magdalena hasta los puertos de Barranquilla o Cartagena. El viaje, río arriba en un vapor, podía durar entre 10 y 30 días hasta Honda, y desde allí, entre 5 o 10 días hasta Bogotá en mula.

Los costos de transporte y distribución, sumados a los riesgos del camino y a las posibles pérdidas de mercancía y de vidas humanas, hacían de estos viajes verdaderas odiseas. Quienes se sometieron a ellos eran aventureros, idealistas que forjaron las primeras empresas del país a base de esfuerzo y tenacidad. Hombres como Eduardo Volker y sus plantaciones de café, Coriolano Amador y sus minas, José Asunción Silva y sus almacenes de ultramarinos, y los industriales antioqueños y caucanos con sus fábricas de textiles y sus megaproyectos de infraestructura, así como los cientos de desconocidos que colonizaron las regiones cafeteras del centro de Colombia, apostaron por estas compañías como la vía para la construcción de un futuro mejor para ellos, sus familias y el país.

En el siglo XX, con la construcción de algunas líneas ferroviarias primero y luego con la decisión de edificar una red de carreteras nacionales, el problema de la geografía pasó a segundo plano. No obstante, aparecieron entonces nuevos retos que debían vencer las firmas para avanzar y consolidar sus proyectos. Crisis económicas, violencia e inestabilidad política, falta de incentivos e informalidad, entre muchas otras, son las dificultades que han enfrentado y vencido quienes se proponen formar empresa en Colombia. Aquí, quizás como en ningún otro lugar, se aplica a la perfección la definición de empresa como aquella “acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo”. Precisamente, solo la determinación, el compromiso y el esfuerzo constante pueden explicar que, desde sus orígenes, las compañías colombianas hayan podido superar estos retos y dificultades, y que hoy sean actores fundamentales para el crecimiento económico y social de Colombia.

Hoy más que nunca, cuando la pandemia de la covid-19 y sus estragos en materia social y económica han llevado a las empresas a enfrentar su mayor desafío, cuando en muchos casos se han visto obligadas a reinventarse sobre la marcha, es necesario no perder de vista el papel que tiene el sector empresarial para mantener a flote la economía del país. Hay que resaltar no solo sus aportes históricos al desarrollo y crecimiento de Colombia, sino todos los esfuerzos y el liderazgo que, en conjunto con el Gobierno nacional y la sociedad civil, este ramo ha realizado desde que comenzó la emergencia sanitaria en la nación.

Sectores tan diversos como la agricultura, los servicios financieros y bancarios, el periodismo, las telecomunicaciones y las industrias cerveceras y textiles tienen una larga tradición como puntales de la productividad económica del país y el bienestar de los colombianos. Pensemos, por ejemplo, en el impacto que las compañías del sector agrícola tienen para la seguridad alimentaria de Colombia y para la vida de millones de familias campesinas que hoy pueden comercializar sus productos por medio de estas; en la importancia que tienen para el dinamismo de la economía y la materialización de los sueños de los colombianos los servicios que ofrecen las empresas de servicios financieros; en el papel de las compañías de telecomunicaciones para reducir las distancias y conectar el territorio nacional; o en las industrias de bebidas que aportan cuantiosos recursos a las entidades territoriales.

Así mismo, no se puede dejar de lado el que es, sin lugar a dudas, el mayor aporte del sector empresarial al bienestar económico y social del país: la generación de puestos de trabajo. Los empleos del ramo empresarial no solo tienen un impacto positivo para la economía, sino también para el bienestar social y familiar de cada colombiano. Cualquier industria o comercio, sin importar su sector o su tamaño, crea puestos de trabajo formales que dan la posibilidad a millones de llevar una vida digna, con sus necesidades básicas satisfechas y con la estabilidad necesaria para construir una familia y buscar un mejor futuro con educación, salud, vivienda y bienestar. Los empleos creados por las compañías, desde que comenzó la vida independiente de nuestro país, son la base con que generaciones de colombianos han dado forma a sus sueños.

Para el Estado colombiano, los puestos de trabajo que genera este sector también traen grandes beneficios, pues permiten percibir cuantiosos ingresos en materia fiscal y de seguridad social. Solo por poner un ejemplo, la base de cotizaciones sociales a salud y a pensiones, los pagos parafiscales o los beneficios en temas de cajas de compensación han permitido la sostenibilidad fiscal del sistema de seguridad social y han significado un importante alivio para las finanzas públicas. Por su parte, los impuestos pagados por el ramo empresarial, ya sean directos o indirectos, han sido un combustible vital para el desarrollo de proyectos de infraestructura, la prestación eficiente, y la ampliación de los servicios esenciales del Estado y el fortalecimiento de sus instituciones. De hecho, en los últimos 50 años, ocho de cada diez pesos de los ingresos tributarios han salido de las empresas (cálculos propios realizados a partir de información publicada por la Dian).

Desde su creación, Telefónica Movistar ha apoyado el premio Los Mejores Líderes de Colombia. A la izquierda: Juanita Goebertus. A la derecha: Emilio Archila.

Ahora bien, estas compañías han sido todas construidas por personas con un espíritu emprendedor que han logrado llevar a la realidad sus sueños de montar empresa. De hecho, según el Monitor Global de Emprendimiento (GEM, por sus siglas en inglés), Colombia tiene una de las tasas más altas de personas emprendedoras de la región, donde una de cada cinco inicia actividades de emprendimiento.

Esta actividad empresarial se ha reflejado en nuestras exportaciones, que han terminado marcando la cultura colombiana a partir de compañías cuya vocación de crecer las ha llevado a difundir sus productos por el mundo. En 2019, por aportar una referencia, la agricultura colombiana exportó más de 2.900 millones de dólares en productos como el café, el banano, el aguacate, entre otros, mientras que la industria del país se posicionó como la principal fuente de exportación, con el 47 por ciento de las exportaciones por 18.500 millones de dólares.

Este papel histórico como motores de desarrollo y bienestar para Colombia no ha sido desconocido en medio de la difícil situación actual, pues a pesar de que el sector empresarial ha sido golpeado por la pandemia de la covid-19, la manera en que le ha respondido al país es una muestra de su compromiso con el bienestar de los colombianos. Consciente de su papel y su responsabilidad como actor fundamental del orden económico y social, el ramo empresarial ha respondido a esta crisis con el propósito claro de aportar a la sociedad y crear valor a todos sus grupos de interés.

Lejos quedaron los tiempos en que el sector empresarial velaba únicamente por sus propios intereses y los de sus accionistas. Hoy, como bien lo ha demostrado esta coyuntura, resulta evidente la necesaria participación del ámbito privado, en conjunto con la sociedad, para superar las dificultades que enfrentamos como país. Prueba de ello son los esfuerzos extraordinarios que, desde sectores como las telecomunicaciones, los servicios públicos o la agricultura, han desplegado cientos de empresas con el único objetivo de garantizar a los colombianos servicios básicos esenciales; incluso en contextos tan complejos como el paso del huracán Iota por el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Solo imaginemos esta recuperación o las épocas de los aislamientos preventivos obligatorios sin un abastecimiento adecuado, sin la garantía de la prestación de servicios públicos, o sin la posibilidad de tener una conectividad virtual eficiente para mantener en funcionamiento importantes ramos económicos.

Estos esfuerzos encuentran su razón de ser en un principio esencial que ha guiado el actuar de las compañías durante esta emergencia: la solidaridad. Consciente de su responsabilidad con el país, solo en los primeros meses de la pandemia, el ramo empresarial donó más de 870.000 mercados, 370.000 litros de gel, alcohol y detergente líquido, 200 toneladas de productos de higiene y 100.000 millones de pesos que han servido para atender la emergencia sanitaria. Las firmas han acudido al llamado de una nación que cuenta con ellas, desde su quehacer y teniendo como prioridad el bienestar de todos los colombianos.

La pandemia ha ensanchado muchas brechas existentes. Nuestra mejor y más importante empresa es que todos actuemos de manera más coordinada, usando nuestros mejores recursos humanos para actuar, producir y desarrollar el bienestar común. Requerimos que los líderes y empresas que han construido este país durante años, para acelerar y recuperar las sendas del crecimiento y el bienestar que tanto nos ha costado encauzar, trabajen siempre de la mano del Estado.

El premio Los Mejores Líderes de SEMANA no puede pasar por alto el reconocimiento que se ha hecho al liderazgo, durante estos diez años, a iniciativas empresariales como la Fundación Empresarios por la Educación, Rappi, la Cámara de Comercio de Bogotá o Ecopetrol. Esos valores resaltados son los mismos que permitieron una respuesta contundente de las compañías durante la pandemia, y que si bien no alcanzan a cubrir los retos que tenemos, han sido indispensables. Su legado será el que inspire el liderazgo de compañías, empresarios, emprendedores, trabajadores, asociaciones y gremios, para que todos tengamos como empresa el bienestar común de los colombianos. Gracias a nuestra larga historia, tenemos sólidas capacidades que nos permiten mirar el futuro con el optimismo de quien se levanta y busca renacer.