Home

Nación

Artículo

 La mesa en la que se encontraban los fiscales, apenas a unos centímetros de Jhonier, estaba llena de documentos: las pruebas en su contra. Carpetas repletas de imágenes, transcripciones de llamadas, hojas con rótulos de Medicina Legal y de la Fiscalía e informes forenses.
La mesa en la que se encontraban los fiscales, apenas a unos centímetros de Jhonier, estaba llena de documentos: las pruebas en su contra. Carpetas repletas de imágenes, transcripciones de llamadas, hojas con rótulos de Medicina Legal y de la Fiscalía e informes forenses. | Foto: Fiscalía General de la Nación

portada

Mario Burgos, el fiscal que arrinconó a Caín en una audiencia que conmovió a Colombia

En una audiencia seguida en vivo por miles de personas, el fiscal Mario Burgos puso contra las cuerdas a Jhonier Leal, a tal punto que, tras haber negado los hechos, el asesino no tuvo otra salida que declararse culpable.

22 de enero de 2022

La estrategia de la Fiscalía era clara. Era necesario tener un cara a cara con Jhonier Leal para desenmascararlo. La audiencia fue virtual y se acondicionó una sala especial en el búnker, donde cuidadosamente ubicaron los puestos para que el acusado no se pudiera distraer y escuchara, uno a uno, los demoledores argumentos y pruebas que lo descubrieron como el único responsable del doble crimen que conmocionó al país: el de su propio hermano, el famoso estilista Mauricio Leal, y su mamá, Marleny Hernández.

En la mesa estaban tres fiscales, encabezados por el curtido Mario Burgos, quien llevó la vocería. Nada fue improvisado. Lo primero que sorprendió a los espectadores de esta audiencia en directo fue como Burgos empezó a tutear a Jhonier Leal. Resultaba extraño, pero todo formaba parte del plan.

“Recuerda, Jhonier, que a partir de este momento quedas vinculado formalmente a un proceso penal por dos cargos: homicidio agravado y ocultamiento de material probatorio”. Ahí comenzaría a derrumbarse el plan criminal de Caín.

Lo hicieron entrar en confianza. Le retiraron las esposas y lo sentaron cómodamente, en un lugar en el que no podía escapar de la mirada de Burgos. Jhonier, vestido de negro, se mostraba apacible, frío y ajeno a las acusaciones.

La mesa en la que se encontraban los fiscales, apenas a unos centímetros de Jhonier, estaba llena de documentos: las pruebas en su contra. Carpetas repletas de imágenes, transcripciones de llamadas, hojas con rótulos de Medicina Legal y de la Fiscalía e informes forenses. El acusado apenas miraba de reojo y con preocupación. Se le venían ocho horas de intensa y contundente acusación.

El fiscal clavó su mirada en el acusado, a quien, además, emplazaba: “Mírame a los ojos, Jhonier, que estoy hablando contigo”. Esa frase se la repetía cada vez que él buscaba la manera de abstraerse. El fiscal Burgos, al mismo tiempo, también solía decir: “No hay crimen perfecto”, mientras le demostraba que su caso era una muestra de ello.

Una de las claves que literalmente puso a pasar agua a Jhonier, quien no soltaba una botella que le habían puesto en la mesa, fue que el fiscal le hizo ver que lograron reconstruir en detalle todos sus movimientos. Burgos le dejó claro que el condominio donde se había ido a vivir seis meses atrás con su hermano y su mamá, en la vía a La Calera, era como un búnker, en el que era casi imposible que alguien entrara sin ser ubicado por las cámaras de seguridad. Por eso, con certeza, le repetía una y otra vez: “No existió persona distinta a ti, quien acabó con la vida de Mauricio y de Marleny por un interés económico”.

Burgos era incisivo. Quería hacer quebrar a Jhonier. “Préstame atención, Jhonier, a veces veo que no me quieres prestar atención. Usaste guantes para hacer tratar de ver a las autoridades que se trataba de un suicidio y no un doble homicidio, eso lo dicen los protocolos de necropsia”, le dijo.

Más allá de tutearlo, el tono del fiscal Burgos fue contundente. Sin titubeos, dejó claro que había detrás una sólida investigación. Jhonier trató de mostrarse tranquilo, y en los momentos más álgidos, como buscando una excusa para huir del acorralamiento, pidió permiso para ir al baño. Era el único momento en el que le ponían las esposas de nuevo. El mensaje era claro: no tenía escapatoria.

El fiscal se extendió narrando, sin dejar de mirar a los ojos a Jhonier. Explicó, sin omitir detalle, cómo mató a su mamá y a su hermano, trató de limpiar cualquier huella y acomodar la escena del crimen. Describió los rastros de sangre en la casa, los cuchillos, la forma como estaban ubicados los cuerpos, el uso de los dispositivos móviles cuando ya estaban muertos –solo él estaba en el lugar–, el uso de pastillas de zopiclona para dormir a Mauricio y las heridas que le propinó. Todo lo ventiló Burgos señalando al ahora confeso homicida.

“Colocaste a tu hermano en un estado de indefensión flagrante, dándole a ingerir más de nueve pastillas de zopiclona, utilizaste sevicia realizándole varios golpes antes de introducir el cuchillo. Por tal motivo, Jhonier, eres imputable, sabías que cometer esas conductas estaba prohibido por la ley y, a pesar de ello, quisiste su realización”, le dijo Burgos.

Los días que duró la audiencia de imputación fueron una ráfaga de argumentos y pruebas que lo intimidaron. Todo apuntaba a que Jhonier, en algún momento, se derrumbaría y su única salida sería confesar el crimen y allanarse a los cargos. “Si me dices hoy que aceptas la responsabilidad en el homicidio, la Fiscalía, por disposición legal, puede hacer un ofrecimiento de rebaja de penas que podría ir hasta la mitad”, le advirtió Burgos.

Como lanzando un anzuelo, le hizo ver que, si aceptaba la responsabilidad, obtendría estos beneficios. Parecía que había dado resultado cuando un titubeante Jhonier se atrevió a interrumpir al fiscal y le preguntó: “¿Me podría hablar en años?”, como buscando tener certeza de los beneficios.

“Si tu aceptas y reconoces ya, podrían ser unos 21 años”. Jhonier pidió un receso. Esta vez no fue para ir al baño, sino para tener una reunión privada con su abogado y con la Fiscalía. Hasta ese momento, todo llevaba a pensar que iba a aceptar su responsabilidad.

Al volver, los miles de personas que no se desconectaban de la transmisión esperaron la decisión. Llegó el momento de la verdad y la jueza le preguntó a Jhonier si era consciente de la imputación, la consecuencia que tendría y si aceptaba o no los cargos. “Jamás hubiese sido capaz de poner una mano encima de mi madre y de mi hermano. No acepto”, respondió.

La confesión de Jhonier

Ante la negativa, el fiscal Burgos continuó incisivo, advirtiendo que desde ese momento quedaba vinculado formalmente a la investigación. Jhonier apenas asintió con la cabeza. La Fiscalía arremetió con más fuerza y empezó a revelar aún más en detalle las pruebas forenses. Entre ellas, la cruda imagen de los cuerpos sin vida de su mamá y su hermano, con un arsenal de evidencias que dejó alrededor de ellos, en la habitación de Mauricio.

“Jhonier, en la escena donde estaba tu madre se encontraron rastros de sangre, se encontró el teléfono de tu señora madre, que fue manipulado cuando ellos, según prueba técnica, ya se encontraban fallecidos. Lo manipulaste tú”, sentenció Burgos.

En ese momento, el camino que le quedaba a la Fiscalía era solicitar la medida de aseguramiento y proyectar un largo proceso para vencerlo en juicio y lograr una condena. Jhonier parecía confiado cuando empezó a conocer las pruebas al detalle.

“Matas a tu mamá en su cuarto, en donde ella se encontraba dormida. Luego, Jhonier, te desplazas hasta la habitación de tu hermano, Mauricio, y ¡oh!, sorpresa… Jhonier, que con el mismo cuchillo que atacas a tu señora madre, atacas a tu hermano Mauricio, con la mala fortuna, Jhonier, que ese cuchillo se quedó incrustado en el cuerpo. Posteriormente, haces un recorrido hasta la cocina para traer otro cuchillo y generar ciertas heridas (...) Los mataste con sevicia”, dijo, contundente, Burgos.

“No conforme con ello, decides realizar una modificación de la escena. Trasladar a tu señora madre desde su habitación hasta el cuarto de Mauricio y, con la mala fortuna, porque no hay crimen perfecto, se encuentra una mancha de sangre de tu madre en el primer escalón a la salida de la habitación de tu hermano”, narró Burgos.

Cuando estaba cerca de llegar la medianoche, la jueza decidió aplazar la diligencia para continuarla al día siguiente, a las dos de la tarde.

El martes, la diligenció y, después de que se verificara que los abogados de las partes, el representante de las víctimas, la Procuraduría, la Fiscalía y el mismo acusado estaban presentes, sucedió algo que cambió de tajo la diligencia. El defensor de Jhonier interrumpió. Le dijo a la jueza que su cliente tenía unos derechos y que le pedía el favor de que lo escuchara. Ella accedió.

Tratando de fingir dolor y tristeza, que incluyó un profundo suspiro en la intervención, Jhonier dijo: “Acepto los cargos de manera libre y voluntaria a través de un acuerdo con la Fiscalía. Aprovecho la oportunidad para hacer mi manifestación de arrepentimiento, pidiendo perdón antes que nada a mi familia y a mis hijos, a las víctimas y a todo Colombia, y a comprometerme en que jamás volverá a acontecer una situación de tal magnitud”.

Esta última frase denotó el cinismo del asesino. ¿Cómo podría Jhonier volver a matar a su mamá y a su hermano?