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El filósofo Lisímaco Parra firmó una carta para rechazar el homenaje a Miguel Ángel Beltrán. | Foto: Guillermo Torres

ENTREVISTA

“Nadie sabe cómo llegó a estar Beltrán en ese homenaje”

Semana.com habló con el filósofo de la Universidad Nacional Lisímaco Parra, uno de los 32 docentes que firmaron una carta abierta para rechazar el homenaje que se le quiso hacer al sociólogo Miguel Ángel Beltrán.

2 de junio de 2016

Esta semana un tema levantó ampolla entre algunos docentes de la facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional. Se trató del homenaje que esta institución le rendiría al profesor y sociólogo Miguel Ángel Beltrán, quien se encuentra destituido e inhabilitado por la Procuraduría y condenado por la Justicia por supuestos vínculos con las FARC. 

En una confusión, Beltrán fue incluido en el homenaje de los 50 años de esa facultad como docente “activo” y no como “egresado”. El hecho causó tanta indignación que 32 docentes firmaron una misiva en la que manifestaron su inconformidad. (Lea: “Yo no soy el profesor de las FARC”). 

Semana.com habló el filósofo Lisímaco Parra, uno de los firmantes, sobre la situación.

Semana.com: ¿Cuáles son sus argumentos para oponerse al homenaje a Beltrán?

Lisímaco Parra: La distinción a Miguel Ángel Beltrán es, indiscutiblemente, un acto político, encabezado por la decanatura actual de la facultad de Ciencias Humanas. Y yo no estoy de acuerdo con actos de este tipo dentro de la facultad. Así como hay quienes comparten la posición política de la dirección, también hay quienes no lo hacemos. Prueba de ello fue la carta que firmamos.

Semana.com: Beltrán fue destituido y luego incluso condenado. ¿Cómo termina la universidad rindiéndole un homenaje?

L. P.: Hubo una confusión. Primero, la decanatura envió un comunicado donde decía que la distinción para Beltrán era como miembro docente activo. Eso disparó nuestra reacción, pues el ya no es profesor. Entonces la decanatura aclaró que le otorgó la distinción por ser docente egresado. Pero también esto nos lleva a pensar: ¿con qué tipo de criterios dan estas distinciones? Eso es algo que no está claro: no hay procedimientos, ni claridad. Hoy nadie sabe cómo llegó a estar Beltrán en ese homenaje.

Semana.com: ¿Pero no se lo dieron acaso por sus esfuerzos académicos?

L. P.: Eso tampoco es claro. Es que no son coherentes porque los procedimientos mediante los cuales se determinan esos méritos no están especificados. Entonces al final no hay certeza del porqué. Estos reconocimientos ya se habían hecho, pero es la primera vez que salta a la vista el interés político de la facultad.

Semana.com: La carta que ustedes publicaron ha recibido críticas durísimas de otros colegas. ¿Qué dice?

L. P.: En medio de la avalancha de respuestas nos han tildado de canallas, de trogloditas y de insensibles. Ahí mi reflexión es que se creó un ambiente en el que ahora todos somos Miguel Ángel. Pero la verdad es que no deberíamos hablar de todos porque somos una sociedad civilizada donde hay voluntades individuales que, aunque eventualmente se toquen, son fundamentalmente distintas en sus intereses.

Semana.com: En algunas de las cartas de respuesta, a ustedes los señalan incluso de apoyar a la Procuraduría.

L. P.: Yo no estoy de acuerdo con el procurador. De hecho, siento una profunda antipatía. Sin embargo, eso no me puede llevar a desconocer las decisiones tomadas dentro de los límites de la ley, y una de esas fue que la Procuraduría sancionó e inhabilitó a Beltrán.

Semana.com: La Universidad Nacional carga desde hace décadas con un estigma relacionado con la guerrilla. ¿Considera que esta polémica podría ayudar a superarlo?

L. P.: Si la sabemos llevar, indudablemente. Los grupos guerrilleros tienen presencia en la universidad. Pero en la universidad también debe poder haber posiciones discrepantes. Precisamente de eso se trata el posconflicto.

Semana.com: En la carta ustedes manifiestan que apoyan la paz. ¿Por qué hacen ese énfasis?

L. P.: Porque algunos tienden a pensar que criticar la distinción a Beltrán puede ser un acto de intolerancia. Pero la verdad es que queremos tramitar divergencias profundas y respetar la existencia de quienes piensan distinto. En la paz no vamos a pensar todos de la misma manera. La paz significa que estamos esforzándonos para, de manera no violenta, enfrentar los desacuerdos.

Semana.com: ¿Por qué sigue convirtiéndose cualquier debate en la universidad en una pelea?

L. P.: Le repito: aquí lo que hay son fuertes intereses políticos contradictorios, y por eso vamos a tener que aprender a tramitar esas divergencias de manera que pueda resultar más productivo para la universidad. Este es un trabajo que tenemos que hacer en la universidad y en el país.