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| Foto: Diana Rey

PUNTO DE VISTA

"Es difícil reconocer como sociedad un acto tan terrible que va contra la propia especie"

Olga Albornoz, psiquiatra infantil, experta en adolescencia, familia y psiquiatría comunitaria, reflexiona acerca de los casos de violadores de niños que estremecen al país. ¿Qué nos pasa?

21 de enero de 2018

Cuando uno de verdad se sienta a pensar en este tipo de noticias, en las que hay componentes como el abuso sexual, la violencia, la psicopatía, la pornografía, la negligencia, la ignorancia, surge la pregunta de qué nos pasa como sociedad. Sobre todo cuando toman fuerza en los medios y entre la ciudadanía otro tipo de debates como el presunto abandono de un perro en las calles de Bogotá (que terminó siendo falso) o si la papelería de la administración distrital debe tener un lenguaje incluyente y decir Bogotá para todos y todas.

Pero excepto el caso de Rafael Uribe Noguera, que tenía una connotación de clase, poco se mueve la sociedad colombiana alrededor de casos como el de Garavito o como este, en el que hay 500 niños abusados, maltratados, violentados, por una misma persona. Otra vez, ¿qué nos pasa?

¿Somos una sociedad monstruosa? ¿Somos una sociedad enferma? Pues no: simplemente somos una sociedad tan maltratada y llena de situaciones adversas, en la que las mayorías buscamos mecanismos para sobrevivir. Uno de ellos es recurrir a la negación, a preferir no oír ni hablar sobre el tema, lo cual es un mecanismo de defensa. En la mente y en las conversaciones de los colombianos, frente a casos como estos, hay sentencias del tipo “eso les pasa a los otros, pobres niños, que gente tan mala, no tienen perdón” y listo, hacen un borrón y cuenta nueva. Preferimos aferrarnos a la ida de que somos “uno de los países más felices del mundo”, no cuestionar por qué pasan esos fenómenos, cuáles son los responsables de que sigan sucediendo y qué hacer para evitarlo. ¿Somos tontos? En varias ocasiones se han publicado estudios que dicen que los colombianos son las personas más felices del universo. ¿Es cierto que con todos los problemas que tenemos (la violencia, la corrupción, la injusticia), somos felices? ¡Pues no! Hay una presunta felicidad que corresponde a otro mecanismo de defensa: la negación de la depresión convirtiéndola en manía feliz. Los reinados, las fiestas, el trago, reconocerse como los más alegres en medio de tantas tragedias no son síntomas de una enfermedad social, sino de mecanismos de sobrevivencia. Esa misma negación también lleva a no hacer veeduría sobre los procesos judiciales y políticos. En este caso surgen preguntas como si ya el violador está identificado y había sido llevado a la Justicia por 6 casos anteriores, ¿qué hacía libre? ¿Dónde estaba la Justicia? Las respuestas están llenas de formalismos: se aplicaron las normas, pero quedó libre por vencimiento de términos. ¿Por qué no hubo una marcha anunciando que ya se iban a vencer? ¿Por qué nadie se manifestó? Por dos razones.

Primero, por problemas en el sistema. Pocos saben que nuestra ley no permite la presunción de peligrosidad y que los casos legales se deben resolver como van llegando y no dependiendo de su gravedad. Segundo, porque también hemos encontrado espacio para la negación, en la frase “aquí nunca pasa nada”.

El perrito desaparecido es noticia real en una sociedad avanzada, en un país del primer mundo. Pero aquí es usado por todos para opacar las grandes tragedias. Quienes está, interesados en noticias como esta son acusados de amarillistas, morbosos. Es difícil reconocer como sociedad que hay un acto tan terrible que va contra la propia especie. Es feo saber que hay individuos tan cercanos a nosotros mismos que son capaces de ir contra los principios más sagrados para la supervivencia de la humanidad. Preferimos negarlo. Hay que diferenciar las debilidades del sistema judicial de las razones ligadas a la enfermedad mental de los victimarios. El sistema debe preguntarse qué hacer con esos individuos. Sabemos que violadores como el de este caso son enfermos mentales, además incurables hasta el día de hoy, que no tienen tratamiento médico, dañinos hasta lo más profundo, y que desde el punto médico (la política intersectorial de salud en Colombia es deficiente) tampoco tenemos recursos preventivos. Lo legal, por su parte, tampoco funciona. Entonces… ¿qué nos pasa? Que no sabemos qué hacer y nuestro sistema no se acerca ni lejanamente a buscar soluciones coordinadas.Eso es lo que nos pasa.

*Expresidenta de la Asociación Colombiana de Psiquiatría.