Nación

Palacio de Justicia: “No podemos permitir que relatos falsos se apoderen de la memoria”, dijo el presidente de la Comisión de Disciplina Judicial

El magistrado Mauricio Rodríguez Tamayo hizo un doloroso recuento de todas las vidas que se perdieron en el holocausto de la justicia. Lea su discurso completo.

GoogleSiga las noticias de SEMANA en Google Discover y manténgase informado

7 de noviembre de 2025, 4:05 p. m.
Mauricio Rodriguez
El magistrado Mauricio Rodríguez. | Foto: Colprensa / Esteban Vega la Rotta- Semana

“Hace 40 años, en este mismo lugar en el que hoy nos encontramos, se sufrió el mayor ataque a la justicia de nuestro país. El Palacio de Justicia fue tomado por el grupo guerrillero M-19 seguido de la respuesta desproporcionada del Estado, incluyendo el uso de armamentos y explosivos, el silenciamiento a los medios de comunicación y la decisión de parte del gobierno de no negociar. Según la Comisión de la Verdad, cerca de un centenar de personas perdieron la vida y de al menos 11 aún se desconoce su paradero.

La tragedia del Palacio de Justicia es una tragedia para las instituciones, se intentó quebrar a la justicia con armas; pero también es una tragedia para las personas, y es por eso por lo que hoy quiero centrar estas breves palabras en rendir homenaje a las víctimas del Palacio de Justicia; a todas esas personas que perdieron la vida a causa de la violencia en nuestro país, violencia que lamentablemente aún nos acecha.

‘Por el sótano del Palacio de Justicia ingresó el comando de guerrilleros del M-19, que hacia las 11:35 a. m. del miércoles 6 de noviembre de 1985, consumó la operación Antonio Nariño. A pesar de que dieciocho días antes se conocía de los planes de esa toma, en el momento de su realización no había un miembro de las Fuerzas Armadas para defender la edificación donde laboraban los funcionarios más amenazados de la época: los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Un grupo de seis vigilantes y escoltas defendió brevemente el Palacio y, en pocos minutos, un sinnúmero de funcionarios, visitantes y empleados quedaron atrapados en el fuego cruzado que los convirtió en rehenes, carne de cañón del combate que se desató entre el grupo de asalto del M-19 y cuerpos de seguridad del Estado liderados por las Fuerzas Armadas’. (Comisión de la verdad).

Los primeros en ser asesinados fueron los celadores privados que intentaron repeler el ataque: los señores Eulogio Blanco y Gerardo Díaz Arbeláez, a quienes quiero reconocer como víctimas del holocausto, hombres que se levantaron ese día a trabajar y que nunca más volvieron a sus casas. Ellos fueron víctimas, pero también sus familias.

René Francisco Acuña, un señor que caminaba por la carrera 8, frente a la puerta del parqueadero del Palacio, murió por el cruce de disparos. Ni siquiera estaba en el Palacio de Justicia, solo caminaba tranquilo por el centro de Bogotá en esa fatídica mañana del 6 de noviembre de 1985.

El señor Jorge Tadeo Mayo Castro, administrador del Palacio, quien se encontraba en el primer piso del edificio, también fue asesinado por guerrilleros del M-19. Un empleado del Palacio describió que lo vio cuando “corría despavorido y al momento le dispararon y lo mataron”. Luego apareció su cuerpo calcinado, lo cual da cuenta que fue movido del lugar en donde murió hacia otros espacios consumidos por el fuego.

Hacia las 2:00 p. m., en el cuarto piso del edificio, los guerrilleros llegaron a la oficina del presidente de la Corte Suprema, Alfonso Reyes Echandía, y lo trasladaron a la oficina del magistrado Pedro Elías Serrano Abadía, donde los reunieron, entre otros, con los magistrados Fabio Calderón Botero, Pedro Elías Serrano, Darío Velásquez, Ricardo Medina, Carlos Medellín, Alfonso Patiño Rosselli, Fanny González (a quien además le hago una mención especial: primera mujer magistrada de la Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia). José Eduardo Gnecco, así como con los magistrados auxiliares Emiro Sandoval y Julio Andrade; y las auxiliares judiciales María Janeth Rozo, Isabel Méndez, María T. Muñoz. Las secretarias Lyda Mondol de Palacios, Ruth Zuluaga y Rosalia Romero. Es posible que todas estas personas que se encontraban en el cuarto piso hayan muerto en el marco de las explosiones para facilitar la operación heliportada. En este piso nadie sobrevivió. Los cuerpos se hallaron calcinados, desmembrados y mutilados. Hombres y mujeres que desde diferentes roles prestaban sus servicios a la justicia de este país.

Es escalofriante solo pensar la angustia, desesperación e impotencia que vivieron estas personas, encerradas en un Palacio en llamas, con tiroteos constantes, con los gases lacrimógenos asfixiándolos, con armas apuntándolos, detonaciones y gritos, mientras intentaban comunicarse con sus seres queridos a través del teléfono para decirles que aún estaban vivos, o con el presidente de la República, para que ordenara parar la confrontación. ‘El feroz combate del M-19 con el ejército en el cuarto piso cerró toda posibilidad de que cualquier rehén saliera con vida. Ya el fuego de este sector era abrasador y se desplazaba desde el costado sur hacia la esquina nororiental donde estaban confinados los cautivos. La oscuridad era absoluta y el humo era asfixiante’.

Muchos de los sobrevivientes que se encontraban en el tercer piso indicaron que el magistrado Reyes Echandía repetía incesantemente: ‘No disparen, por favor, somos rehenes, soy el presidente de la Corte’. El mismo que a través de la radio (que luego ordenaron dejar de transmitir y en su lugar, pasar un partido de fútbol), pedía el cese al fuego.

Así se registraron las palabras del presidente de la Corte a través de los medios: ‘Estamos en un trance de muerte. Ustedes tienen que ayudarnos. Tienen que pedirle al gobierno que cese el fuego. Rogarle para que el ejército y la policía se detengan… Ellos no entienden. Nos apuntan con sus armas. Yo les ruego, detengan el fuego porque están dispuestos a todo… Nosotros somos magistrados, empleados, somos inocentes…He tratado de hablar con todas las autoridades. He intentado comunicarme con el señor presidente, pero él no está, no he podido hablar con él’.

Por otro lado, en el baño entre el tercer y cuarto piso se encontraban los magistrados Manuel Gaona Cruz y Horacio Montoya, el magistrado auxiliar Lisandro Romero, la abogada auxiliar Luz Stella Bernal, la auxiliar judicial Aura Nieto y los conductores José Eduardo Medina y Luis Humberto García. Todos fueron asesinados, aún hay controversia sobre las circunstancias de sus muertes. Una de las sobrevivientes, Carmen Mora Nieto, relata que el magistrado Gaona les rogaba a los guerrilleros que le permitiera ver crecer a su hija.

Luego del rescate de rehenes, algunos fueron llevados al segundo piso de la Casa del Florero. Los estudiantes Yolanda Santodomingo y Eduardo Matson testificaron que fueron víctimas de abusos físicos y psicológicos de las fuerzas armadas. Ese museo que durante dos días no fue museo, fue un cuartel en donde también se violaron derechos humanos.

El día de ayer, en uno de los actos conmemorativos, el expresidente del Consejo de Estado, Carlos Betancur, sobreviviente del holocausto del Palacio de Justicia, expresó de manera contundente y dolorosa: ‘Las víctimas no fueron más que un montón de basura entre dos bandos enloquecidos’.

He querido con este relato recordar a las víctimas, repetir algunas de sus palabras, que he extraído del informe de la Comisión de la Verdad, darle voz nuevamente, para recordar y no olvidar lo que vivieron.

Las víctimas son y deberán ser siempre el centro, no podemos hablar de verdadera justicia sin reparación, sin reconocer a los seres humanos detrás de las injusticias y las tragedias, y ello aplica para todos los campos del derecho.

La tragedia del Palacio de Justicia no puede repetirse, y hoy es el momento de recordar que es deber de la sociedad arropar a la justicia frente a los ataques: con armas o verbales. Todas las formas de atacar a la justicia son inaceptables. Y es también el momento para recordar el deber de nosotros, los servidores judiciales, de responder con grandeza a la responsabilidad que tenemos como garantes de los derechos de la gente, de ser artífices de la justicia para la gente.

Han pasado 40 años, pero en nuestras memorias debe seguir vivo el recuerdo, porque el dolor de las personas y el daño a las instituciones fue irreparable; y hoy estamos recordando para evitar que vuelva a pasar. Todas estas muertes, las muertes de más de cien personas tienen que estar en la memoria histórica de nuestro país. Memoria que además debe y tiene que corresponder con la verdad, no podemos permitir que relatos falsos se apoderen de la memoria y terminen borrando a las víctimas de esta tragedia. Hace cuarenta años, este lugar en donde hoy estamos se encontraba en llamas, devastado por la muerte y la zozobra y las víctimas aún reclaman por verdad, justicia y reparación.

Rindo en nombre de la Comisión Nacional de Disciplina Judicial, un homenaje a todas las víctimas del Palacio de Justicia: quienes fueron asesinadas, quienes fueron desaparecidas, quienes tienen que vivir con el doloroso recuerdo de haber visto el Palacio en llamas, escuchar el sonido de las balas y las explosiones y en homenaje a las familias de los que ya no están. Por nuestro país, para que nunca se repita”.