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Periodista británico John Carlin. | Foto: SEMANA

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"Uribe envidia que Santos pase a la historia como el artíficie de la paz"

En su columna en El País de España, el periodista británico John Carlin argumenta por qué le pareció "prematura" la entrega del Nobel de Paz. The Economist opina lo mismo.

7 de octubre de 2016

El premio Nobel de Paz que se ganó el presidente Juan Manuel Santos cogió por fuera de base a casi todo el mundo. Y no era para menos. Con el No que le dieron más de 6,4 millones de colombianos el pasado domingo, se pensó que lo habían tachado al mandatario de la lista de favoritos del Comité Noruego. 

Apenas se conoció la noticia, en la madrugada de este viernes, se precipitaron las reacciones. Muchos felicitaban a Santos y le pedían que lo tomara como un impulso para continuar en la lucha por la paz mientras otros cuestionaron al nuevo nobel y el criterio del comité que lo escogió. 

Uno de ellos fue el afamado periodista británico John Carlin, paradójicamente un gran simpatizante de la negociación con las FARC. En su columna de opinión en El País de España aseguró que el aplauso de la comunidad internacional fue "prematuro", así como también fue apresurado que líderes del mundo hubieran acompañado la firma de la paz el pasado 26 de septiembre sin que el pueblo colombiano hubiera dado aún su veredicto.

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"El acto de Cartagena fue como vencer en la semifinal de un torneo y pensar que la final ya estaba ganada. La final, es decir el plebiscito, se perdió", escribió. 

Para Carlin, aunque Santos logró firmar la paz con las FARC, todavía le falta reconciliarse con su principal opositor, el expresidente Álvaro Uribe Vélez. "Hasta que los dos se pongan de acuerdo no se puede hablar del fin definitivo de una guerra civil que ha durado más de medio siglo", escribió. 

Y agregó: "Como líder casi en solitario de la exitosa campaña por el No, Uribe tiene en sus manos ahora el destino de su país. O al menos depende de él si se llega a un acuerdo de verdad con las FARC o si los tambores de guerra vuelven a sonar; si Santos llega triunfante a Oslo en diciembre a recibir su Nobel, o si acaba haciendo un espectacular ridículo".

En su texto, Carlin pone las cosas claras: sabe que al acuerdo le hace falta la bendición de Uribe, pero el diálogo entre él y Santos se debe tramitar en tiempo récord. 

Carlin cree saber cuál es el pero que dificultará todo: "Ya que para Uribe de lo que se trata es una cuestión menos de principios que de vanidad personal, ya que le provoca una envidia lacerante que Santos pase a la historia como el artíficie de la paz y él no, mucho depende ahora de cómo el expresidente responda a la noticia de que su adversario ha ganado el Nobel". 

Al final, Carlin asegura que el Nobel podía haber sido una valiosa herramienta de negociación. Considera que la habrían podido insinuar a Uribe que si llegaba a un acuerdo con Santos les darían un nobel conjunto. Esa habría sido la única forma de calmar "el voraz ego de Uribe", sostiene antes de concluir: "No habría sido un precio demasiado alto para asegurar la paz". 

Carlin coincidió con el semanario británico The Economist, que también calificó el premio como “prematuro”, pues no está claro aún si menoscabará o ayudará a los esfuerzos de paz.

“Es improbable que el ambicioso señor Uribe, que se postularía de nuevo a la Presidencia si la Constitución se lo permitiera, esté encantado por el premio otorgado a su enemigo político”, apuntó The Economist al sopesar los efectos contraproducentes que puede traer el galardón en la delicada coyuntura de la política local después del triunfo del No.

El semanario recuerda que apenas un tercio de los colombianos aprueban la gestión de Santos, una baja popularidad que se explica en parte debido a una económica renqueante y a su aire cosmopolita. “Parece estar más a gusto entre celebridades extranjeras que entre sus propios compatriotas -apunta-. Los promotores del No acusó acusan a Santos de cortejar a la aprobación de líderes extranjeros, que apoyaron con entusiasmo el acuerdo de paz, a expensas de los intereses de Colombia”. Puede que el espaldarazo desde Noruega no los haga cambiar opinión.

Ese es el escenario pesimista, pues en el optimista el Nobel podría alentar el proceso de paz al renovar las esperanzas de sus defensores, que son abundantes, remata The Economist.