Home

Nación

Artículo

Carlos Castañeda Ceballos, un humilde caficultor de Andes (Antioquia) será el tercer hombre en encarnar a Juan Valdez, uno de los íconos más importantes de la publicidad en el mundo y uno de los mayores activos de la caficutura nacional

actualidad

Se le apareció la Virgen

La escogencia del nuevo Juan Valdez fue una operación de alta complejidad por lo que significa para el país. El elegido, Carlos Castañeda, parece hecho para el cargo.

1 de julio de 2006

Hace varias semanas doña Blanca Rubi Ceballos supo que el mayor de sus 10 hijos sería el elegido. Mientras dormía en su casa en Andes, ubicada en pleno corazón cafetero de Antioquia, soñó con María Auxiliadora. La Virgen, vestida con su túnica roja y manto azul mariano, no le dijo ni una sola palabra, pero el movimiento de su cabeza en forma afirmativa fue la respuesta que estaba esperando.

Sus peticiones habían comenzado el Domingo de Ramos, cuando su hijo Carlos Castañeda llegó a su casa entrada la noche y le pidió que le encendiera una veladora a la Virgen para rezarle. "Amá, me ofrecieron una oportunidad muy grande, que si sale, es buena para toda la familia". Este hombre trigueño de 39 años, alto, humilde, caficultor y dueño de una pequeña finca de cuatro hectáreas en la que vive con su esposa y sus tres hijos acababa de tener una extraña experiencia. Unos jóvenes citadinos lo habían abordado en un café en la plaza principal y le habían propuesto participar en una convocatoria para ser el nuevo Juan Valdez.

El hallazgo fue el final de un proceso que comenzó en 2004, cuando la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia tomó la decisión de reemplazar a Carlos Sánchez en el papel de Juan Valdez. Acercándose a los 70 años, Sánchez había cumplido su ciclo. Ese pintor y actor encarnó durante media vida al colombiano más famoso y uno de los íconos más grandes de la publicidad mundial: un campesino que anda por el mundo acompañado de su mula Conchita promoviendo el mejor café del mundo.

Juan Valdez fue creado a finales de los años 50 por la agencia Doyle Dane Bernbach (DDB), a raíz de una solicitud de la Federación para crear una marca diferenciadora del café colombiano (ver recuadro). Desde entonces, sólo dos personas lo habían encarnado: el cubano-norteamericano José Duval, quien duró casi 10 años, y el antioqueño Sánchez, quien se consolidó por varias generaciones como el mismísimo Juan Valdez.

La tarea de encontrar al nuevo intérprete, contrario a lo que muchos pensarían, no era sencilla. No sólo era buscar a un hombre alto y bien parecido, de bigote negro y sombrero. Había que encontrar a una persona que saliera del corazón del mundo cafetero, que fuera humilde, pero orgulloso de su raza y de su oficio. Auténtico en su forma de ser y hablar, moderno pero capaz de proyectar la tenacidad y la tradición del país cafetero. Debía tener gran carisma y estar dispuesto a cambiar su vida de un día para otro.

Además de esos requisitos, tenía que medir más de 1,75 metros, parecerse a Juan Valdez, tener un pasado prácticamente inmaculado y ser capaz de asumir la responsabilidad de ser el símbolo con el que se sientan identificadas las 560.000 familias cafeteras que viven del grano y con una marca que vende cientos de millones de dólares al año.

Para adelantar este proceso, la Federación contrató a Character LLC y Future Brand de Estados Unidos. La primera tarea fue crear un manual que definiera a Juan Valdez, los atributos de la marca, fortalezas y amenazas. Una vez el estudio estuvo listo, fue contratada la Asociación Lope de Vega de Colombia, experta en la selección de actores y grandes personajes, para que, junto a un grupo de altos directivos de la agremiación, expertos en comunicación, publicidad, mercadeo y sicólogos comenzaran la búsqueda.

La última etapa empezó a finales del año pasado. Lo primero fue pedirles a los directores de los 17 comités departamentales de Cafeteros que revisaran las hojas de vida y las fotos de los más de 380.000 cafeteros cedulados que hay en el país y enviaran sus candidatos. Mientras tanto, la Fundación Lope de Vega envió grupos de casting a los municipios cafeteros más importantes del país para buscar, pueblo a pueblo, plaza a plaza, en fincas y veredas, personas que pudieran reemplazar a Sánchez. "Todos somos Juan Valdez", fue el eslogan que caracterizó a ese trabajo.

Y allí, en el suroeste antioqueño, en pleno corazón cafetero, ocurrió el milagro. Tras recorrer Fredonia, Jardín y Andes, un equipo estaba listo a dejar este último pueblo y ponerle fin a la búsqueda de candidatos. El equipo, ya montado en la camioneta que los transportaba, esperaba a Anderson Balsero, uno de los productores, quien se había demorado hablando con un posible candidato en el café Guaticamá. Cuando estaba a punto de irse, vio entrar a Carlos Castañeda, un campesino de la vereda San Bartolo. De inmediato lo abordó y le dijo, como a todos los posibles candidatos, que la Federación estaba buscando una persona autóctona para que fuera el presentador de un documental.

Él dijo que no sabía de eso, pero que estaba dispuesto a hacerlo si lo ayudaban. Como no llevaba ni sombrero, ni poncho, ni carriel, los pidió prestados a un amigo. Y allí, con el atuendo campesino, Balsero vio en persona a Juan Valdez. Corrió a buscar a la directora del equipo, Rosario Cabo, quien se bajó de la camioneta y fue hasta el café. Y al verlo también lo supo. Le tomó fotos, le reveló lo que realmente estaban buscando y le hizo firmar, al igual que a otros, un contrato de confidencialidad. Carlos, el último en entrar a la lista de convocados, durmió ese domingo de Ramos en la casa de sus padres en Andes.

Carlos había nacido en ese mismo pueblo, a 110 kilómetros de Medellín, el 10 de octubre de 1966. De padre y abuelo cafeteros, aprendió desde niño los oficios de este cultivo. Quiso ser abogado, pero las dificultades de su padre, Héctor Evelio Castañeda, para mantener una familia cada vez más numerosa, le quitaron la idea de la cabeza. Estudió hasta segundo de bachillerato mientras ayudaba a su familia en una pequeña finca. A los 22 años se casó con Dora Helena Bedoya. Y tras vivir por más de 10 años en varias fincas, pudo comprar una de cuatro hectáreas tras ganarse la rifa de un carro. Desde hace seis años vive allí, en La Isabela, con su esposa y sus hijos Diego Alejandro (16 años), Verónica (11 años) y Carlos (5 años).

Carlos tenía el porte y las ganas, pero el camino apenas comenzaba. A principios de abril ya estaban en Bogotá los perfiles y fotos de 406 cafeteros, agrónomos, extensionistas y profesionales de 87 municipios de 14 departamentos, que podían ser el Juan Valdez que estaban buscando. Tras una primera selección de fotos e imágenes, el grupo se redujo a 147 aspirantes. Los escogidos fueron reunidos en dos días en seis ciudades diferentes. Allí participaron en sesiones fotográficas, talleres de actuación, entrevistas personales, sicológicas y técnicas. Al finales de abril, el grupo se había reducido a 30.

El 18 de mayo Carlos montó por primera vez en avión. Viajó a Bogotá donde conoció a los otros 29 aspirantes. Estaba tan convencido de que no iba a ganar, que les hizo firmar a sus compañeros una camiseta blanca para tenerla de recuerdo. Durante varios días todos fueron sometidos de nuevo a pruebas fotográficas, entrevistas y análisis de comportamiento social. En una de ellas los pusieron en un Café Juan Valdez para ver cómo se desenvolvían en público y qué reacción generaban entre los compradores.

De este proceso quedaron 20 aspirantes. La Federación contrató entonces a una prestigiosa firma inglesa, que trabaja en la selección y la investigación de personas para empresas petroleras, para que estudiara a los candidatos. Además de hacer un perfil, debían rastrear el pasado en Colombia y en el mundo de los candidatos.

En abril, Carlos conoció el mar, cuando fueron convocados en Cartagena. Al final de las jornadas, en las que a todos los candidatos les reconocían una pequeña remuneración por asistir, les dieron un par de tragos, 50.000 pesos y la noche libre. Lo que no sabían es que cada uno era seguido por personas nativas de Cartagena que anotaban todos sus pasos. Esto, porque además de hacer bien su trabajo, Juan Valdez debe saber manejar el tiempo libre, ya que puede estar varios días en un hotel, en una ciudad lejana, a la espera de un evento o la filmación de una película. Y efectivamente, uno de los candidatos regresó un poco tomado a su cuarto y acompañado de una mujer de dudosa reputación.

Dos semanas después quedaron 10 finalistas que fueron citados, con sus esposas e hijos, al Parque del Café a compartir unos días con Carlos Sánchez, el intérprete de Juan Valdez. Al final de varias jornadas, regresaron a sus casas, que también serían visitadas por sicólogos para ver la solidez de la familia.

Hace dos semanas sólo fueron citados cinco candidatos a Bogotá para anunciarles el ganador. El comité ya había escogido a Carlos por unanimidad. Su autenticidad como cafetero, su naturalidad y honestidad; la sencillez de su vida, su serenidad, seguridad e inteligencia, unidos a su estampa y su hermosa vida familiar, encajaban perfectamente con el ideal de Valdez. Aun así, los cinco finalistas fueron sometidos a más pruebas, que no modificaron la decisión.

Pero sólo el jueves pasado el país conoció a Carlos Castañeda Ceballos, un humilde campesino que encarnará a Juan Valdez. Como si fuera una coronación, recibió del propio Carlos Sánchez el sombrero, la mulera y el carriel y salió, tranquilo y sonriente, a enfrentar a la jauría de camarógrafos, fotógrafos y periodistas que esperaban la noticia. Respondió con tranquilidad las preguntas, reconoció que aún no estaba preparado y dijo con orgullo: "Soy hombre de campo, fiel representante de las familias cafeteras y estoy, como desde el primer día, dispuesto a gozarme esta nueva experiencia y dispuesto a hacer las cosas bien". Con su naturalidad frente a las cámaras y la rapidez de sus respuestas, Carlos también habría podido ser futbolista, político o ministro.

Por unos días Carlos desaparecerá para meterse de lleno en el programa de capacitación que le tiene preparado la Federación. Y los cambios, que dijo estar dispuesto a asumir, empezarán. El más importante es que muy seguramente deberá dejar Andes, el pueblo en el que vivió por 39 años e irse a vivir a un sitio más cercano a un aeropuerto internacional para empezar en pocas semanas a recorrer el mundo y ser, hasta dentro de muchos años, Juan Valdez.