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¿Ave Cesar?

Después de tres años de ausencia y luego de torear en Colombia el mes pasado, César Rincón regresa a España. La plaza de toros de Olivenza, 5.400 espectadores y un cartel compartido con El Juli, y César Jiménez, son el escenario perfecto para medir el real estado del diestro. SEMANA presenta la crónica del esperado regreso

Rodrigo París Rojas*
10 de marzo de 2003

Corría el año 1248 y sobre las ruinas de un poblado destruido por luchas entre moros y cristianos, surgía una ciudad que luego se llamaría Olivenza. Ocho siglos después, esta tierra proclive a crecer en medio de las adversidades, abre sus brazos y contagia con su singular característica a un hombre que quiere resurgir de las cenizas a las que estuvo expuesto por una terrible enfermedad. César Rincón, es su nombre.

Ubicada en la comunidad de Extremadura, una de las más pobres de España, y muy cerca de los límites con Portugal, Olivenza y su plaza de toros abarrotada de público, esperan con ansiedad la salida al ruedo del matador colombiano. Rincón, nervioso por su reaparición en suelos ibéricos se ve muy bien de color y semblante, su físico parece estar en forma, y el traje de luces adquiere más brillo por la figura del colombiano a quien recubre.

Nadie ha olvidado quién es Rincón. En las gradas donde no hay espacio sino para que corra una suave brisa, se comenta de forma animada lo importante que es para este singular mundo, el regreso de uno de los más grandes toreros. El clima también colabora y la tarde dominical es una primavera adelantada.

César camina hacia la arena en donde deberá enfrentarse a ese animal que según él, le ha dado todo en la vida. Los aplausos truenan y llenan de celebridad un momento importante para quienes aman este espectáculo. El matador colombiano luego de brindar el primer toro a la gente, observa su montera y da una mirada al cielo, en acto de recibir la bendición divina.

Todo está preparado para el espectáculo. Dos jóvenes y prodigiosos toreros que suman juntos en edad los años de Rincón, están felices de compartir cartel con un matador que tiene la estampa e historia que pocos tienen y muchos quisieran. El Juli, y César Jiménez serán los encargados de acompañar al diestro colombiano en su regreso a España.

En las tribunas aparece una pancarta que deja ver claramente "Bienvenido Rincón, por la paz de Colombia", el matador está listo y un ejemplar de la ganadería Zaldueno aparece frente a él. Los primeros movimientos del animal son agresivos y siempre con la cabeza alta hacia el capote del colombiano, como desafiando a quien está de retorno. Rincón impasible dejó salir de su mirada y de sus movimientos la esencia que permanece inalterada en él.

Las verónicas elegantes y bien guiadas parecían dejar la arena lista para una nueva función; mientras, las actitudes desafiantes del toro, fueron aguantadas en su momento por un César cada segundo más consolidado en su rol protagónico.

"Al César lo que es del César...", es una buena expresión para describir lo que segundo a segundo se veía en Rincón. Nuevamente era él en su más fina expresión. No necesitaba estar en templos del toreo como Madrid, Valencia o Sevilla. Olivenza se encargaba de adornar una tarde que Rincón engalanaba.

Cada uno de los ejemplares robustos y compactos que probaron a Rincón cayeron arrodillados ante la grandeza del colombiano. Sus rasgos que lo hicieron mítico y glorioso estaban nuevamente con él: una pierna adelantada, el mentón hundido en el pecho y los ojos enfrentados a la mirada agresiva de la bestia. El uso del capote y la muleta dejaron ver lo grande de Rincón, aunque en algunos momentos lo visitara algo de inseguridad. Normal, fueron tres años de no torear en España, pero sí de luchar contra la muerte en la cama y no en la arena, donde él es experto.

Dos orejas con el primero, y una con el segundo, fueron una gran recompensa al miedo escénico de la reaparición. El Juli y César Jiménez sabían quien estaba haciendo la faena e hicieron esfuerzos por no dejar a España en ascuas. Al final lo consiguieron y también recibieron premio a su esfuerzo y actitud. Tres orejas para El Juli, y dos orejas y rabo para el otro César aumentaron las concesiones entregadas por el presidente.

El reloj marcaba casi las siete de la tarde cuando los tres toreros fueron alzados en hombros. Era un justo premio para salir por la puerta grande, era un digno reconocimiento a un torero que ha vuelto al ruedo cuando nadie lo pensaba hace algún tiempo. Era un aliciente no sólo para quienes disfrutan con este mundo, sino para el mundo entero: César lo alcanzó todo, y estuvo a punto de perder la vida que es el sustento mismo; pero esa vida, le ha dado nuevamente la oportunidad de alcanzar su sueño: volver a torear. Ahora viene un "sueño" al que Rincón ya estaba acostumbrado, volver a triunfar.

En diálogo con SEMANA, el experto español en toros y un amplio conocedor de Rincón, Juan Miguel Núñez, expresó emocionado: "César vuelve a aportar la frescura al mundo del toreo que se había perdido desde su ausencia. Nadie logró en estos tres años suplir la grandeza de este matador colombiano y la fiesta brava tuvo un vacío importante que este domingo vuelve a llenarse".

Olivenza se despidió emocionada del matador colombiano. Él, como la ciudad ocho siglos antes, demostró que se puede triunfar ante la adversidad, y levantarse de las cenizas para tocar nuevamente el cielo. Rincón ayer no solamente regresó a la península para hacer lo que mejor sabe: torear, sino para demostrar que no es sólo un ave fénix, sino un "ave" César.

*Corresponsal en Madrid