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William Ospina, escritor colombiano. FOTO: PAOLA CASTAÑO / SEMANA

PENSAMIENTO

William Ospina y su angustia por la existencia de ejércitos privados que provocan el desplazamiento

El escritor colombiano –que relanza la obra ‘Las auroras de sangre’-, habló con Semana.com sobre la importancia de mirar a la historia para entender el presente del país. Una mirada para ayudar a buscar salidas al conflicto armado.

César Paredes
26 de septiembre de 2007

El 27 de noviembre se cumplen 400 de la muerte de Juan de Castellanos, el cronista que hizo el primer poema en territorio americano y el más minucioso escrito sobre la Conquista: Elegías de varones ilustres. Con motivo de la celebración, el escritor William Ospina vuelve a lanzar su libro Las auroras de sangre, una interpretación de la obra del cronista y una exploración al pasado para entender el presente. El escritor habló con semana.com sobre la importancia del poema, la historia que se repite, las posibles salidas al conflicto colombiano, entre otros temas.

PREGUNTA: ¿Cuál es la importancia de la obra de Juan de Castellanos?
RESPUESTA:
Juan de Castellanos fue considerado, tradicionalmente, como cronista por los historiadores. No tanto como poeta, a pesar de que hizo su crónica en verso y a pesar de que hizo el poema más extenso y más minucioso de la lengua castellana en la época de la Conquista. La posibilidad de valorarlo como poeta es más reciente y nace de la valoración de algunas cosas que él hizo, que no podían entenderse en su tiempo y ahora es más fácil: el mestizaje de la lengua, el reconocimiento del choque cultural que se dio en el siglo XVI, el asombro ante América y el hecho de que el haya sido el poeta de lengua castellana que nombró por primera vez este territorio americano y que lo nombró minuciosamente.

P: ¿Cuál es el aporte literario que Juan de Castellanos dejó como poeta?
R: Antes una parte del mundo era poética y otra era prosaica: un zafiro era poético y un ajo era prosaico. La gran aventura de la poesía en la modernidad fue encontrar belleza allí donde nos dijeron que no estaba y descubrir la poesía de todo lo que existe. Todas esas aventuras de la modernidad están en Juan de Castellanos, y están muy temprano, en el siglo XVI. Él llegó a un mundo que en ese entonces no era considerado digno de la poesía y quiso poetizarlo, no quiso hacer un cuento sino un canto.

P: Ursua, su primera novela está basada en los episodios que narra Castellanos. ¿Por qué ese particular interés en la historia para hacer literatura?
R: Cuando a mí me preocupan las masacres que cometieron los españoles del siglo XVI, las atrocidades que se cometieron contra los esclavos que se traían de África, no lo hago pensando en hacerle un reproche al pasado, esas cosas siguen existiendo todavía. Aunque lo que yo quiero es recuperar el sabor y la sustancia del siglo XVI, las preguntas nacen de mi propia experiencia con la actualidad y de mi pregunta al por qué de la continuidad de las violencias, y qué tanto del mundo americano que existía y que yo trato de imaginar con nitidez en mis novelas, hemos perdido con los avances de la modernidad.

P: ¿Qué encontró en la Conquista que explique la contemporaneidad colombiana? ¿Qué eslabones de la cadena se repiten?
R:
Hay fenómenos que siguen existiendo como la violencia, como la capacidad de unos ejércitos privados de entrar a expulsar las poblaciones de sus tierras, Colombia hoy es una país con tres millones de desplazados. Las personas humildes parecen destituidas de la condición de dignidad y de sus derechos. Hoy los pueblos indígenas ven en peligro sus tierras, amenazadas sus culturas, siguen siendo discriminados y no se acaba de reconocer el valor de sus mitologías ni sus tradiciones. Los pueblos africanos en Colombia siguen viviendo como los dejó la manumisión en el siglo XIX: libres, de techo y comida; no hay una sociedad educada en la convivencia y en el respeto por esas otras culturas

P: Usted ve en Juan de Castellanos un conquistador, pero ya no satanizado, sino más bien tiene una imagen conciliadora. ¿Por qué?
R: Me parece que la conquista siempre se ha leído o desde la leyenda blanca que los conquistadores fueron unos paladines que llegaron a civilizar un mundo bárbaro, o a veces desde la otra perspectiva, que no fue más que un atropello o un genocidio. Nosotros como mestizos, hijos de ese encuentro, de ese choque, difícilmente podemos mirarla desde una cualquiera de esas perspectivas. Pero si es bueno entender que hubo dos clases de españoles en ese entonces: los guerreros que lo único que querían era conquistar, robar, matar, arrasar, Y detrás de ellos venían los cronistas cuya intención era contar lo que pasaba, descubrir el nuevo mundo, nombrarlo, y hubo personajes como Juan de Castellanos que no se limitaban a hacer la crónica sino que querían cantar ese encuentro, celebrar esa realidad nueva. Es ver cómo avanza una lengua tomando posesión de un territorio y creando la posibilidad, no solamente de las naciones modernas latinoamericanas con toda su universalidad, con todo su cosmopolitismo, con su curiosidad por el mundo, sino también siguiendo el camino de una literatura que con el tiempo llegaría a ser de las más importantes del mundo.

P: ¿Qué de esa posición que usted asume frente al conquistador debemos tener en cuenta para dirimir el conflicto colombiano?
R:
Tenemos que dejar de poner el énfasis en el aspecto épico o guerrero de nuestra historia. Yo muchas veces pensé que el conflicto colombiano y la violencia se debían a causas políticas. Ahora pienso que esas causas políticas tienen otras causas, y las más importante de ellas es la causa cultural. Cuando se puede abusar de unas comunidades y ellas no reaccionan, cuando se puede manipular a grandes sectores de la ciudadanía y esta se deja manipular, falta dignidad ciudadana, falta orgullo, falta afirmación, y esos son problemas culturales. El gran problema de Colombia no es tener guerreros, tener mafiosos, ni tener guerrilleros, ni paramilitares, el gran problema de Colombia es no tener una ciudadanía que sea capaz de ponerle freno a todo eso.

P: O sea la pregunta por ¿Dónde está la Franja Amarilla?, la tesis de su ensayo, que lleva el mismo nombre. Pero, ¿qué hacer para que surja?
R: Una de las tareas, no la única, pero sí una muy importante que hay que cumplir en ese proceso, es recuperar la memoria compartida, saber de dónde procedemos, que podamos sentirnos conciudadanos, hijos de las mismas leyendas, de los mismos mitos, de los mismos sueños. Me parece que el arte tiene una tarea importante que cumplir allí. La sociedad tiene que escuchar sus historias antiguas y contar sus historias del presente. Si uno pusiera a cada colombiano a contar la historia que ha vivido, tendríamos un banco de historias maravillosas qué compartir con el mundo, algunas terribles, algunas heroicas, algunas llenas de abnegación, de belleza, de generosidad, pero al mismo tiempo cada quien se sentiría parte de una comunidad, de un sueño colectivo. Pero eso requiere un gran trabajo cultural, y en esa medida, pasar de poner el énfasis sobre la guerra, a poner el énfasis sobre la cultura, de lo contrario no llegaremos a tener una comunidad madura, capaz de ponerle freno a las atrocidades de unos cuantos. El conflicto tiene que resolverse mediante una negociación política, pero a la par, debe despertarse la iniciativa de la comunidad. Si no demostramos que los creadores, que los pensadores, que los artistas, que la comunidad creativa, que la ciudadanía, es más protagonista de la historia que cualquier otra, seguiremos en manos de los guerreros y las armas.

P: Volviendo al tema literario, ¿en qué va el proyecto de la trilogía de novelas sobre la Conquista que empezó con Ursua?
R: Estoy avanzando en la segunda novela El país de la canela que saldrá publicada el próximo año, y espero que La serpiente sin ojos, que es el tercer episodio, salga un año después. Eso va muy bien, lento pero estoy muy contento con lo que va pasando.

P: En el libro hay una descripción que exalta la labor del poeta. ¿Usted se identifica en algo con Juan de Castellanos?
R: No en vano desde que lo descubrí, en el año 90, han transcurrido 17 años y desde entonces no me he desprendido del universo del que Juan de Castellanos habla. Toda la trilogía sobre el amazonas tiene en él su fuente última. Fue un hombre que en tiempos de guerra prefirió las aventuras del lenguaje y la búsqueda de un discurso que permitiera, tal vez, habitar mejor este territorio. Y yo creo en los que dicen que la poesía está hecha para volver habitable el mundo. Si lo que escribo contribuye un poco, siquiera, a que nuestro mundo sea menos conflictivo y a que lo habitemos de una manera más sosegada, me sentiré muy feliz.