Julio Londoño Paredes

OPINIÓN

Con OEA o sin OEA, las cosas han cambiado

Con el anunciado retiro de Nicaragua de la OEA, algunos han reanudado sus críticas a la organización.

3 de diciembre de 2021

Nicaragua, siguiendo el ejemplo de Venezuela, ha resuelto retirarse de la OEA.

El Gobierno de Cuba, no el estado, fue excluido de la Organización el 31 de enero de 1962 en una reunión de cancilleres convocada por Colombia, por insinuación de Washington. Se consideró que un régimen comunista no tenía lugar en el continente. La resolución fue aprobada con 14 votos afirmativos, el número mínimo requerido: Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador y México se abstuvieron. La actitud colombiana tendría a la larga serios efectos para nuestro país.

A principios de los años noventa en una conversación con el canciller de Cuba, este señaló discretamente la posibilidad de que su país podría reintegrarse a la Organización. Sin embargo, el Gobierno colombiano se abstuvo de liderar cualquier gestión en ese sentido.

Después Cuba reafirmó su decisión de permanecer por fuera de la OEA. Consideró que solo sería el blanco de ataques y censuras orquestadas por Estados Unidos y que su permanencia no le reportaría ninguna ventaja.

En 2009, en una asamblea general celebrada en San Pedro Sula, Honduras, se derogó la resolución de Punta del Este. Fue una iniciativa de Bolivia, Ecuador, Honduras, Nicaragua y Venezuela. Colombia, discretamente, no se contó entre los patrocinadores, aunque apoyó la resolución.

El mismo año, Honduras fue suspendida de la OEA después de un golpe de estado en el que se destituyó al presidente Manuel Zelaya, que -apoyado por Cuba y Venezuela- había tomado la línea socialista. La decisión generó honda controversia en el continente. Luego se dio el retiro de Venezuela y finalmente lo ha anunciado Nicaragua.

Desde hace años se han alzado voces que pregonan la disolución de la organización a la que algunos consideran inoperante.

Seguramente añoran los tiempos de la intervención armada en República Dominicana en abril de 1966, después de un golpe militar contra al presidente Juan Bosh, que Estados Unidos consideraron que estaba instaurando otro estado comunista en el continente.

Estados Unidos envió más de 30.000 soldados que fueron sustituidos paulatinamente por la “Fuerza Interamericana de Paz” de la OEA, constituida por efectivos de Brasil, Honduras, Paraguay, Nicaragua y El Salvador. Todos regentados por gobiernos militares. Se decía en ese entonces que la fuerza interamericana estaba integrada “por 15.000 soldados norteamericanos y un general brasilero” que la comandaba.

Algunos guardaron la esperanza de que una fuerza militar similar interviniera en Venezuela, tanto para precipitar la salida de Maduro, como en Nicaragua para impedir la eternización de Ortega en el poder. También se habló de una eventual intervención militar en Bolivia en la época de Evo Morales.

En breve, de pronto se hablará de algo parecido en Honduras, en donde ha triunfado en forma apabullante la candidata de la izquierda Xiomara Castro, esposa del expresidente Manuel Zelaya, derrocado como se dijo en el año 2009 por haber intentado establecer un socialismo perenne en el país.

Sin embargo, ya no están dadas las condiciones para las aventuras militares con OEA o sin ella. Además, los golpes de estado no son del estilo de los que se daban en América Latina hace algunos años, con tanques y ametralladoras por las calles. Son mucho más sutiles.

*Decano de la facultad de estudios internacionales políticos y urbanos de la Universidad del Rosario.

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