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Doña Inés Ortiz, perlas y turismo

El matriarcado en la cultura Wayuu tiene paralelismo a un curioso caso en la época colonial en La Guajira, que, agobiada ahora por el deterioro del medio ambiente, cree que su salvación está en el turismo masivo

Juliana Londoño, Juliana Londoño
6 de junio de 2019

La isla de Cubagua, ubicada frente a la costa venezolana, fue descubierta por Cristóbal Colón en 1498. Allí, atraídos por la abundancia de perlas en el mar adyacente, se organizaron algunos establecimientos españoles. Uno de ellos recibió en 1528, el nombre de “Nueva Cádiz de Cubagua”. Fue la primera ciudad de Venezuela.

Un vecino llamado Francisco de Castellanos asumió el control de la isla, aunque en realidad la que ejercía el mando, tanto de don Francisco como de la isla era su esposa Inés Ortiz, una joven española de recia personalidad. Sin embargo, la desaforada la explotación de perlas, hizo que en poco tiempo los ostiales de Cubagua se agotaran.

Por instrucciones de doña Inés, Francisco envío a una expedición en búsqueda de un lugar para trasladar a los residentes de Cubagua. El sitio escogido fue el Cabo de la Vela, en el extremo noroccidental de la península de La Guajira, que tenía extensos ostiales. Allí se fundó un caserío de nombre Nuestra Señora de los Remedios.

Por gestiones de doña Inés, el Rey otorgó a su esposo el título de “Mariscal de la ciudad de Riohacha y de su granjería de perlas”. Sin embargo, ante la escasez de agua y el hostigamiento de los corsarios, doña Inés sugirió a su esposo que buscara un sitio más adecuado para la ciudad. El grupo explorador que envió Castellanos, guiado por un indígena al que se le dio en recompensa un hacha, alcanzó sobre la costa una corriente de agua dulce a la que llamaron “Rio de la Hacha” cerca de la cual se estableció la nueva población.

A la muerte de su esposo, doña Inés Ortiz solicitó al Rey que su hijo Miguel, ocupara el puesto de su padre. Así lo hizo el monarca.  El nuevo mariscal Castellanos guiado por su madre, estableció en Riohacha un régimen autocrático sin precedentes parecido al de los señores feudales en Europa. Aunque la gobernación de Venezuela, interesada en las perlas, solicitó a Madrid que Riohacha se anexara a esa provincia, doña Inés y su vástago lo evitaron y mantuvieron una autonomía sin precedentes ya que solo dependían de la lejana audiencia de Santo Domingo.

En 1581 el gobernador de Santa Marta, que también pretendía a Riohacha, dio cuenta a la Corona del grave estado de corrupción y desorden en que la encontraba la ciudad con la administración de Castellanos y la influencia de su madre. El rey finalmente resolvió en 1593 adscribir a Riohacha a la gobernación de Santa Marta y no a la de Venezuela. De todas maneras, el régimen siguió extrayendo perlas con indios que debían bucear hasta que se les reventaran los pulmones.

Ahora se va a desarrollar a la Guajira con un turismo con el que llegarían grandes cruceros, con miles de sudorosos turistas que estarían por unas horas, acabando con lo poco que queda de la Guajira. ¡Pero qué bueno! comprarían por un par de dólares un collar y una bolsa de hilo a una wayuu y buscarían afanosamente “diversión” como el Servicio Secreto de Obama.

Algunos turistas tendrían el atractivo de la coca de la Sierra Nevada de Santa Marta, como está sucediendo ahora en Palomino, en el límite entre el Magdalena y la Guajira. Eso contribuirá además al lamentable espectáculo actual en las trochas hacia el Cabo de la Vela, en las que, por kilómetros, se observan los arboles de dividivi, cargados de millones de bolsas y de envases de plástico que empujados por los vientos inexorablemente van a parar al mismo mar que hace siglos era de las granjerías de perlas explotadas por doña Inés Ortiz…. ¡Qué lástima¡ La Guajira es de lo más lindo de Colombia.

(*) Decano de la facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la universidad del Rosario.