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Vender el sofá

Hasta Nicolás Maduro aprovechó el papayazo, insultando a Duque. Este no era el escenario que había planeado. Colombia se vio reaccionando en un tema en el que tenía todo para ganar.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
5 de octubre de 2019

Es difícil una peor metida de pata que la del dosier sobre Venezuela en las Naciones Unidas. El documento demostraba la intromisión de Venezuela en los asuntos internos de Colombia. Tenía datos al por mayor. Campamentos, laboratorios, fotografías. Era la prueba reina que ayudaría a Colombia a conseguir los aliados. Gran parte del informe ya había sido presentado ante el Consejo de la OEA unas semanas antes por el canciller, Carlos Holmes Trujillo. 

Ante la ONU, el presidente Iván Duque buscaba coronar: Venezuela identificada como paria mundial. No era para menos. Por la gravedad de la acusación era fundamental que el informe fuera impecable. Es una enseñanza que aprendemos en el periodismo de investigación. Cualquier error se paga muy caro, no parte de su cuantía. Era un documento fundamental que debería ser revisado al detalle. Nada podría fallar ante tan prestigioso auditorio, las acusaciones eran muy graves contra el Estado venezolano.

Cuando el diario El Colombiano cuestionó una foto, me llamó la atención: no es usual que el periódico paisa haga eso. Más aún siendo tan uribista. Pero El Colombiano era contundente: había sido tomada en Cauca y no en Venezuela. Que el reclamo se hiciera mientras Duque estaba en Nueva York le dio altura y lo volvió un tema de coyuntura. 

El escándalo era manejable hasta ese punto. Se podría admitir la equivocación, pero no fue así. El Ejército dijo que el diario estaba mal y que la foto era en Venezuela. No hay nada que motive más a un periodista que le cuestionen su credibilidad. Con las horas, quedó claro que la foto sí fue tomada en territorio colombiano, con una ñapa: había tres más. 

Cambiaron el discurso: eran imágenes de contexto. Y peor aún: pusieron al mismísimo presidente como vocero. No salió bien. A nadie convenció lo del contexto. El informe quedó como un pasquín y no un trabajo bien investigado. El Gobierno colombiano quedó como hazmerreír. Es cierto, aunque sus asesores lo niegan.

Hasta Nicolás Maduro aprovechó el papayazo, insultando a Duque. Este no era el escenario que había planeado. Colombia se vio reaccionando en un tema en el que tenía todo para ganar.

Y fue tanta la humillación que el lunes removieron al jefe de Inteligencia del Ejército. De esa manera, desautorizaron al mandatario. La jugada diplomática contra Caracas no funcionó. Hasta Nicolás Maduro aprovechó el papayazo, insultando a Duque. Este no era el escenario que había planeado. Colombia se vio reaccionando en un tema en el que tenía todo para ganar.  

En la Casa de Nariño dicen que no eran culpables. Por lo delicado del asunto, no fueron consultados. Que Duque dependía de las Fuerzas Militares. Si es cierta la versión, muy grave. Venezuela es el problema número uno de esta administración; su manejo debe ser impecable. La manera grotesca como se manejó genera muchas preguntas. Las Fuerzas Militares no corresponden a su responsabilidad. Ni el equipo de Palacio genera confianza. Es que el dosier era, ante todo, una herramienta de comunicación. En momentos en que se publicó, dejó de ser reservado. 

Que el presidente no lo hubiese compartido con su equipo deja mucho que desear. Es un error imperdonable en 14 meses en el poder. Y limitar las consecuencias al jefe de Inteligencia no funciona. Es como vender el sofá.

Por este error quedó en veremos la política contra Venezuela. Todos los preparativos se perdieron y hay que comenzar de cero. Para empezar, la primera lección: decir las cosas como son, sin maquillaje.

El martes se fugó la excongresista Aída Merlano. Había sido condenada a 15 años de cárcel. Se lanzó del tercer piso de un consultorio a la calle. Allí la esperaba una motocicleta. En 24 horas, la ministra de Justicia había pedido la renuncia del director del Inpec y destituyó a la directora y subdirectora del Buen Pastor. Hubo una ruptura de protocolos. 

La ministra fue contundente. Muy diferente al manejo del dosier sobre Venezuela en Naciones Unidas. Es como si la ministra tuviera mayor libertad para decidir que el presidente. La alta funcionaria recibió aplausos por la rapidez en investigar y actuar. El mandatario fue silencioso y se demoró 48 horas en hablar. Como si el Inpec no fuera de su resorte. 

Duque no se encuentra: un día opina de todo, al otro día asombra con su cautela. Es evidente que Naciones Unidas dejó heridas en la Casa Nariño. Así no se gobierna. 

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