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De pirómanos y mezquindades

Es obvia la estrategia del Gobierno, mas no efectiva. Los varios días de paro demostraron una variedad de malestares, que van más allá de Petro. Revivir las elecciones pasadas no parece una tarea útil y de oportunidad.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
30 de noviembre de 2019

Fernando Londoño Hoyos es el uribista de uribistas. Estaba con el expresidente Álvaro Uribe Vélez cuando sus posibilidades eran nulas a finales de la década de los noventa. Ideológicamente, es el más parecido, comparten la misma versión acerca del conflicto: hay malos –las Farc– y el resto que en ocasiones pueden ser idiotas útiles para el primero. Durante el tiempo que participó en el Gobierno –15 meses–, era el alter ego de Uribe. Nadie dudaba de su perfil ni de su preeminencia. Era la base de lo que quería el uribista. Infortunadamente, su locuacidad le costó –lo condenaron por insultar a un juez que había liberado a Gilberto Rodríguez Orejuela– y terminó suspendido de los cargos públicos por 18 años. Se convirtió en la voz del conservadurismo de cada mañana. Hoy es la eminencia gris del partido Centro Democrático. 

No es sorpresa su animadversión hacia Iván Duque. Su candidato era otro (Rafael Nieto) y no se molestó en hacerlo conocer. Pero a diferencia de Uribe –con quien mantuvo discrepancias– su malestar con Duque se pasó. Pedir su renuncia va más allá de un desacuerdo, es una señal de ruptura. No es posible devolverse. El mismo Uribe lo intentó con la frase “Londoño quiere a Duque”. Cayó sobre oídos sordos, ya el presidente dejó en claro que no había reversa.

El florero de Llorente lo produjo el martes Londoño con su editorial diario. En él, recomienda a Duque tomarse una licencia para poder “conversar” y dejar a otra persona la responsabilidad de gobernar. La respuesta de Duque fue contundente: “No me ponga a contestarle a ciertos personajes que se alimentan de su propio odio. Quiero decirle que aquí estamos con el programa de gobierno con el que yo gané la nominación, primero, dentro de mi partido. En la campaña electoral no dejaron mucho de atacarme”. 

Y Duque continuó: “Yo frente a esto no vuelvo y creo que las mezquindades de algunas personas, y el odio con el cual alimenta su espíritu, solamente a quedarse en los más profundos extremismos y esos son los extremismos que los aíslan de los sentimientos del pueblo colombiano”.

Es obvia la estrategia del Gobierno, mas no efectiva. Los varios días de paro demostraron una variedad de malestares, que van más allá de Petro. Revivir las elecciones pasadas no parece una tarea útil y de oportunidad.

Más claro imposible: no hay vuelta atrás. El problema es que Londoño no está solo; hay mucho uribista descontento con la apertura democrática. Londoño se lo recordó el jueves en un nuevo editorial. Duque fue favorecido con 14 entrevistas durante la campaña presidencial de 2018. Pero después de ganar, no volvió a La Hora de la Verdad. Londoño dejó claro que no piensa cambiar, que seguirá insistiendo en la fumigación de cultivos ilícitos y la extradición de narcotraficantes.

Pero Duque no solo peleó con La Hora de la Verdad. En la entrevista de Blu Radio, se fue contra Gustavo Petro, sin mencionar su nombre. “Aquí –dijo el presidente– no van a pretender los pirómanos ganar con la violencia lo que no ganaron en las urnas. Como presidente no he hecho nada distinto que cumplir el programa de Gobierno, que fue respaldado por más de 10 millones de votos”. Es un poco obsoleto citar la votación ya que incluye el respaldo en la segunda vuelta, del ala anti-Petro y no necesariamente pro-Duque. Es evidente, sin embargo, lo que el Gobierno busca: que las protestas sean de Petro y no de la ciudadanía. Y le permite al presidente volver a su tesis de que el paro no tiene presente y es basado en mentiras. “Cuando se hacen mensajes de señalamientos criminales contra mi persona, cuando se hace invitación al rechazo a mi persona sobre la base de premisas falsas y apelando a epítetos irresponsables (…). Se muestra que claramente hay una invitación permanente a las protestas”.

Es obvia la estrategia del Gobierno, mas no efectiva. Los varios días de paro demostraron una variedad de malestares, que van más allá de Petro. Revivir las elecciones pasadas no parece una tarea útil y de oportunidad. Temo que es un esfuerzo tardío y posiblemente, contraproducente. La gente no quiere que Petro se quede con el paro. Ni él tampoco. 

“Estoy con el paro, estoy con la movilización, pero no la dirijo, no es mía. No es de Colombia Humana”, sostuvo Petro. Y agregó: “Ningún elector de los 8 millones que se expresaron aquella vez en las urnas, es pirómano”.

Tratar de pirómano a Gustavo Petro y señalar las mezquindades de Fernando Londoño, son quizás, el paso que necesitaba Duque: cantarles la tabla a los extremistas. Tal vez estamos ante un cambio de rumbo. Tal vez...

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