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La recesión anunciada del “cambio”

El modelo económico que quiere Petro es la estatización, y el país se tiene que preparar porque después del gobierno del “cambio” el aparato productivo y empresarial quedará destruido. Ya empezó, y los efectos están llegando.

María Andrea Nieto
19 de agosto de 2023

Transcurrido el primer año del tortuoso gobierno del “cambio”, ya se puede decir que es, de lejos, el más incompetente en materia económica que ha sufrido Colombia. Esta semana el país conoció el pésimo desempeño del PIB del segundo trimestre de 2023. Con esfuerzo, y a pesar del mismo gobierno, la economía reportó una pobre tasa de crecimiento de tan solo el 0,3 por ciento y se teme que el siguiente semestre la cifra sea negativa.

A pesar de esta evidencia, el presidente saca pecho diciendo que su gobierno ya controló la inflación y que ahora necesita que el Banco de la República reduzca la tasa de interés para estimular la inversión. Una muestra más de la ignorancia del economista Petro que seguro llegó tarde o nunca llegó a las clases más básicas de economía.

La inversión no depende solo de una tasa de interés favorable, sino de un conjunto de condiciones exógenas que generen confianza entre los agentes, como estabilidad social, políticas públicas coherentes con la vocación del país, promoción de la industria y el emprendimiento y, en general, las que generen un ambiente favorable para el capital. Muy en contravía, el gobierno de la “potencia mundial de vida” se ha dedicado, con saña, a generar pánico, inestabilidad y desconfianza. Eso sin contar con que ha elevado, de forma considerable y por la vía de impuestos y amenazas de reformas como la laboral y la pensional, el costo de crear, operar e invertir en un negocio.

Como si fuera poco, la inflación por encima del 11 por ciento es un rezago de los efectos del paro de 2021, fomentado por el actual gobierno cuando ejercía como oposición. Paradójicamente, hoy sufren las consecuencias de su propio invento. No puede hacer nada distinto el Banco de la República que controlar la inflación, porque es un mandato constitucional que está lejos de los intereses políticos del primer mandatario y de su incapacidad para promover el crecimiento con las herramientas con las que dispone el gobierno. Otra clase en la universidad a la que faltó el hoy presidente.

Hasta ahora nadie entiende cuál es la apuesta económica de este gobierno. Petro se ha enfocado solo en el cambio climático y en el peligro de extinción de la humanidad en la próxima década. Se le ha oído poco, en cambio, sobre propuestas para promover el empleo, el emprendimiento, el desarrollo, superar la inequidad, redistribuir el ingreso, fortalecer la clase media, atraer la inversión y un largo etcétera.

En el paroxismo de la imprudencia y la falta de conocimiento técnico, Petro propone acabar con la exploración y explotación de petróleo, cuando este sigue siendo el principal producto de exportación de la economía nacional. Su propuesta de reemplazar los ingresos de la industria del petróleo con los del turismo es, por decirlo menos, ridícula y carente de toda estructura como propuesta de política económica.

¿En qué marco de política de crecimiento ponemos las improvisadas y poco estudiadas propuestas de reforma laboral y pensional dirigidas a menoscabar la generación de empleo? ¿En la misma en la que debemos poner la reforma tributaria, que está acabando con la capacidad de compra de la clase media?

Seamos claros: la economía está sometida al vaivén emocional del presidente y de su equipo de áulicos que aplauden y ejecutan sin medir efectos, considerar estudios ni analizar evidencias.

Un día el gobierno anunció que le subía el arancel a la ropa importada; otro, que iba a controlar las tarifas de los servicios públicos; otro, que iba a impulsar el decrecimiento de la economía. El “cambio” se esfuerza a diario en demostrar su desprecio por la clase media, por los empresarios y por los emprendedores, y no escatima esfuerzos por estigmatizar el capital y el trabajo honesto, al tiempo que ofrece premiar a los delincuentes con gabelas para que no cometan más crímenes. Una lógica perversa que deslegitima las instituciones y genera indignación entre millones de colombianos que respetan la Constitución y la ley.

Un año después, nadie entiende cuáles son los sectores económicos que impulsará el “cambio” para generar crecimiento, desarrollo y empleo.

La política de la paz “tas, tas” total ha alejado la inversión. El país ha visto cómo el ejército ha perdido terreno mientras las disidencias de las Farc, el ELN, el Clan del Golfo, los narcotraficantes, las mafias de delincuencia común y el hampa en general, lo ganan. Sin seguridad ni autoridad, ¿quién va a traer su capital?

Y como si fuera poco, el galón de la gasolina sube todos los meses y muy pronto lo hará el del diésel. Una medida que definitivamente no fue solo para los cuatro mil más ricos del país, sino que afecta a todos los colombianos por sus efectos en la cadena logística y en las perspectivas de los agentes en el corto plazo.

Mientras tanto, el país queda notificado de que ni el presidente ni su diligente equipo de “yes, sir” sabe nada de modelos de crecimiento de largo plazo, ni de sobreoferta y demanda, ni sobre la teoría de precios máximos y mínimos, y mucho menos sobre política fiscal y monetaria.

Esta semana el presidente también anunció en forma de cortina de humo que iba a cambiar los términos del tratado de libre comercio con Estados Unidos. ¡México lo hizo en la lógica populista de la izquierda y le fue pésimo!

Es una vocación destructiva la de este gobierno, que en lugar de construir sobre lo construido solo genera incertidumbre y retroceso.

¿Lo dudan? Con la apertura de los mataderos municipales nos devolvemos a la prehistoria de la insalubridad. El modelo económico que quiere Petro es la estatización, y el país se tiene que preparar porque después del gobierno del “cambio” el aparato productivo y empresarial quedará destruido. Ya empezó, y los efectos están llegando.

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