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Diálogo incluyente e intercultural, una oportunidad para la minería

Es decir, para el GDIAM la minería debe crear valor compartido con las comunidades y las regiones donde opera.

María Isabel Ulloa, María Isabel Ulloa
18 de mayo de 2017

En estos tiempos, hablar de minería se ha vuelto una actividad de alto riesgo. No importa del lado donde se esté, las posiciones absolutas y dicótomas son la regla. La minería NO porque acaba con nuestras fuentes hídricas y por ende va contra la vida. La minería SÍ porque toda se hace bien hecha y sin ella no hay desarrollo.

Hemos llegado al punto, en el que todos los actores relacionados con el sector deben hacer un alto en el camino y repensar si dar este debate en estas condiciones le está contribuyendo de la mejor manera al país. Sin duda las posiciones de unos y otros tienen fundamento en realidades; no se puede desconocer que hay un reclamo legitimo de la sociedad y de los territorios relacionado con la debida protección de los recursos naturales; esto sin contar con el derecho fundamental que tienen las comunidades étnicas de ser consultadas y tenidas en cuenta en las decisiones en torno al desarrollo de sus territorios. Así mismo, tampoco se puede obviar que la minería ha contribuido de manera significativa al desarrollo del país y de las regiones a lo largo de la historia; y que las personas y empresas que realizan la actividad minera de manera legal tienen derecho a reglas claras y estables.

Tampoco se puede desconocer, que algunas empresas se han equivocado en su relacionamiento con las comunidades que hacen parte del área de influencia de sus proyectos y que la institucionalidad minera y ambiental ha sido débil. Pero sin lugar a dudas, no se puede dejar de lado los efectos nefastos de la extracción ilícita de minerales en los territorios y el medioambiente; al igual que la evidente confusión por parte de la opinión pública entre estas actividades criminales y el desarrollo de la actividad minera que realiza el sector formal.

Sin embargo, nada de lo anterior puede implicar que la opinión de unos se deba imponer sobre la de los otros, por el contrario, lo que se debe lograr es que partiendo del reconocimiento del otro y sus visiones divergentes, se pueda alcanzar consensos a través de la construcción de espacios de diálogo legítimos y participativos.

En este contexto, desde 2014 el Grupo de Diálogo sobre Minería en Colombia-GDIAM, inspirando en un ejercicio similar que se hizo en Chile, se ha convocado a personas con visiones y opiniones diferentes para alcanzar una visión compartida de la minería. Para el grupo, la minería en Colombia debe ser incluyente, resiliente y competitiva. Es decir, para el GDIAM la minería debe crear valor compartido con las comunidades y las regiones donde opera. De la misma forma, debe dejar en todas sus etapas un balance impacto-beneficio neto positivo en el sistema social y ecológico que interviene. Y finalmente, este grupo reconoce que la minería requiere de un entorno nacional que ofrezca adecuadas condiciones de seguridad física y jurídica, instituciones de calidad y marcos estables que brinden garantías a la inversión.

A la fecha son varias las propuestas concretas realizadas por el GDIAM, producto del consenso al interior del Grupo, que buscan contribuir en la construcción de la política pública minera. Pero tal vez, su aporte más importante es que es un ejemplo real del inmenso potencial que tiene el diálogo intercultural, para construir visiones compartidas

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