Julio Londoño Paredes

OPINIÓN

Ojeda, descubridor de Colombia y de Coquivacoa

El legendario Alonso de Ojeda dejó gravada en la Guajira el alma colombiana.

Juliana Londoño
18 de diciembre de 2020

Alonso de Ojeda después del tercer viaje de Colón y alentado por una disposición expedida por los Reyes Cató­licos en 1495, creando incentivos para la colonización de las nuevas tierras descubiertas, zarpó de Cádiz el 19 de mayo de 1499. Recorrió la costa de lo que hoy es Venezuela y entró al golfo que los indígenas llamaban de Coquivacoa.

Luego, se dirigió hacia el norte hasta alcanzar, entre el 28 y el 29 de agosto de 1499, la península de La Guajira. Fue el descubrimiento del territorio colombiano.

Llego a un cabo que denominó “La Vela”, surgido del mar azul por tener un montículo piramidal cubierto de guano que el conquistador confundió a lo lejos con la vela desplegada de un navío.

Ojeda, que nunca contrajo matrimonio, recogió allí una india guayú, que decían que era de singular belleza, a la que llamó Isabel, con la que convivió varios años.

Estuvo acompañado por el piloto Juan de la Cosa y por Américo Vespucio, mercader, experto geógrafo y cosmógrafo nacido en Venecia, Italia. El 30 de agosto regresó a España, previa estadía de cinco meses en Quisqueya, la isla a la que Colón había llamado La Española, hoy Santo Domingo.

En España, Ojeda logró confirmar su designación como gobernador de una supuesta isla, llamada “de Coquivacoa”, con una vaga jurisdicción, producto del desconocimiento de las realidades geográficas.

En enero de 1502 inició otro viaje hacia la costa venezolana, remontándose luego hacia el occidente hasta alcanzar el 3 de mayo otra vez a La Guajira, entre Bahía Honda y el Cabo de la Vela. Fundó allí un caserío que denominó “Santa Cruz”, por ser ese día la fiesta de la Santa Cruz, que todavía se celebra en algunas regiones de Colombia.

La fundación de Santa Cruz le implicó a Ojeda la apertura de un proceso, por haber rebasado su jurisdicción y penetrado a la de Rodrigo de Bastidas. Este incidente, fue el preludio de la compleja controversia entre Colombia y Venezuela sobre el punto de inicia­ción de la frontera terrestre entre los dos países.

Santa Cruz, la gobernación de Coquivacoa y el nombre del Golfo, tuvieron fugaz existencia. El precario asentamiento y la gobernación desaparecieron, mientras que el golfo fue rebautizado por Vespucio con el nombre “de Venezuela”, el mismo que había dado a los territorios descubiertos.

Ojeda, que llevó una vida llena de aventuras, enfermo, pobre, convaleciente de varios atentados y acusado por sus enemigos, murió como señalaron algunos cronistas de la época, en diciembre de 1513 a la “avanzada edad de 43 años”.

Pidió que lo enterraran en el atrio del convento de San Francisco en la ciudad de Santo Domingo, para que todo aquél que entrara a la iglesia lo pisara para purgar sus culpas.

En 1971, cuando el diferendo colombo-venezolano estaba en una de sus etapas más álgidas, algunos “expertos” en la hermana república sostuvieron la peregrina teoría de que el Golfo de Venezuela pertenecía íntegramente a Venezuela porque llevaba su nombre. Un autor colombiano resolvió llamarlo de “Coquivacoa”. Se quedó esa denominación erróneamente en algunos sectores colombianos.

Universalmente se llama “Golfo de Venezuela”, lo que no quiere decir que pertenezca íntegramente a nuestro vecino. Como el Golfo de México que no pertenece exclusivamente a México, ni el de Guinea a Guinea Ecuatorial o a Guinea Bissau.

(*) Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la universidad del Rosario

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