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Opinión

Ser pillo paga

¿Será que los que carecen de los principios básicos de la ética no tienen chances en el mundo actual?

Julio Londoño Paredes
29 de noviembre de 2024

El título de esta columna no tiene un error de construcción gramatical ni una confusión con el programa Ser Pilo Paga, que una administración anterior realizó para que alumnos de bajos ingresos, pero de excelentes resultados académicos, tuvieran acceso a las universidades privadas, lo que trajo un auge en la educación superior y una excelente oportunidad para centenares de muchachos.

Eso se acabó, ni siquiera ahora opera el Icetex porque el ministro de Educación dice que está quebrado. No hay problema porque eso empata con la tesis de una parlamentaria gubernamental que afirma que no hay que mandar a los niños a la “tortura” de la escuela. Los maestros griegos y latinos seguramente se estremecen en sus tumbas.

Esta columna se refiere al fenómeno de ‘ser pillo paga’. En las recientes encuestas en Estados Unidos, la popularidad de Trump desde su elección como presidente, luego de los pasos que ha dado, incluyendo la designación de algunos colaboradores con antecedentes de corrupción y violación sexual, crece día por día.

El presidente electo dispara diariamente propósitos y decisiones de toda índole, ya no solamente sobre la devolución masiva de los migrantes ilegales, sino sobre la guerra de Rusia con Ucrania, la situación de Oriente Medio y las relaciones con China. Tiene al mundo en una especie de “calma chicha”, como se dice en el argot criollo. Pero curiosamente los norteamericanos están contentos.

Para no ir tan lejos, en Colombia ciertos personajes son designados para ocupar importantes posiciones, no obstante que tengan cuestionamientos éticos y morales. Eso ahora no importa, ya que aquí la palabra “renunciar” se borró del léxico.

Ya en plena campaña presidencial, en Colombia la inseguridad seguirá siendo el tema central. Aunque está volviendo la confianza en las altas cortes, la preocupación es la de la incapacidad efectiva de la justicia para actuar en los asaltos diarios a mano armada, en las masacres en los cuatro puntos cardinales, en las pinchadas de las llantas en las salidas de Bogotá, en el raponeo y robo de celulares. Para no hablar de los bloqueos y las costosas marchas indígenas por todo el país, que no se sabe quién las está pagando.

Como se expresó en una reciente encuesta, la gente ahora sale a la calle y viaja entre las ciudades a la defensiva, encomendándose previamente al santo de su predilección.

Y se preguntan todavía: ¿por qué los colombianos se quieren ir para Estados Unidos, España o cualquier parte, o piden asilos falsos en Reino Unido?

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