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Un SOS por la rumba

El maldito coronavirus acabó con las citas pactadas o a ciegas; también con los encantos de la seducción en una pista de baile y los encuentros fortuitos en las incómodas sillas que rodean la barra de los bares.

Javier Gómez, Javier Gómez
3 de junio de 2020

Quién no anhelaba los viernes para irse a un bar a atrincherarse detrás de una copa como válvula de escape del aturdimiento laboral de la semana; sumergirse en la complicidad de la rumba para ahogar las penas producto de una tusa amorosa; o, por supuesto, pringarse del mejor perfume para ir de conquista o a encontrarse con sus amigas y amigos.  

Tres meses después esos bares, adornados con luces de neón apagadas, están silenciados porque el virus así lo quiso. Hoy, esos tertuliaderos libidinosos permanecen vacíos, ausentes de las almas salseras, reguetoneras o románticas. Son sepulcros musicales y quién sabe por cuánto tiempo más.

El maldito coronavirus acabó con las citas pactadas o a ciegas; también con los encantos de la seducción en una pista de baile y los encuentros fortuitos en las incómodas sillas que rodean la barra de los bares atiborradas de licor; igual le cerró el espacio al hedonismo de los contertulios políticos que de copa en copa arreglaban el país.  

Tras la clausura de esos bares, rumbiaderos, clubs de jazz o desfogues de frustraciones personales hoy son 11.000 sitios fantasma que han dejado de facturar cientos de miles de millones de pesos en estos casi tres meses de pandemia. Pero además de las abultadas pérdidas económicas, dejó sin trabajo a más 500.000 empleados directos e indirectos que dependen de la industria de la rumba en el país.

Como en cualquier sector de la economía urbana, los empresarios no tienen certidumbre sobre el futuro de sus negocios, saben que además de las decisiones y respuestas del Gobierno, tienen un enemigo en común que les carcome cualquier esperanza: el coronavirus, que, como una tormenta perfecta, les impuso sus reglas.

“En los tres meses sin operación, cerca de 2 billones 200 mil millones de pesos han dejado de facturar las empresas”, dijo Camilo Ospina, presidente de la Asociación de Bares -Asobares-, quien reclama del Gobierno una ayuda expresa para evitar la bancarrota, dado que de llegar a esta  situación implicaría el cierre definitivo de 11.000 bares en todos el país.

“Esta pandemia sacó a la luz el interés mínimo que tiene el Gobierno y el Estado por financiar los espacios culturales”, reflexionó al actor Álvaro Rodríguez, tras criticar la poca solidaridad oficial con un sector que también pone su grano de arena en la actividad cultural.  

Desde el sector, es decir, los empresarios agrupados en Asobares, aseguran que el Gobierno poco o nada hace por una industria que, además de entretener y proporcionar esparcimiento a la sociedad colombiana, es un vehículo de desarrollo cultural que aporta decididamente al turismo y son espacios para que el visitante extranjero se compenetre con la identidad nacional.

¿Diagnóstico futuro? Dramático e incierto. Además de la situación laboral por la destrucción de cientos de miles de puestos de trabajo, lo cierto es que es muy probable que la realidad de los bares no sea la misma a la de antes de la llegada de la pandemia, las condiciones que impone la presencia del coronavirus y su agresivo contagio los clasifica para hacer parte del laberinto de la incertidumbre; les tocará a los empresarios del gremio ser más creativos y ojalá el plantón de este viernes les abra las puertas para que el Gobierno los escuche.

@jairotevi

 

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