Opinión
Un tigre de mala raya
Abelardo de la Espriella, quien hoy dice defender la Patria, ayer defendía bandidos y criminales. Para ser presidente de la República se necesita rectitud y ética por convicción, no por conveniencia.
Abelardo de la Espriella, por su déspota actitud, parece un candidato al que no se le puede cuestionar. No obstante, se le olvida que quienes se encuentran en la contienda electoral, así sean de derecha o izquierda, se enfrentan a un duro escrutinio público. Por tanto, así como hay candidatos rectos, con manos limpias, también hay otros que, por conveniencia, buscan desviar la opinión pública de su cuestionable pasado y ocultarse de aquellas verdades incómodas que le pueden jugar en contra de sus intereses personales: ser presidente de la República; que ya tiene suficiente de presidentes amigos de corruptos y bandidos.
Así alimente a sus costosas y hambrientas bodegas de gallardía y una supuesta intachable rectitud, las cosas con De la Espriella no son como parecen. Aunque hoy se vista de defensor de la moral y de la patria, su hoja de vida está manchada por haber defendido —e incluso entablado amistades— con criminales. Alex Saab, el contratista del chavismo acusado de lavado de activos; Kiko Gómez, el exgobernador de La Guajira condenado por homicidio; David Murcia Guzmán, cabeza de la estafa propiciada por la empresa DMG; y Salvatore Mancuso, exjefe paramilitar, son algunas de las “joyitas” que Abelardo defendió en los tribunales o entabló sólida amistad. Eso no puede pasar de agache.
Lamentablemente, por evitar el supuesto “fuego amigo”, muchos han decidido hacer caso omiso a las rayas de sobra que tiene el tigre que algunos defienden. Esa derecha que lo sigue parece vociferar cuando se cuestiona a su candidato; muy a su estilo. Con el ambiente que ha venido creciendo sobre la “unidad” buscan silenciar los legítimos cuestionamientos que deberían hacerse a quien aspira ser el próximo jefe de Estado. La victimización de Abelardo de la Espriella y sus seguidores ha sido absurda. ¿Ahora quién cuestiona es el que actúa mal y no el cuestionado? No es que todos estén contra De la Espriella, sino que en Colombia no podemos buscar el cambio de lo que está mal con los mismos vicios que buscan corregirse. La unidad debería ser con todos los candidatos decentes.
Asimismo, con la excusa del ejercicio del derecho han querido defender los casos que De la Espriella ha representado. Lo cierto es que este servicio privado y con ánimo de lucro, distinto al que el Estado obliga dar a ciertos abogados para dar garantía de sus derechos, sí hubiera podido tener límites éticos: como no defender a uno de los alfiles del régimen dictatorial de Venezuela o a quien empobreció a muchos colombianos. ¿Siquiera se preguntó de dónde salía el dinero con el que le pagaban sus servicios? Por ende, para alguien que, por el ánimo de lucro, no ha puesto límites éticos en el ejercicio de su trabajo, buscar la presidencia también tendría el mismo propósito, aunque diga que no va a buscar plata. Para él, su candidatura también será un negocio. No traguen entero.
Además de que el candidato ha llegado a decir que “la ética no tiene nada que ver con el derecho”, frase premonitoria de lo que podría ser su gobierno. Su coherencia también podría tambalear ahora que se encuentra en campaña por el tipo de doble moral que exhibe. Yo pregunto: ¿ahora es creyente cuando antes se denominaba un acérrimo ateo? ¿Ahora habla de acabar la JEP cuando en el pasado dijo, con el arrebato que lo caracteriza, “yo prefiero a Timochenko en el Congreso”? Uno puede cambiar de opinión, y entiendo que el tigre puede camuflarse, pero esos cambios de opinión tan ventajosos son un descaro con el ciudadano. Lo de Abelardo de la Espriella, entonces, no solo sería un pasado gris y amistades cuestionables, sino una coherencia conveniente con las elecciones. De la politiquería del engaño y del acomodamiento es de la que Colombia necesita alejarse.
Por tal razón, el supuesto tigre parece ser presa de su pasado. Pero, por ahora, pocos se han atrevido a hablar de ello. Estoy seguro, sin embargo, de que la plata y el buen marketing político que hoy tiene la campaña de Abelardo de la Espriella no serán suficientes para ocultar por completo las verdades que le incomodan.
Las campañas, por infladas que estén —como la del tigre—, se sostienen con confianza, y la confianza se construye con coherencia. Si De la Espriella quiere ser presidente, tendrá que contrarrestar ese pasado gris y esas cuestionables amistades que dice tener con criminales con la idea de liderar a una nación que exige transparencia.
Colombia no necesita un tigre con rabo de paja que se disfrace de defensor de la patria mientras a sus espaldas habitan las mismas prácticas que dice combatir; Colombia necesita líderes transparentes que tengan una voluntad política real para cambiar lo que necesita corrección. Por lo tanto, si se unen a De la Espriella, espero que lo hagan con los ojos bien abiertos, sabiendo que detrás de las rayas hay más sombras que luces.
¿Vamos a cambiar el gobierno Petro por el del amigo de Alex Saab? No olvidemos que la mejor defensa de la patria es la rectitud.