COLUMNISTA INVITADO

Desde el jardín

Partiendo de una película de 1979 de Peter Sellers, que no se vio en Colombia hasta 1982, Gonzalo Castellanos explica que el panorama geopolítico actual, del Brexit, el plebiscito y Donald Trump, no es tan sombrío como parece.

Gonzalo Castellanos
22 de noviembre de 2016

No poco es el fastidio que ya produce el hecho de que la primera conversación con conocidos arranque de forma casi obligada entorno a la semejanza del Brexit, el No promovido por Uribe y, ahora, la victoria de Trump en las elecciones gringas, lo que está rutinariamente seguido de una tediosa descripción sobre el efecto depresivo que esos escrutinios produjeron en cada contertulio.

Y no es que tales hechos carezcan de coincidencia en el elemento de aberración que puede atribuírseles a ciertas decisiones de una sociedad o, dicho de otro modo, a ese carácter tiránico de las mayorías en la democracia; pero en rastreo de lo que llaman honor a la verdad, más allá del devastador plebiscito por la paz y lo que anda a ese respecto, sin menospreciar hilos que eso haya destejido en intereses de empresarios locales, no es mucho el eco que pueda generar el Brexit en la cotidianidad colombiana (o no tanto como para lacerarse el alma).

En cuanto a las elecciones en Estados Unidos, acaso el desenlace no sea nada más que una expresión estándar de la forma como ese país construye su propio acuerdo social y la relación internacional.

Trump no encarna el cisma, ni es un exabrupto en un país que ya fue dirigido por apellidos indelebles como Bush, Reagan, Nixon, Roosevelt (Theodore) o Taft, aquel otro empresario altanero, quien sentó un hito que con variados recetarios de dureza o maquillaje asistencial circunda en los gobiernos norteamericanos, al menos en lo que a Latinoamérica alude: “No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro, como en virtud de nuestra superioridad racial ya es nuestro moralmente”.

En particular, la votación de Trump recuerda ese poder de intuición, cuando no estrictamente descriptivo, del cine: Desde el jardín es una película que se vio en Colombia hacia 1982. Chance (Peter Sellers), un jardinero con deficiencia mental y total desconocimiento de la realidad más allá de su patio, a razón del accidente en el que está involucrada la esposa de un magnate moribundo, llega a la mansión de este, quien lo acoge y decide descifrar en la elementalidad de Chance (por burla, por banalidad o lo que sea que le haya dado la gana) proféticos preceptos para solucionar la crisis económica y de poder en la “gran nación”.

Todos ven que Chance tiene una incapacidad cerebral que comentan aterrados, pero nadie controvierte los designios de un magnate. Si este así lo ha decidido, Chance será presidente y arbitrará los destinos del mundo. Claro está, en la reciente contienda norteamericana, el político con denunciadas deficiencias de la razón coincide con el empresario, son una unidad sellada.

De haber ganado Clinton las profundidades no serían diferentes. Es la personalidad de la política y el poder, ambos sujetos al becerro de oro cada día más sólido del mercado. No gobiernan los gobiernos, aquí y allá y más allá; regentan la vida de la sociedad los magnates de la producción, los hiperestados empresariales, un sistema corporativista sin precedente en la historia de la humanidad (Bauman, Bordoni, Attali, entre otros). En rigor es aquí, en la agenda empresarial, donde se decide a quién elegir y qué gobernar; cuál la crisis inmobiliaria, de seguros o hipotecas, y cuál la salida; qué se privatiza o cuánto hueso duro se le deja al Estado; qué guerra procede, cuál se aplaza o la intensidad conveniente, así es que Trump no será tan autónomo en su torpeza, como tampoco sería independiente el mejor de los demócratas. A ese búnker le tiramos dardos.

Bueno, al final todo esto no era para dar vueltas sobre algo más complejo de lo que se dice. Era para recomendar ver (o volver a ver) la película. Y que lo piense antes quien quiera hacerse especial gritando a los vientos la depresión psicológica pos-elección de Trump.

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